REFLEXIÓN DOMINICAL
Cada día que pasa la Venezuela de Hugo Chávez, Nicolás Maduro y sus
familiares, amigos, cómplices, narcos, cooperantes, embajadores sin honor y
parásitos de todo el planeta que le chupan el dinero a la “revolución” se
revela como un pozo infecto de corrupción, de narcotráfico, asesinatos,
secuestros y expropiaciones, todo lo cual la ha colocado en la primera línea de
los regímenes forajidos del planeta. Los depósitos en Andorra, Suiza, Panamá y
otros “paraísos fiscales”; el derroche de dinero del que hacen gala los boli
chicos y otros contratistas de PDVSA o de algunas otras empresas del estado;
las investigaciones internacionales ( aquí nadie investiga) que relacionan a altos militares venezolanos y
al mismo Diosdado Cabello con el narcotráfico;
las amistades mafiosas de los familiares de los miembros de la pandilla,
todo ello muestra como el chavismo ha llegado a ser una
merienda de corruptos y como muchos miembros de la sociedad venezolana se han
incorporado con glotonería a este festín de la podredumbre. Estos han sido años
trágicos para Venezuela, años de profunda degradación moral, de cobardías
insospechadas, de escasa fibra ciudadana en grandes sectores de la población.
Venezuela se encuentra hoy en el grupo de los países más atrasados del planeta y
esto es comprobable mediante el examen de los índices internacionales independientes. Una que otra organización
como las FAO todavía elogia al régimen, ya que sus representantes en Venezuela
han sido incorporados al séquito del dictador.
Una que otra universidad, como la de La Plata en Argentina, recibe
dinero del régimen para que le adjudique a Maduro un ridículo premio de
opinión, tal y como lo hiciera con el
muerto.
Una de las señales más fuertes de la desintegración del régimen tiene que
ver con el número de cómplices del régimen quienes desertan, buscando impunidad
para sus crímenes a cambio de la delación de peces más gordos. Esta es una
actividad odiosa pero que parece ser necesaria para castigar a los grandes
capos del crimen y de la droga. Ya son varios y variados los delatores, a
quienes también podríamos llamar
patriotas cooperantes, similares en su naturaleza – son la misma clase de gente
- a los sapos que le dan cuenta a Mario
Silva, el sapo rey del régimen y a su asistente, el diminuto y defenestrado Ernesto
Villegas.
Ex-magistrados, ex-guardaespaldas, ex- presidentes de empresas del estado,
banqueros prófugos, toda una clase entomológica especial, anda disparada hacia
USA, a hablar con los investigadores que hurgan en las entrañas purulentas del
chavismo. Ninguno de estos cooperantes lo hace por patriotismo, por amor a
Venezuela, por integridad personal. Lo hacen para mandar a Maduro y a Cabello
al pajón, a fin de que, con su delación,
se les permita disfrutar de sus dineritos o dinerotes mal habidos en los
vericuetos de las empresas del estado o ministerios, desde DIANCA hasta PDVSA,
desde el ministerio de finanzas hasta el Tribunal Supremo de Justicia. Estos
son bagazos morales, con o sin uniforme,
iguales a los asesinos, narcos y
analfabetas que manejan el poder.
En esta marabunta de malhechores, invertebrados, cobardes, celestinos y
cómplices, donde está la Venezuela que habrá de resurgir algún día? No está en
una clase adinerada, mucha de la cual se ha transado con el régimen. No está en
las grandes masas de pobres que carecen de conciencia social y que solo desean
recibir su subsidio, su regalo, no importa las humillaciones recibidas. Los
venezolanos de mucho dinero o de gran
pobreza son grupos moralmente vulnerables, muchos de ellos ansiosos de hacer
más dinero o de recibir algún dinero, sin pensar en el aspecto ético de sus
posturas. La ética es prácticamente desconocida para el grueso de los más ricos
y de los más pobres, quienes solo piensan, o en más riquezas o en sobrevivir.
Es en la clase media baja, clase media-media y en algunos sectores de la
clase media alta que se encuentran las semillas de la redención venezolana.
Estos segmentos son minoritarios, representan quizás un tercio de la población,
pero sus voces y su vigor ciudadano compensan su posición minoritaria para
convertirlos en una fuerza formidable de opinión. Este segmento intermedio de
la población es el que instrumentará el
cambio político, mientras los otros están
sentados en la barrera, contemplando el espectáculo y viendo los resultados
para decidir, a última hora, con quien se alinean. Se alinearán con el ganador en base a una alianza hipócrita, interesada,
calculadora, estratégica. Los principios no jugarán en esa alianza ningún
papel.
Es ese segmento intermedio de la población venezolana, arriba mencionado, el que justifica mi postura activa. Es con
ellos, por ellos y para ellos, en el corto y mediano plazo, que doy mi apoyo. Ellos forman el núcleo
principal de la Venezuela que vendrá.
Esta Venezuela que vendrá tendrá una tarea enorme que llevar a cabo, a fin
de crear, en el más largo plazo, la Venezuela que deseamos. Es la que llevará a
la transformación de nuestras grandes masas inertes, de habitantes que constituyen
un pesado fardo, en ciudadanos capaces
de labrarse su propio destino, venezolanos dignos, para quienes los principios
sean más poderosos que una dádiva. Solo cuando seamos un país de ciudadanos
habremos derrotado las fuerzas horribles de la mediocridad y de la codicia.