***Una reflexión optimista sobre el futuro de Venezuela
Qué hacer en Venezuela es la pregunta que se hacen
millones de venezolanos, la mayoría con desesperanza y pesimismo. A la luz de
lo que nos ha sucedido en los últimos 17 años ese desánimo no es injustificado.
La Venezuela democrática de las décadas de 1960 a 2000 parece haber
desaparecido y reemplazada por un país material y espiritualmente sucio, donde
los malos saquean y los buenos se quejan en silencio. Venezuela parece un país con 30 millones de
habitantes y con apenas una cuarta parte de ciudadanos capaces de contribuir a
sacar al país adelante. Los otros millones de venezolanos son gente que no
puede o no quiere contribuir al progreso de la nación por, entre otras, las siguientes razones:
· Piensan que el país es muy rico y por lo tanto debe
darles todo lo que necesitan sin trabajar. A esta creencia ha contribuido
decisivamente el régimen político de los últimos 17 años y, en cierto grado, los gobiernos anteriores;
· Piensan que el petróleo le garantiza a la nación un
cuantioso ingreso que hace posible lo que decimos arriba. Esto siempre ha sido
mentira, hoy más que nunca una mentira, cuando el futuro de ese petróleo
venezolano es tan negro como él, debido a su baja calidad y a la tendencia
mundial a reemplazar los combustibles fósiles con fuentes energéticas menos
contaminantes;
· Tienen un nivel educativo muy bajo, lo cual los hace
presa fácil del populismo y la demagogia;
· Sus líderes muestran un pronunciado complejo de
inferioridad frente a países más adelantados y piensan que ese adelanto ajeno ha generado el atraso propio. Argumentan que
alguien les ha quitado lo que era de ellos y que las potencias mundiales
codician nuestras “riquezas" por lo cual nuestro símbolo como país debe ser la
desconfianza y la altanería en nuestro trato con el resto del mundo;
· Muestran resentimiento social hacia los compatriotas
quienes han podido salir adelante debido a su educación y a su trabajo. Piensan
que solo podrán salir del foso en la medida en la cual logren rebajar a los más
educados a su nivel, en lugar de pensar subir al nivel de aquellos;
· No tienen clara conciencia de Nación, sino conciencia de un Estado todopoderoso, al cual identifican con el gobierno de
turno y, peor aún, con el caudillo o jefe del momento, de quien esperan todos
los favores y la solución de todos sus problemas. No se ven como participantes
en un esfuerzo colectivo sino como hijos del caudillo;
· La historia de Venezuela, desde la Colonia hasta nuestros
días, ha sido una historia de exaltación del estado sobre el ciudadano. La imagen
de país que tienen estos millones de habitantes es la de dinosaurio todo poderoso que
vela (o ejerce su fuerza bruta) sobre los pequeños seres que gravitan a su alrededor.
Aún nuestros líderes más sagaces no han podido quitarse de encima el pesado fardo
ideológico estatista. Aún nuestro liderazgo más joven habla de empresas básicas
bajo control estatal, de dirigismo estatal, de un excesivo peso del estado en
la vida de la Nación
Con un mayoritario sector de la población en el cual
imperan estas actitudes y carencias no es fácil progresar. Peor aún, en los
últimos 17 años el régimen político, integrado por lo peorcito del lumpen no
ciudadano ha logrado ahondar el odio de clases entre
la población. Le ha hecho creer a millones de venezolanos que ellos se merecen
todo sin trabajar y que la riqueza debe ser redistribuida, olvidando que lo importante
es crearla. Hablan de repartir una torta que no crece para que a cada quien le
quede un pequeño pedazo insuficiente,es decir, seamos igualmente pobres. El régimen ha ido más allá todavía. Le ha
hecho creer a los trabajadores que ellos pueden reemplazar al sector técnico y
al sector gerencial en la conducción de las empresas. Le ha dado a los
trabajadores la conducción de las empresas de Guayana con resultados predecibles.
Ha puesto en manos de 100.000 trabajadores el plan estratégico de PDVSA, con
los resultados que están a la vista. El Presidente Maduro dice que la gerencia de cada
empresa privada que se vaya será reemplazada por los trabajadores. Así lo dice
hoy el sindicalista chavista Wills Rangel al comentar el posible retiro de
Venezuela de la empresa de servicios petroleros Schlumberger: “Nosotros la
manejaremos”.
Con esta absurda postura han convertido al sector laboral en aprendices de brujo.
Les han hecho creer que la meritocracia es una mala palabra y que todos tenemos
derecho a ser jefes. En una Venezuela de caciques, planificadores de mentirita
y miles de generales, sin soldados rasos o trabajadores es fácil explicarse por
qué escasea el papel tualé.
Qué hacer en, y con Venezuela es, por ello, una proposición
compleja de formular. Es fácil decir que hay que arar con los bueyes que
tengamos pero es necesario admitir que hay una mayoría de bueyes que no
saben arar o no quieren hacerlo. Cuando hay
mucho fardo inútil, quienes pueden y quieren trabajar deben llevar no solo la
propia carga sino el inmenso peso de mucho fardo inútil. Por cada Lorenzo Mendoza
tenemos mil Pedro Carreños. Por cada gerente genuino centenares de Wills Rangeles.
Por cada José Guerra docenas de Arné Chacones.
Por cada Schlumberger múltiples contratistas
corruptos, a lo Derwick, Rincón, Socorro o Ruperti.
Y, entonces, qué hacer? Quienes tomen las riendas de la Venezuela
del futuro deben saber que estarán comprometidos a un proceso largo y penoso de
recuperación nacional, la cual deberá tener tres pilares fundamentales:
·
uno, un liderazgo honesto y capaz de inspirar a nuestro pueblo a ser mejor,
a trabajar, a educarse, a dejar de ser un fardo pesado e inútil para convertirse
en ciudadanos. Así como Chávez sedujo a millones y los hizo peores, así un
nuevo liderazgo debe seducir a nuestro pueblo y entusiasmarlo con la idea del
esfuerzo y del progreso individual. Este pilar es el más difícil de lograr y,
al mismo tiempo, el más fácil, porque todo depende del líder y de sus
cualidades carismáticas. Necesitamos ver aparecer a nuestro Churchill, a nuestro
Lincoln, a nuestro Cardoso, los polos opuestos de los Castro, de Chávez o de
Lula. Un gran liderazgo puede obrar milagros.
·
Dos, una apertura al mundo, un país con reglas de juego estables y transparentes,
un concepto de gerencia nacional sobre
los recursos del país que no involucre asfixiante estatismo y acomplejados y
falsos conceptos de soberanía.
·
Tres, un proceso sistemático, continuo y perseverante de educación ciudadana
y de educación para el trabajo de la población, a fin de convertir el lastre en
efectivos agentes de progreso. Este es un proceso que ha sido logrado en otros países
y puede lograrse en Venezuela en el curso de dos generaciones.
Confrontados con infinidad de problemas los venezolanos
de hoy piensan que la Nación es irrecuperable, que estamos condenados a ser para
siempre una tribu semi-salvaje de envidiosos y resentidos, como la que ha
creado en nuestro país el régimen que hoy agoniza. Hay quienes propugnan abiertamente una
transición integrada por buenos y malos, porque mejor sería tener algunos buenos
en la mezcla, sin darse cuenta del inmenso riesgo de embrutecimiento que corren
los buenos que coexisten pacíficamente con los malos.
La verdad es otra: Un
liderazgo que llegue al poder con una nueva actitud puede obrar milagros en
relativamente poco tiempo. Un liderazgo que entusiasme al país y que contagie
al pueblo con deseos de verdadera grandeza, de buena ciudadanía, de formar parte
de una sociedad de gente decente, cordial y honesta.
Yo creo que ese liderazgo existe en
Venezuela y saldrá a flote. Algunos de esos líderes son ya conocidos, otros
surgirán. Serán mujeres y hombres de correcta hechura moral, valientes e incapaces
de vender el alma, quienes aborrecerán adular y ser adulados, para quienes los ingredientes
del éxito no se miden en riquezas materiales sino en satisfacciones y orgullo
ante la labor cumplida. Creo que esos venezolanos existen y podrán darle un
vuelco dramático a un país que hoy parecería irrecuperable.