sábado, 5 de diciembre de 2009

Las prioridades de mi amigo.



Cuando salió de la universidad graduado de geólogo, mi amigo y colega pensó que debía comenzar a pagarle a sus padres la inversión en amor y en dinero que habían hecho para que pudiese educarse. Sus prioridades fueron: trabajo, padres, país. Al cabo de cinco años se casó y, entonces, sus prioridades cambiaron ligeramente: trabajo, familia, país. Tuvo su trabajo como primera prioridad por largos años. Ello le permitió atender a sus deberes con la familia, proveer todo lo necesario para su bienestar. Todo? No exactamente. En su casa nada faltaba en términos materiales pero, muchos años después, sus hijos le dijeron que él les había hecho falta. No en términos de sus deberes como proveedor pero si en términos de padre para ellos. Salía muy temprano en la mañana y regresaba muy tarde en la noche. Los hijos lo esperaban con sus tareas escolares, orgullosos de mostrarle sus progresos. Y él les dedicaba unos cortos minutos, les daba una palmadita por la cabeza y los mandaba a dormir. Nunca pensó que su primera prioridad debía ser la familia, por sobre su trabajo o el país. Tuvo momentos en los cuáles las prioridades eran: trabajo, país, familia. Menos mál que tuvo una admirable esposa quien suplió sus faltas en el hogar, como guía de los hijos y como figura afectiva.
Desarrolló una etapa de vida pública. Sus prioridades se convirtieron en: país, trabajo, familia. Los hijos crecían, iban a la universidad, regresaban a la casa en vacaciones y el padre se aferraba a su trío de prioridades en el cuál la familia estaba colocada en un tercer lugar.
Su vida pública, orientada a resolver los grandes problemas nacionales, no le permitió cambiar mucho al país. Escribió un par de libros y recomendó soluciones. Asombrado, vió con impotencia como el país se deterioraba progresivamente. Ya semi-retirado de sus largos años de trabajo, comenzó a darse cuenta de que sus esfuerzos por el país no habían sido todo lo fructíferos que él hubiese deseado. Y entonces entró en una etapa en la cuál sus prioridades se convirtieron en: familia, país, trabajo. Una total inversión de las que había mantenido por largos años. Algo interesante le ocurrió. Comenzó a comprender con claridad la diferencia entre ser útil y ser importante. A través de su dedicación a la familia comenzó a trabajar, en pequeña escala, en asuntos de la comunidad, proyectos concretos de educación para niños y de creación de liderazgos comunitarios. Su trabajo le ganó cierto prestigio entre su comunidad y, a través de ese prestigio local, se hizo conocido a nivel nacional y hasta regional. Paradojicamente, ser útil en pequeña escala lo convirtió en un ciudadano “importante”, lo que nunca había sido cuando intentó resolver los problemas nacionales de arriba hacia abajo. Encontró que los problemas nacionales tienen mejores posibilidades de resolverse comenzando por preocuparse y ocuparse del bienestar espiritual y material de la familia y de la comunidad en la cuál la familia lleva a cabo su vida cotidiana.
Ayer acompañé a mi amigo a su última morada. Me dice su esposa de décadas que lo último que hizo en vida fue sonreir. Conociéndolo bien, estoy seguro de que su último pensamiento fué hacia su familia. Y si tuvo algunos segundos más de vida, hacia su país, Dudo que haya pensado en lo que fue su trabajo, objeto ya de un largo y dulce olvido.

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