sábado, 15 de mayo de 2010

Una velada cordial: "el Consejo Federal de Gobierno"

Poco a poco la gente se acostumbra a todo.


Considero grotesco ver a Henrique Capriles Radonsky, Pablo Pérez, César Pérez Vivas, Morel Rodríguez y otros gobernadores de la oposición, quienes han sido insultados, asaltados, vejados, obstaculizados en sus funciones y hasta enviados a prisión por Hugo Chávez, sonriéndoles al verdugo. Como los gobernadores a quienes he nombrado son gente valiosa y de mi consideración, quisiera pensar que esto ha sido solo un acto de forzada cortesía, propio de gente civilizada, ante la necesidad de estar en el mismo salón con el patán.
Pero me resisto a entenderlo, como no hubiera entendido ver a los judíos estrechando la mano de Hitler o a los estudiantes del 28 saludando cordialmente al bagre. La política no puede ser el arte de la hipocresía y del disimulo. Prefiero mil veces la acitud de Antonio Ledezma y de Henrique Salas Feo, quienes rehusaron sumarse a la comparsa.
Pretender que la política es como el boxeo profesional, en el cuál los dos boxeadores que se han caído a piña en el ring se van luego a echarse unos tragos juntos, a celebrar sus ingresos, es como alimentar la creencia de muchos escépticos quienes alegan que la diferencia entre Chávez y alguna oposición es que Chávez está en el poder y los otros no. Yo siempre he pensado que esta es una visión pesimista de la política. Pero, carajo, lo que estoy viendo abona esa visión.
La actual situación venezolana no puede ser tratada de la misma manera del boxeo profesional. Nuestra situación no es un asunto deportivo, no es un juego entre Caracas y Magallanes. Quizá eso fue cierto en algun momento de la democracia venezolana, por ejemplo, cuando Leoni estaba en la presidencia y Caldera en la oposición. Pero hoy no. Hoy han desaparecido las reglas del juego democrático. Hoy un patán vulgar y resentido está destruyendo al país. La vida cotidiana venezolana no es un juego floral, de manera que no se trata de ir a pararse elegantemente en un salón lleno de viandas y decir que “sería razonable que el gobierno central diese los recursos necesarios para los estados” o que “quizás debería revisarse la política exterior o la política monetaria” ya que hay “indicios de posibles áreas débiles en esas políticas”.
Que vaina es esta? Este patán entreguista se ha vomitado en el alma de los venezolanos, ha violado la constitución como le ha dado la gana, tiene gente en prisión por ser honesta y mantiene ladrones libres y empleados en su régimen. Con un personaje tan funesto para el cuerpo y el alma de los venzolanos no es posible la coexistencia civilizada.
Uno se imagina el siguiente monólogo del patán durante la velada:
“Hola, Henriquito. Gracias por venir. Tenía tiempo sin hablar contigo. Por cierto, no le des importancia a las semanitas que pasastes en prisión. Tu sabes que eso forma parte del juego democrático, del toma y dame entre adversarios que se respetan”. Se volteó rapidamente para abrazar a César Pérez Vivas: “César, que bien te ves! Mira, espero que no tomes a mál lo que hemos estado haciendo allá, lo del gobierno paralelo que te montamos, el ejército que no te para o los insultos fingidos, porque ella te quiere mucho, de la Iris”.
Siente que alguien le unas cosquillas en un costado, sonríe y dice: “Pablo, chico, como está la verga? Estaís rozagante, mijo. Espero que los contratistas petroleros que tuvimos que expropiar no te molesten pidiendo indemnización. Parece que Ramírez les dice que vayan a quejarse a tu oficina, pero esas son travesuras del muchacho, nada serio”.
Y así quizá transcurrió la cordial velada, que no fue una sesión de trabajo sino un acto protocolar.
A la salida lo abordó Carlos Escarrá: “Caramba mi coimandante. Que bien manejó usted esa reunión. Todo el mundo sonriendo, agradados por su presencia”.
Y el coimandante replicó: “Yo lo sabía, Mujiquita, yo lo sabía. Hay quienes no aguantan dos pedidas. Fíjate que tengo ganas de invitarlos a La Carolina para que se coman una parrilla conmigo, con Evo y con Daniél. Nos podemos comer uno de los terneros de Arria. Y así le vamos metiendo el socialismo a ese gente, poco a poco, entre bocado y bocado. No te parece”?
“Mi coimandante. Usted es genial”, le dijo Escarrá, mofletudo y genuflexo.

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