jueves, 12 de agosto de 2010

Jugadores venezolanos en las Grandes Ligas: caballeros y patanes.



Armando Galarraga (izq), un gran caballero.

Carlos Zambrano, quien gana millones de dólares lanzando para los Cachorros de Chicago, está pasando más tiempo en el sofá del psiquiatra que en el campo de juego. Hace semanas regresó a la cueva después de ser vapuleado por el equipo adversario y se entró a golpes con un compañero de equipo, lanzó objetos contra el suelo y chilló de manera incontrolable. Después de una larga sesión psiquiátrica regresó al campo, dió bases por bolas, lo sacaron y empezó a chillar de nuevo. Se volvió loco o es solo un caso de malcriadez de un tipo poco educado, quien se ve de pronto con mucho dinero y notoriedad?

Johann Santana, excelente lanzador de los Mets de Nueva York, está demandado en las cortes estadounidenses por asalto sexual. Aun no sabemos cuán cierta es la acusación pero algo sucedió. Tendremos que esperar.

El lanzador relevo Francisco Rodríguez, también de los Mets de Nueva York, no solo botó el último juego, sino que luego le entró a golpes al suegro, aún en el stadium. Fue arrestado por la policía, a pesar de su flamante auto deportivo que le costó cerca de $300.000.

El año pasado Miguelito Cabrera, futuro miembo del Hall de la Fama, si se porta bien, tuvo problemas con el alcohol y la violencia familiar. Este año anda muy bien y ha hecho grandes esfuerzos poe ser un buen ciudadano, lo cual nos llena de satisfacción.

Armando Galarraga, lanzador de los Tigres de Detroit, se portó muy caballerosamente al perder un juego perfecto por culpa del átrbitro. Nos enorgulleció su actitud.

Hay docenas de jugadores venezolanos en las Grandes Ligas. La inmensa mayoría se está portando bien. Melvin Mora es un caballero. Omar Vizquél es un modelo de corrección y los jóvenes de Atlanta lo están haciendo muy bien. Nuestros jugadores en las Grandes Ligas deben saber que no solo son atletas pofesionales sino embajadores del país en los Estados Unidos. Su buen comportamiento deportivo nos llena de alegría pero más nos enorgullece su buena ciudadanía. Al mismo tiempo, las patanerías de algunos otros nos entristecen y averguenzan.

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