domingo, 22 de noviembre de 2015

De regreso a mi alma mater, la Universidad de Tulsa




Después de él Los Teques de mi niñez y adolescencia y de la Maracaibo de mi juventud y de mis amores siento una especial predilección por Tulsa, Oklahoma, donde llegué a los 17 años a estudiar geología. Llegué allá en un autobús de la GREYHOUND, un viaje de unas 20 horas desde Nueva York, donde ya había terminado mi curso de inglés, en Queens College. En Nueva York había descubierto un género teatral que me daría muchos momentos de felicidad: la comedia musical. Desde que vi “Kiss me Kate”, la versión musical de Romeo y Julieta, quedé prendado para siempre de este género mágico, en el cual se mezclan el amor, la melodía y la buena danza. La belleza de la puesta en escena y las luces que daban a los actores una especial prestancia me conmovieron profundamente. Recuerdo haber sentido al final, cuando todos los actores se alinean en escena para agradecer al público, una profunda emoción. Pensé que ellos estaban muriendo, lo cual no era cierto, ya que al día siguiente renacerían para el público. Luego de este encuentro maravilloso, vería “Kismet”, South Pacific”, “Carrousel” y, sobre todo, “Oklahoma”, todas las cuales dejarían n mi inolvidables recueros visuales y musicales. Hoy en día, a los 65 años de aquellos descubrimientos, todavía las melodías de estas obras de Broadway están vigentes en mi mente.
Llegué al terminal de la GREYHOUND en Tulsa y decidí ahorrar dinero caminando de allí a la Universidad, apenas 3 kilómetros, aunque con mi maleta a cuestas (no tenían rueditas, como ahora). Al ver los edificios de calizas amarillas y marrones de la Universidad quedé enamorado para siempre. En esos cuatro años que pasé allí no solo recibí una educación técnica, la geología, sino que pasé de ser un tímido adolescente, como era en Los Teques, a ser un extrovertido, gracias al calor, la cordialidad y el cariño con lo cual fui recibido por la comunidad.
Después de mi graduación, hace 60 años, he seguido visitando la Universidad. Por cuatro años formé parte de su Board of Trustees (Albaceas), soy miembro del Hall de la Fama de la Facultad de Ingeniería y Ex-Alumno Distinguido, uno de los cuatro venezolanos así honrados por la Universidad. Más allá de estos honores he mantenido una relación afectiva profunda hacia la universidad y la ciudad que me ayudó a pasar de la adolescencia a la adultez en buena forma.
He regresado a visitarla innumerables veces. Cada vez que voy aprovecho para sentarme un rato largo en un banco a la sombra de un “maple”, a un costado de la Biblioteca “MacFarlin”. Allí me sentaba hace 60-63 años a pensar en lo feliz que era estando allí, soñando que regresaría a la universidad después de muchos años, a sentarme en ese banco, a pensar en los momentos maravillosos que había disfrutado en la Universidad. Y que mis hijos y mis nietos irían a esa universidad a ser tan felices como yo.
 Cada vez que me siento en ese banco vienen a mí todos esos dulces recuerdos. La vida ha sido tan generosa conmigo que (casi)  todo lo que yo pensé sería mi futuro ha sido cumplido. Mi hijo también se graduó allá pero no logré convencer a ninguno de mis cuatro nietos a seguir mis pasos. Se fueron a Johns Hopkins, William and Mary y Emerson College.
 Con cierta frecuencia la Universidad me invita a hablar sobre Venezuela en su Foro Internacional. Este es un grupo de unas 100 personas interesadas en lo que sucede en el mundo. A pesar de su ubicación en el Medio Oeste y a pesar de la fama de Tulsa de ciudad provinciana, la realidad es todo lo contrario. Sus museos son exquisitos y la Biblioteca McFarlin posee la más importante colección de documentos originales de James Joyce.  Entre sus profesores de literatura está Yevgeny Yevtushenko, quien tiene 83 años y se ha sembrado en Tulsa.
Este año voy camino, una vez más, a mi querida Tulsa. Que tendré que decirle sobre mi Venezuela?

Estoy escribiendo mi esbozo de charla. Tan pronto lo termine lo pondré aquí, en este blog. Voy por tierra desde Virginia. Pararé en Nashville a oír música “country” en el Grand Old Opry. Voy una vez más hacia Tulsa, hacia mis queridas llanuras de Oklahoma, donde pasé el umbral de mi adolescencia, desde donde regresé a Venezuela convertido en ciudadano.  

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