CONTRA LA ADULACIÓN REBELIÓN.

Earle Herrera

Toro Hardy Diaz Rangel con su jefe.

El maestro.

Señores: Rebelión o Zimbabue.

En sus “Dos Tratados de Gobierno” el filósofo político John Locke le dedicó atención especial a la adulación. Consideró al adulador como especialmente dañino a la noción de gobierno con límites. Al provocar en el adulado un deseo desmedido de poder, decía Locke, el adulador es el verdadero artífice del gobierno ilimitado e ilegítimo, contra el cuál, agregó, es preciso insugir. En “El Príncipe” Maquiavelo dedicó el capítulo XXIII a “como huir de los aduladores” que abundan, como parásitos,en toda corte. En 2004 Tomás Chauqui, de la Universidad Católica de Chile, definió la adulación como “el uso estratégico del elogio excesivo”, enfatizando la naturaleza interesada de ese elogio. Según Chauqui el adulador adula para obtener alguna recompensa mientras que, al aceptar la adulación, el adulado llega a parecerse al jalabolas. Para dar un ejemplo que todos comprenderemos, Carlos Escarrá es más parecido a Hugo Chávez que a su hermano Hérman. Quizás hubo un déficit vitamínico en la infancia de los hermanos Escarrá que los hizo vulnerables a la tentación totalitaria. Hérman fue admirador de Chávez en una etapa que llevó a varios venezolanos notables como Mayz Vallenilla, Olavarría, Combellas y el mismo Hérman a romper lanzas, de manera incomprensible, por el ignorante dictador. Olavarría se reivindicó posteriormente, de manera digna de admiración, con un discurso pronunciado el 5 de Julio de 1999 en el Congreso donde barrió el suelo con el demente. Hérman se acaba de reivindicar de manera también admirable con su discurso en el Ateneo llamando a la rebelión abierta contra el aprendiz de Mugabe. El hermano Carlos, sin embargo, acaba de romper un record de desverguenza al decir que Chávez debe ser permanente como el sol.
La adulación es antigua y existirá mientras haya gente sin honor. Shakespeare presenta algunos ejemplos notables de esta aflición: Goneril en El Rey Lear, Yago en Otelo. El dramaturgo sugirió que el adulado es, casi siempre, un psicópata social. Su vanidad no le permite advertir que los elogios no se ajustan a la realidad. Chávez probablemente ha llegado a creer que el nombre Hugo de los Reyes que le dieron a su padre (antes de que la legislación revolucionaria regulara los nombres raros) era premonitorio. Para Chávez la adulación ha llegado a ser componente indispensable de ese juego de poder y de riquezas en el cuál se ha convertido la llamada revolución socialista. Lo que es cierto es que la adulación no es un juego para los aficionados, necesita talento. Edecio la Riva Araujo narró en su libro sobre el tema como intentó halagar a Caldera trayéndole desde París una botella de añejo cognac “Remy Martin”. Se fue directo del aeropuerto a Miraflores para entregársela. Cuando la recibió, Caldera la puso a un lado y le dijo a Edecio: “Sabrás que mi cognac preferido es el Martell”. Edecio dijo después, desconsolado: “esta vaina no le hubiera pasado a Hilarión!”.
En efecto, no adula quien quiere sino quien sabe hacerlo. Por ejemplo, José Vicente Rangel ha dicho que “el presidente Chávez es el presidente más honesto que hemos tenido”. Y agregó: “quien diga lo contrario es un miserable”. Si Rangel hubiese dicho lo primero sin añadir lo segundo no hubiese sido tan efectivo. Rangel, en su senectud, se ha convertido en un maestro en jalar bolas con elegancia.
La tragedia del adulado es que olvida el interés colectivo para perseguir su interés personal. Chávez ha llegado a malgastar o prometer malgastar unos 70000 millones de dólares en regalos, limosnas y proyectos locos en el país y en el exterior, convirtiendo ese dinero en “material de construcción” para crearse una falsa reputación de filántropo. Ya está hablándose de una gigantesca estatua en su honor en el Avila, como homenaje de un anciano arquitecto y jalabolas de apellido Alzheimer.
La historia venezolana es rica en aduladores. El corrupto Guzmán Blanco fue cantado por Delpino y Lamas y llevado al panteón por Chávez. El simiesco Cipriano Castro tenía quien le escribiera sus ridículas proclamas, ya que aquello de “la planta insolente del extranjero” fue cocinado por Gonzalez Guinán. Gómez tuvo aduladores por montones: Gil Fortoul, Ezequiel Vivas, Laureano Vallenilla, Victorino Márquez y Juan Bautista Pérez. La gente de la época, al pasar por la casa de Pérez decía: “Allí vive el presidente y quien manda vive enfrente”. Pérez Jiménez tuvo su séquito de aduladores presidido por Laureano Vallenilla Planchart (el José vicente de la época) y, ahora, Chávez ha coleccionado una legión. Se acuerdan del “Por ahora y para siempre”, atribuído a Jacinto Pérez Arcay?
Un ranking preliminar de los 15 jalabolas más destacados del chavismo nos llevaría al siguiente:
CUADRO DE HONOR DE LA ADULACIÓN REVOLUCIONARIA.
1.José Vicente Rangel. Lo hace y lo sabe hacer.
2. Isaías Rodriguez. Lo hace en privado.
3. Carlos Escarrá. Lo hace en público.
4. Ezequiel Díaz Rangel. Lo hace y no parece que lo hiciera.
5. Francisco Arias Cárdenas. Lo hace de la manera más dolorosa: guindándose.
6. Alfredo Toro Hardy. Lo hace a control remoto.
7. Luis F. Acosta Carlez. Lo hace acuñando moneditas de oro.
8. Evo Morales. Lo hace disfrazado de pordiosero.
9. Pedro Carreño. Lo hace con lealtad perruna.
10. German Mundaraín. Lo hace porque esa es su naturaleza.
11. Earle Herrera. Lo hace entre palo y palo.
12. Luis Britto García. Lo hace con finura.
13. Alberto Muller Rojas. Lo hace con disfraz de disidente.
14. Cilia Flores. Lo hace con impudicia.
15. Joseph Kennedy Jr. Lo hace en dólares.
En un extraordinario discurso en la Universidad Metropolitana, en 2004, José Rodríguez Iturbe decía que Mario Briceño Iragorry definió la servilidad de los intelectuales de la época gomecista como la “traición de los mejores”. Ahora, dice Rodríguez Iturbe, debe hablarse de “la complicidad de los peores”. En efecto, el régimen de Chávez está apuntalado por una pandilla de civiles mediocres y de militares ignorantes y codiciosos que Rodríguez Iturbe define como el “lumpenmilitariat”, un grupo empeñado en rebajar al país a su nivel.
Contra esta pretensión es necesario rebelarse abiertamente. Los lemas de la Venezuela libre y democrática deben ser: rebelión o esclavitud, rebelión o Zimbabue, rebelión ahora o ignorancia para siempre.
Frente a la adulación y a la dictadura la rebelíon es nuestro derecho pero, más importante aún, es nuestra obligación.