Venezuela: La sociedad sin ideas.
(Una reflexión pesimista sobre el momento actual).
“Más importante aún que sus ideas fue su férrea creencia en el poder de las ideas”.
Katrina Vanden Heuvel.
Editora de The Nation.
Hablando del recientemente fallecido William Buckley.
La reciente muerte del intelectual conservador William Buckley ha servido para que la prensa norteamericana haya dedicado mucho espacio a realzar el valor de las ideas. Y no solo su valor sino, más importante aún, su poder civilizador. Uno de los tributos más conmovedores a la trayectoria de Buckley fue escrito por una de sus aguerridas adversarias, Katrina Vanden Heuvel., la editora de la muy liberal revista The Nation. Ella hizo notar que Bukley cultivó durante su vida el intercambio abierto y la amistad de muchos quienes pensaban de manera diametralmente opuesta, incluyendo a John Kenneth Galbraith. USA atraviesa actualmente por una etapa de mediocrización de los sectores políticos e intelectuales, una etapa en la cuál el fenómeno de la notoriedad está asfixiando la altura y calidad del debate basado en las ideas. La sociedad norteamericana se encuentra capturada por la atención a, por ejemplo, París Hilton y Tiger Woods y relativamente alejada de la intensa interacción de ideas que la caracterizó en épocas pasadas y que sustentó por mucho tiempo su progreso social.
Si esto es cierto en USA, es más cierto aún en Venezuela. Los venezolanos tenemos ya algunas décadas alejados del ejercicio intelectual. La vida venezolana se ha reducido a un presente eterno. Ha desaparecido la apreciación por el pasado, un pasado que ha tenido momentos de gran brillo,de los cuáles podemos sentirnos justamente orgullosos y podemos encontrar valiosos ejemplos de valor, integridad y dedicación ciudadanas. El desdén por el pasado coincide con una casi total indiferencia hacia el futuro. La visión de nación y los planes para construir una sociedad mejor han dado paso a una lucha mezquina por posiciones políticas y materiales de corto plazo, en la cuál participan sin pudor los miembros del gobierno y de la oposición, los ricos y los pobres. El campo de batalla es un presente turbulento y caracterizado por la pérdida del decoro y del sentido del honor. Ha desaparecido mucho del deseo genuino por contribuir al bien colectivo.
Lo que pareció en 1998 una buena idea, esa de un corte radical con el pasado, nos ha proporcionado una lección trágica: No todo cambio es para mejorar. Lo que prometía ser el inicio de una nueva etapa política liberada de un bipartidismo corrupto e ineficiente ha resultado ser una etapa política caracterizada por un régimen populista, hiper-corrupto, manejado por un analfabeta funcional. Hemos caído en manos de un caudillo carente de otras ideas que no sean las sembradas por una sucesión de aventureros como Ceresole, Izarra, Harnecker, Muller Rojas y El Troudi, más propias para el Siglo XIX que para este nuevo milenio. En el nuevo presente venezolano la pobreza de ideas va acompañada de la vulgaridad y el insulto. La carencia de visión y de planes para la construcción de una sociedad mejor pretende ser reemplazada por una política de dádivas que ha comprometido aún más el futuro de nuestra sociedad, al crear una sociedad de mendicantes y pedigueños en lugar de crear nuevos ciudadanos.
La oposición no luce mejor. Aunque han surgido algunas señales esperanzadoras de efectiva renovación, sobretodo a nivel de la juventud, es doloroso observar como casi todos sus pretendidos líderes están empeñados en tratar de ubicarse en posiciones de poder político, sin antes esforzarse en limpiar a fondo la basura administrativa e institucional que nos agobia. Inclusive uno que otro jóven ha cedido ya a esa fácil tentación. Pretenden nuestros líderes oposicionistas montarse en el mismo autobús lleno de excrementos en el cuál viaja el régimen actual, aún parcialmente manejado por los actuales profesionales del volante, en lugar de proceder a una fumigación total, previa a su ocupación por los nuevos pasajeros. En este proceso de barrer la basura debajo de la alfombra institucional, el liderazgo opositor actual pretende delegar en quienes vendrán después el efectivo proceso de limpieza que debe ser nuestro deber llevar a cabo ahora, sin demoras.
Por ello creo que tanto el chavismo, esa pandilla compuesta por no más de unos doscientos venezolanos y venezolanas esencialmente incapaces, como la oposición representada por Rosales, Petkoff y Borges, son parte de una misma tragedia venezolana, co-habitan el mismo desierto de las ideas y comparten el abandono de los planes y de la visión que nuestra sociedad tendrá que generar, a fin de salir de la mediocridad. En la oposición no abundan los visionarios con sentido de grandeza sino los candidatos a alcaldes.
Y no es que no necesitemos candidatos a alcaldes. Es que sin una visión de futuro, los nuevos alcaldes solo serán pequeños burócratas muy parecidos a los anteriores. Continuarán estando obligados a dar dádivas para aferrarse al poder, a utilizar las estrategias trágicas del populismo y a ir abandonando, día a día, los sueños que pudieran haber tenido antes de que fuesen reclutados para el creciente ejército de la Venezuela mediocre.
Pocos de nuestros intelectuales se han ido por el camino de la violencia. Los más se han convertido en modernas versiones de la voz bíblica que clama en el desierto. Arturo Uslar Pietri fue un Reinaldo Solar intelectualmente realizado, quien rehusó unirse a los hombres de a caballo. Sin embargo, ni aún su genio y su extensa trayectoria didáctica pudo lograr el profundo cambio actitudinal que requiere el venezolano.
No hay razones para ser optimistas, al menos en el mediano plazo.
(Una reflexión pesimista sobre el momento actual).
“Más importante aún que sus ideas fue su férrea creencia en el poder de las ideas”.
Katrina Vanden Heuvel.
Editora de The Nation.
Hablando del recientemente fallecido William Buckley.
La reciente muerte del intelectual conservador William Buckley ha servido para que la prensa norteamericana haya dedicado mucho espacio a realzar el valor de las ideas. Y no solo su valor sino, más importante aún, su poder civilizador. Uno de los tributos más conmovedores a la trayectoria de Buckley fue escrito por una de sus aguerridas adversarias, Katrina Vanden Heuvel., la editora de la muy liberal revista The Nation. Ella hizo notar que Bukley cultivó durante su vida el intercambio abierto y la amistad de muchos quienes pensaban de manera diametralmente opuesta, incluyendo a John Kenneth Galbraith. USA atraviesa actualmente por una etapa de mediocrización de los sectores políticos e intelectuales, una etapa en la cuál el fenómeno de la notoriedad está asfixiando la altura y calidad del debate basado en las ideas. La sociedad norteamericana se encuentra capturada por la atención a, por ejemplo, París Hilton y Tiger Woods y relativamente alejada de la intensa interacción de ideas que la caracterizó en épocas pasadas y que sustentó por mucho tiempo su progreso social.
Si esto es cierto en USA, es más cierto aún en Venezuela. Los venezolanos tenemos ya algunas décadas alejados del ejercicio intelectual. La vida venezolana se ha reducido a un presente eterno. Ha desaparecido la apreciación por el pasado, un pasado que ha tenido momentos de gran brillo,de los cuáles podemos sentirnos justamente orgullosos y podemos encontrar valiosos ejemplos de valor, integridad y dedicación ciudadanas. El desdén por el pasado coincide con una casi total indiferencia hacia el futuro. La visión de nación y los planes para construir una sociedad mejor han dado paso a una lucha mezquina por posiciones políticas y materiales de corto plazo, en la cuál participan sin pudor los miembros del gobierno y de la oposición, los ricos y los pobres. El campo de batalla es un presente turbulento y caracterizado por la pérdida del decoro y del sentido del honor. Ha desaparecido mucho del deseo genuino por contribuir al bien colectivo.
Lo que pareció en 1998 una buena idea, esa de un corte radical con el pasado, nos ha proporcionado una lección trágica: No todo cambio es para mejorar. Lo que prometía ser el inicio de una nueva etapa política liberada de un bipartidismo corrupto e ineficiente ha resultado ser una etapa política caracterizada por un régimen populista, hiper-corrupto, manejado por un analfabeta funcional. Hemos caído en manos de un caudillo carente de otras ideas que no sean las sembradas por una sucesión de aventureros como Ceresole, Izarra, Harnecker, Muller Rojas y El Troudi, más propias para el Siglo XIX que para este nuevo milenio. En el nuevo presente venezolano la pobreza de ideas va acompañada de la vulgaridad y el insulto. La carencia de visión y de planes para la construcción de una sociedad mejor pretende ser reemplazada por una política de dádivas que ha comprometido aún más el futuro de nuestra sociedad, al crear una sociedad de mendicantes y pedigueños en lugar de crear nuevos ciudadanos.
La oposición no luce mejor. Aunque han surgido algunas señales esperanzadoras de efectiva renovación, sobretodo a nivel de la juventud, es doloroso observar como casi todos sus pretendidos líderes están empeñados en tratar de ubicarse en posiciones de poder político, sin antes esforzarse en limpiar a fondo la basura administrativa e institucional que nos agobia. Inclusive uno que otro jóven ha cedido ya a esa fácil tentación. Pretenden nuestros líderes oposicionistas montarse en el mismo autobús lleno de excrementos en el cuál viaja el régimen actual, aún parcialmente manejado por los actuales profesionales del volante, en lugar de proceder a una fumigación total, previa a su ocupación por los nuevos pasajeros. En este proceso de barrer la basura debajo de la alfombra institucional, el liderazgo opositor actual pretende delegar en quienes vendrán después el efectivo proceso de limpieza que debe ser nuestro deber llevar a cabo ahora, sin demoras.
Por ello creo que tanto el chavismo, esa pandilla compuesta por no más de unos doscientos venezolanos y venezolanas esencialmente incapaces, como la oposición representada por Rosales, Petkoff y Borges, son parte de una misma tragedia venezolana, co-habitan el mismo desierto de las ideas y comparten el abandono de los planes y de la visión que nuestra sociedad tendrá que generar, a fin de salir de la mediocridad. En la oposición no abundan los visionarios con sentido de grandeza sino los candidatos a alcaldes.
Y no es que no necesitemos candidatos a alcaldes. Es que sin una visión de futuro, los nuevos alcaldes solo serán pequeños burócratas muy parecidos a los anteriores. Continuarán estando obligados a dar dádivas para aferrarse al poder, a utilizar las estrategias trágicas del populismo y a ir abandonando, día a día, los sueños que pudieran haber tenido antes de que fuesen reclutados para el creciente ejército de la Venezuela mediocre.
Pocos de nuestros intelectuales se han ido por el camino de la violencia. Los más se han convertido en modernas versiones de la voz bíblica que clama en el desierto. Arturo Uslar Pietri fue un Reinaldo Solar intelectualmente realizado, quien rehusó unirse a los hombres de a caballo. Sin embargo, ni aún su genio y su extensa trayectoria didáctica pudo lograr el profundo cambio actitudinal que requiere el venezolano.
No hay razones para ser optimistas, al menos en el mediano plazo.
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