domingo, 14 de marzo de 2010

Un artículo falsamente atribuído a Manuél Caballero


HEMOS RECIBIDO ESTA ACLARATORIA DE MANUEL CABALLERO SOBRE EL ARTÍCULO QUE COMENTAMOS ABAJO, EL CUAL NO FUE ESCRITO POR EL. LE PEDIMOS EXCUSAS A MANUÉL CABALLERO.
Estimado Gustavo Coronel :
Desde hace algún tiempo —años— se me viene atribuyendo un escrito mío supuestamente publicado en la revista Veintiuno. Debo aclarar (ya me estoy cansando de hacerlo) que no sólo ese artículo no es mío sino que jamás de los jamases escribí nada para esa revista. Es más, en cierto momento les reclamé que hubiesen publicado (como me habían dicho) algo con mi nombre, y me demostraron que nunca habían publicado nada mío.Si Ud, que me lee tan atentamente, es capaz de creer que yo haya escrito semejante cursilería, puedo decir entonces que he arado en el mar. Por favor, desmienta a quien le pregunte por esto. Yo no creo escribir tan mal. Amigo,
MC


El escrito falsamente atribuído a Caballero comienza hablando de la Venezuela gozona del barato, dáme dos, una Venezuela sin exiliados. Agrega que, “el destino nos alcanzó, como en la película y nos sumamos al resto de países latinoamericanos como Argentina, Perú, Ecuador, Colombia, Rep. Dominicana o el Salvador, que luchan por un empleo de tercera en cualquiera de los países del primer mundo”. Este párrafo nos pareció un tanto pesimista pero no exento de mucha verdad. Por sí solo no iba a constituir motivo de preocupación para mí. El autor describe como han surgido comunidades venezolanas en USA y en Europa, en búsqueda fuera de nuestras fronteras de lo que no han podido encontrar dentro del país: “trabajo, seguridad y una manera digna de vivir y de labrarse un futuro”. En esto también concordamos con el autor puesto que pensamos que el ser humano tiene derecho a la búsqueda de la felicidad dentro de límites honestos.
Nuestra preocupación comenzó al leer el siguiente párrafo, donde se hace una comparación entre los inmigrantes que llegaron a Venezuela y los venezolanos que ahora se ausentan: “Portugueses, italianos, españoles, eslavos, judíos y alemanes, fueron llegando a nuestras costas como sobrantes de una post-guerra de miseria y necesidades. Ahora hijos y nietos de esta marea aluvional, regresan a los países de donde vinieron los ancestros, para encontrar que valen lo mismo que un africano de patera o un colombiano sin papeles: o sea nada”. Este párrafo contiene, al menos, dos afirmaciones muy discutibles. Una, esa del caracter “aluvional” de la inmigración europea a Venezuela después de la segunda guerra mundial. El autor los define como “sobrantes de una post-guerra de miserias…”. Creo que esta es una apreciación que subvalora tanto la calidad de estos grupos, como el impacto positivo que tuvieron en la vida venezolana. Pienso que suena peyorativo en su apreciación, sobretodo porque aluvional suena a caótico, a algo masivo e indiferenciado. Creo que hay evidencias significativas de que esta inmigración fue muy beneficiosa para Venezuela y nos dió pequeños empresarios, artesanos, artistas, intelectuales y trabajadores del agro que introdujeron un bienvenido aire de progreso y cultura ciudadana en nuestra sociedad. Su segunda afirmación discutible es que nuestros emigrantes tienen el “mismo valor de un africano o un colombiano sin papeles: o sea nada”. En mi experiencia de auto-exiliado creo que esto no es así. No todos los venezolanos son objeto de rechazo y desprecio por las sociedades de los países adonde van. Muchos somos aceptados, ciertamente no rechazados, en base a nuestro valor como individuos y algunos llegan a convertirse en factores sociales importantes en su nuevo ambiente. Lo que dice el autor parecería indicar que emigrar conlleva una automática pérdida de prestigio social para quien emigra y ello, en mi experiencia, no es así. Más aún, en mi caso particular, lo cuál pudiera no ser lo frecuente, he recibido mucho más reconocimiento fuera de mi país que adentro.
Aun cuando un venezolano profesional llegue a otro país a manejar un taxi o como empleado de una tienda, encuentra que estas labores no son objeto de estigma sino que son perfectamente respetables en sociedades donde un carpintero puede vivir a un similar nivel de un ingeniero, como sucede en USA.
Tampoco es estadisticamente cierta la siguiente afirmación: “El venezolano de clase media que emigra buscando la esperanza en otros países, ve convertidos sus títulos e innumerables postgrados en sólo papel mojado y generalmente termina aceptando el primer trabajo de mesonero o empleado que le permita pagar el alquiler y sobrevivir al invierno”. No dudamos que haya casos tristes pero es también cierto que hay igual o mayor número de casos de rápida adaptación. Si un profesional venezolano llega a USA o Canada o España con un título profesional, la más de las veces estos títulos, sobretodo sus postgrados, se convierten en rutas hacia un empleo digno. No dudo que algunos compatriotas hayan tenido que ser mesoneros con un título de la “Simón Bolívar” pero ello no es la regla que parecería pintarnos el autor. Es posible que nuestro anónimo escritor se refiera a los graduados en la Universidad Bolivariana.
No comento lo dicho por el autor sobre el atraso de la condición femenina en Europa con relación a Venezuela porque no tengo experiencia de vida en esos países pero no creo que ello sea cierto en USA o Canadá, países donde la mujer ha logrado un sitio bastante parecido a la igualdad. Es cierto que el papel y el progreso de la mujer ha sido una de las buenas noticias en una sociedad venezolana caracterizada por la mediocridad, pero también es cierto que en los países del norte el papel de la mujer no es menos destacado.
La siguiente frase si suena como una caricatura y no es representativa de la verdadera situación: “Y el Norte, el Norte sigue siendo una quimera a ritmo de merengue venezolano, que atrocidad!. Un Norte de Migra persiguiendo petareños por la calle Ocho de Miami, de policías aduaneros que prácticamente te instalan un localizador satelital para encontrarte post vencimiento visa turística”. Esto no es así. Más aún, se encuentran por millares los compatriotas que viven en el norte sin tener sus papeles en regla y, a pesar de esto, han encontrado una manera razonable de vivir. Sin embargo, nadie puede esperar tener derechos de permanencia y de atención por parte del estado si no está legalmente en el país. Eso no se le puede pedir a ningun país. Ni a mí ni a mis amigos los persigue la Migra por las calles por una razón muy sencilla: tenemos nuestros papeles en regla. Nadie me ha llamado nunca “balsero del aire”. Concuerdo con el autor en que las autoridades de inmigración se han puesto más rudas y desagradables que antes. En Londres mi esposa y yo fuimos objeto de un interrogatorio especial por tener pasaportes venezolanos y ello es irritante. Sin embargo debo decir que nunca he encontrado tanto patán y tanta rudeza como en los aeropuertos de mi propio país, Venezuela. La última vez que estuve allá me robaron mi maletín con todos mis objetos personales (menos el pasaporte y cartera que tenía en los bolsillos). Y fue alguien que trabajaba en el aeropuerto, como me lo confesó un guardia nazi-onal cercano al hecho.
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He recibido varias versiones de este escrito. En una de ellas hay un párrafo final que no veo en otras versiones. Es el siguiente: “Por que carajo no cambiamos nuestros horizontes y en vez de huir buscando un "sueño americano" ¿Porque no buscamos un "SUEÑO VENEZOLANO", este pais tiene todo lo que cualquier pais del mundo desearia, lo que nos falta es coraje para enfrentar de verdad las injusticias y lograr que los que estan engañados se den cuenta y reaccionen positivamente al sueño que todos tenemos de lograr un pais con futuro para nuestros hijos, y no hullendo (sic) en busca de un mundo de fantasias,... pero de otros, donde nos desprecian y humillan por no tener el valor de defender lo nuestro”.
Debo discrepar de su contenido. En primer lugar, no hay un sueño “americano”o un sueño “venezolano”. Lo que existe es un sueño de cada uno de nosotros de lograr una vida digna, civilizada, donde no tengamos miedo a salir a la calle y donde los vecinos sean aliados nuestros en el progreso de la sociedad. Donde tengamos un hogar, un auto, una escuela decente para nuestros hijos. Esos deseos se han dado en llamar el sueño “americano”porque es en ese país donde parece ser más factible llegar a concretarlo, dado el grado de avance que exhibe la sociedad estadounidense. Es en ese país donde el individuo parece tener iguales oportunidades. Parecería evidente que en la venezuela de Hugo Chávez ese sueño es de muy dificil realización.Por eso es que la emigración ha aumentado. Nuestro pais no tiene todo lo necesario o deseable. Para comenzar, no hay un gobierno democrático y honesto, no hay funcionarios públicos eficientes y honestos, no hay igualdad ante la ley, no hay transparencia en el manejo de los bienes nacionales, no hay tolerancia hacia la disidencia, no hay luz, no hay agua, no hay leche, no hay azúcar, no hay hospitales bien dotados, no hay escuelas dignas..etc. Y entonces?
Quienes se van no buscan un mundo de fantasías, al contrario, buscan un mundo donde muchas de estas cosas deseadas son ya una realidad. No es como dice el párrafo que debemos lograr una Venezuela con futuro para nuestros hijos sino que debemos lograr un país con futuro para nuestros hijos, llámese o no Venezuela.
Creo que lo importante en este dilema del venezolano de hoy es no criticar a quienes se van del país o criticar a quienes se quedan, sino respetar la decisión de cada quien en la búsqueda de su destino. Un emigrante puede resultar mucho más valioso para su país al irse y formarse y, eventualmente, regresar a trasplantar su experiencia en su patria, que alguien que se quede en el país y se vaya embruteciendo o resignando a la situación de avasallante mediocridad que se ha instalado en el país.






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