miércoles, 19 de mayo de 2010

Dos revoluciones: una asesina, otra roba gallinas.

Desde su llegada al poder, dice Juan Antonio Mueller, Fidel Castro promovió el genocidio político más sanguinario que recuerde nuestro continente. El paredón de fusilamiento establecido en la Fortaleza de la Cabaña desde 1959 asistió a más de cinco mil fusilamientos, cuatrocientos de ellos en una sola noche. El Ché Guevara asesinó personalmente a muchos Cubanos. La revolución cubana, que ya tiene más de 50 años en el poder más absoluto, ha sido una revolución sangrienta.
En contraste la revolución que llamamos chavista pués no puede llamarse venezolana ,ya que nunca ha tenido el apoyo mayoritario del pueblo, no ha sido tan sangrienta. Sin embargo, no ha estado exenta de violencia. Chávez tiene la responsabilidad por la muerte de más de cien venezolanos inocentes durante su estúpido intento de golpe de estado contra Carlos Andrés Pérez y por haber intentado asesinar a la familia del presidente. Sin embargo, aún este intento fracasado de magnicidio palidece frente la masacre cubana.
Lo de Hugo Chávez no es tanto asesinato como robo de gallinas. Uno de sus varios problemas mentales tiene que ver con una compulsión de regalar lo ajeno, lo cual lo ha llevado a sustraer grandes cantidades de dinero y de petróleo propiedad de la nación para regalarla a sus amigos y así crearse fama de espléndido con lo que no es de él. En esa onda comenzó por abusar de los bienes nacionales en gran escala, como es el regalo de unos $15.000 millones a la Cuba de los Castro, en forma de petróleo fuertemente subsidiado. Pero ahora la ha tomado por dedicarse al asalto de pequeñas fincas como las del Capitán Carlos Guyón y Diego Arria. En el caso de “La Carolina”, la finca de Arria, Chávez ha sido especialmente agresivo pués, según reportan cronistas como Adolfo Talhyardat, de la finca se han llevado pertenencias personales de la familia Arria, así como algunos caballos. No dudamos que una que otra gallina haya sido digerida por los revolucionarios, en ejercicio del “derecho del pueblo de usufructuar la propiedad de lso ricos”, como predica Chávez.. Esta práctica asalta gallinas se remonta a los años de Ezequiél Zamora, el ídolo de Chávez, un forajido cuyo odio estuvo reservado para los “ricos” y sus tendencias gastronómicas para el ganado que encontraba a su paso, el cual era transformado rapidamente en carne a la parrilla por sus matreros.
175.000 seres humanos y siete millones de reses murieron durante los cinco años de la llamada Guerra Federal, una guerra de montoneras y aventureros, en la cual Ezequiél Zamora jugó el papel de gran promotor. Ahora, Hugo Chávez, en su memoria, se dedica con empeño a la tarea de quitarle la propiedad de la tierra, sus cultivos y sus ganados, a la gente que las tiene en producción. Lo hace por odio, por deseos de destruir. Y lo está logrando. En eso ha sido exitoso.
Así como Fidel Castro es un revolucionario asesino, Hugo Chávez ha devenido en un revolucionario ladrón de gallinas.
Cada quien pasará a la historia como lo que fué.

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