Estoy terminando de paladear un libro escrito por Mary Hollingsworth * sobre la vida de Ippolito D’Este, el segundo hijo de Alfonso D’Este y Lucrecia Borgia y nieto del Duque de ferrara y Eleonora de Aragon. Lucrecia era la hija de Rodrigo Borgia, conocido como el Papa Alejandro VI y de su concubina, Vanessa d’Cataneis. Lo mas fascinante del libro es la decripción que hace de la vida cotidiana en Ferrara y en la corte de Francisco I, rey de Francia, de la manera como vestían, comían y actuaban los habitantes de la época. El libro narra esencialmente el progreso de los esfuerzos de Ippolito por obtener el sombrero de cardenal, en un ambiente muy político, donde la corrupción burocrática y las ambiciones personales ocupaban lugar preponderante. Sorprende, sin embargo, el cuidado con el cual Ippolito llevó la contabilidad de su palacio, con administradores quienes registraban la compra y el destino de cada clavo, cada pollo, cada mula adquirida, así como todas las donaciones, limosnas y sobornos dados o pagados en el curso del tiempo.
El libro describe un banquete típico de la época en el palacio de Ippolito. En el dia de San Bernardino el menú consistió de pescados. Los asistentes, 54, pasaron la tarde viendo competencias de caballería. Luego se sentaron a escuchar un concierto. Se trasladaron al jardín, ya que el banquete era “al fresco”. Los músicos tocaban melodías bajo una tienda decorada profusamente con flores. La credenza, mesa auxiliar para los platos de la cena, estaba llena de platería que brillaba a la luz de las antorchas. A su lado se encontraban los vinos. La mesa de la cena estaba cubierta con trse capas de manteles de lino blanco, y en cada puesto había una servilleta de lino blanco plegadas en formas artísticas, así como un cuchillo de plata y el pan. La mesa estaba decorada con flores y saleros y quince grandes esculturas hechas de azúcar, representando a Venus, Baco Y Cupido (era un banquete de homenaje a unos novios, no el banquete de bodas). Al sentarse los huéspedes recibieron un recipiente de plata con agua perfumada para lavarse las manos. Luego llegaron los antipastos o Hors d’ouvres: espárragos, annchoas, pastas diversas, marzapán y varias hierbas. Ellos fueron seguidos de 18 platos, ninguno muy grande pero todos presentados de manera exquisita y amenizados por música especialmente seleccionada para cada plato. La cena duró siete horas. El primer plato fue acompañado por una arenga de tombones y cornos. Era un enorme esturión decorado con las armas de Ippolito. Luego vino una perca a la francesa. Cada plato estaba acompañado de pequeños platos auxiliares. Con la llegada del quinto plato aparecieron los payasos y saltimbanquis. El noveno plato consistió de mil ostras acompañadas de rrozos de naranjas y peras. En este punto medio de la cena, los manteles fueron removidos y reemplazados por nuevos, con nuevas esculturas representando quince desnudos hechos con galleta. La segunda parte del banquete comenzó con caviar y ensaladas y acompañamiento de madrigales. Luego vendrían los pulpos fritos, el macarroni a la napolitana, los vegetales a la parmesana, las frutas almibaradas y las tortas, acompañadas por una pequeña orquesta de cámara. Al final Ippolito distribuyó regalos entre los asistentes: collares, brazaletes, zarcillos, anillos y guantes perfumados.
Los empleados de Ippolito eran 22 al principio,luego pasarían de cien. Los caballeros del séquito ganaban unos cien escudos de oro al año, algo así como $6000 al cambio actual aunque esto es muy aproximado. El escudo de oro compraba unos 30 pollos y si un pollo vale $2 actualmente, el escudo valdría approximadamente $60. El encargado de los establos ganaba 41 escudos al año, unos $2450.
El atavío era fundamental. Como todo era hecho a mano la calidad de los materiales era el signo de prestigio, ya que no existía la marca. En esa epoca no existían los Ermenegildos Zegna. Un atavío completo con camisa de lino , jubón, saglio (sayo?) de damasco, abrigo de terciopelo, calzas, pantalones, zapatos o botas y guantes, podía estar en el orden de los 100 escudos, es decir, unos $6000. Ippolito tenía 7 camisas, 14 jubones, 11 pantalones, 11 sayos, 46 abrigos o mantos, 29 sombreros, 5 pares de botas, 54 pares de zapatos, 4 gorros de dormir, 102 pañuelos y 15 pares de guantes. Lo más costoso de los guantes era el perfume que se usaba, el azmizcle, así como el ambergris derivado de los intestinos de las ballenas de esperma, el cual costaba 417 escudos el kilo, uno $2500.
Las actividades en la corte de Francisco I, donde permaneció Ippolito hasta lograr su sombrero de cardenal, eran el juego de cartas, el juego de tenis, las tenidas de caballería, la guerra, los banquetes y, suponemos, las intrigas amorosas.
La salud de los demás era objeto de continuo estudio y análisis, ya que la muerte de un rival podía mejorar posiciones en la corte o, al revés, la muerte de un aliado perjudicarlas. La expectativa de vida era bastante más larga de lo que uno sospecharía en un mundo sin antibióticos, unos 55 años para los nobles, menos para los “escuálidos”de la época.
Ippolito fue nombrado arzobispo de Milán a los nueve años pero tuvo que esperar 20 años más para recibir su sombrero de cardenal. Ello fue finalmente posible por el pago de unos 47.000 escudos que le hizo el hermano Ercole al Papa Pablo III. Ya para la época de su nombramiento cardenalicio Ippolito era tambien arzobispo de Lyon, además de ser arzobispo de Milán.
Ippolito, Cardenal de Ferrara, como fue llamado, solo se ordenó de sacerdote casi 30 años después, en 1564.
Como diría Oscar Yánes, así eran las cosas en esa época. Como dirían en Maracaibo: eso es pá que vos veáis…
* Este libro lo tomé prestado de la biblioteca de Vienna, Virginia. Desde que está allí, en 2005, solo había sido leído por una persona. Soy apenas el segundo. No saben lo que se han perdido.
En la actualidad no ha cambiado mucho el estilo de vida de los seguidores de Pedro.........es para reflexionar
ResponderEliminarJG
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ResponderEliminar¿Y qué quiere decir exactamente?