martes, 3 de agosto de 2010

Palabras de Luis Ugalde en El Nacional: La fiesta de la conciencia.



¿Qué estamos celebrando?

(Es lo primero que me pregunté al saber la noticia de esta atención de El Nacional conmigo. No vaya a ser que me pase lo que le ocurrió a un compañero mío que tenía un misal portátil con las lecturas especiales para los bautizos, los funerales y los matrimonios. En un matrimonio se equivocó de oración antes de la bendición final de la pareja y empezó con la oración de la misa de difuntos…) La duda me viene porque no celebramos mi despedida, pues yo no me voy. Tampoco la bienvenida, pues hace muchos años que estoy en El Nacional. ¿Qué celebramos?

Me inclino a pensar que en estos días estamos celebrando la fiesta de la CONCIENCIA, de eso que está en lo más profundo de cada uno y que en determinados momentos emerge soberana para orientarnos, darnos órdenes, juzgarnos, corregirnos y convertir nuestra fragilidad en valiente e inexpugnable resistencia en defensa de la dignidad humana. Nuestro yo, convertido en conciencia, es más que yo y en él se concentra la humanidad en lo que tiene de más divina y trascendente.

Recientemente en Venezuela se han elevado voces. Entre otros el cardenal Urosa habló para “denunciar el peligro que se cierne sobre nuestra querida Patria”, lo hizo “sin presión de ningún sector, y sin que nadie me mande a decir nada, sino obedeciendo sólo a la voz de mi conciencia como venezolano y arzobispo de Caracas”.

Cuando los poderes económicos, políticos y religiosos están seguros de tenernos dominados y sometidos y nuestras fuerzas frente a ellos parecen insignificantes, cuando el poder externo se nos impone con armas, leyes y policía y amenazan con aplastarnos como a un insecto, cuando los sistemas se adueñan de las personas, la silenciosa conciencia sorprende levantando la voz con libertad y fuerza increíble e indómita; como poderosa luz en la noche se oye la voz de los profetas ante las tiranías, la voz de los presos inocentes en huelga de hambre, la voz de los reformadores religiosos, la voz de Lutero, Galileo o Teresa de Calcuta, la voz de Martín Luther King o de Mons. Romero. La conciencia de los jóvenes enfrentando con las manos desnudas a los tanques rusos en Praga, haciendo multitud en la marcha contra la guerra de Vietnam en Washington, o la de Mandela y Fariñas en la cárcel o en huelga de hambre, a primera vista parecen inútiles ante los poderes que enfrentan sin más armas que la razón y la justicia.

Pero la verdad es otra y la historia demuestra que cuando a los tiranos les parece que todo lo tienen “atado y bien atado”, la voz de la conciencia se levanta de manera contagiosa, prende como fuego en sabana y millones de conciencias se movilizan para formar un incontenible ejercito desarmado y libre y… cae el muro de Berlín, al igual que el de Franco o el de Pinochet...

En Venezuela hay angustia y muchos creen que todo está perdido para la libertad, la dignidad, el respeto a la Constitución bolivariana y a la vida democrática. Permítanme decirles que no es así; hoy tenemos motivos de optimismo y esperanza porque por todas partes surgen conciencias que se activan con increíble fortaleza frente a imposiciones de sistemas que no queremos porque atentan contra la dignidad, la libertad y la inclusión democrática con justicia social.

Quienes quieren llevarnos a un sistema totalitario parecen controlar los recursos económicos, las armas, los medios de comunicación… todo para imponerlo; por eso algunos dan por perdido el juego. Pero se olvidan de un pequeño detalle: El poder tiene todo menos la adhesión de las conciencias limpias; hay millones y millones de conciencias de venezolanos adultos que, en la medida en que se activan, son más fuertes y decisivos que los tanques…

Además de agradecerles a todos este encuentro y a quienes, con Miguel Enrique Otero al frente, han tomado esta iniciativa, quisiera en esta casa citar a Miguel Otero Silva en su veta espiritual, sorprendente para muchos, cantando en su obra La Piedra que era Cristo el Espíritu irreductible que él descubre en Jesús de Nazaret. Jesús, calumniado como agitador, acusado de meterse en política y de irrespetar al Templo y la Ley, fue crucificado como malhechor.

Días después, sus asustados discípulos vieron con claridad, y experimentaron en su conciencia, que Jesús, justamente por haber donado su vida la encontró y resucitado fue puesto como camino de realización para la errante humanidad. Aquellos pobres e ignorantes pescadores salieron de los escondrijos para proclamar en plaza pública a Jesús como el Justo de Dios. Desde su conciencia, venciendo miedos, salieron a ofrecerla a la Humanidad la esperanza que le pertenece y la busca. Lógicamente los apresaron, los azotaron y les prohibieron seguir hablando a nombre del Crucificado. Pero ellos desde su indómita fragilidad, respondieron “juzguen ustedes mismos si hay que obedecer más a los hombres que a Dios. Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído” (Hechos 4,19)

Ese “no podemos callar” cambió la historia y cada día levanta nuevas esperanzas de humanidad…
Miguel Otero Silva, tomando pie de lo que nos dice el evangelio, nos presenta a Pedro y a Magdalena caminando juntos hacia el sepulcro vacío:

"Pedro, consciente ya de la fuerza universal que brotará del pecho de Jesús resurrecto y glorificado, acompaña a la mujer hasta el Gólgota. El más preeminente de los apóstoles de Cristo y la más rendida de sus discípulas, suben juntos a ver el sepulcro vacío y las mortajas abandonadas. Por el camino en ascenso, María Magdalena le va diciendo a Pedro: Ha resucitado para que así se cumplan las profecías de las Escrituras y adquiera validez su propio compromiso. Ha resucitado y ya nadie podrá volver a darle muerte. Aunque nuevos saduceos intentarán convertir su evangelio, que es la espada de los pobres, en escudo amparador de los privilegios de los ricos, no lograrán matarlo. Aunque nuevos herodianos pretenderán valerse de su nombre para hacer más lacerante el yugo que doblega la nuca de los prisioneros, no lograrán matarlo. Aunque izando su insignia como bandera se desatarán guerras inicuas, y se harán llamear hogueras de tortura, y se humillarán a las mujeres, y se esclavizarán razas y naciones, no lograrán matarlo. Él ha resucitado y vivirá por siempre en la música del agua, en los colores de las rosas, en la risa del niño, en la savia profunda de la humanidad, en la paz de los pueblos, en la rebelión de los oprimidos, sí, en la rebelión de los oprimidos, en el amor sin lágrimas”.

Estas inspiradas palabras, con las que Miguel Otero Silva cierra su libro, prenden en las conciencias y derriban cercas y fronteras, demostrando que el amor es más fuerte que la muerte y la libertad más poderosa que los cañones.

La inmensa mayoría de los venezolanos de diversos colores políticos estamos empeñados en volver a tener una Asamblea Legislativa que represente a la pluralidad del país, que sea ágora para el diálogo entre los diversos, y contraloría libre y valiente para exigir la transparencia y eficiencia del Ejecutivo. Les invito a que esta noche celebremos esta fiesta de la conciencia con un recuerdo especial para los pobres, los presos, los desterrados, los desilusionados, los temerosos y las víctimas de la corrupción y de la podredumbre en Venezuela. Brindemos por la esperanza que no muere y por el “triunfo de la Libertad sobre el Despotismo”, iniciado hace doscientos años como el camino de nuestra Independencia y de la Dignidad Nacional.


Luis Ugalde

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