sábado, 4 de septiembre de 2010

El sucesor del dictador lo critica publicamente




Pudiéramos hacer un ejercicio de la imaginación y decir que, después del triste fin del dictador, asfixiado con un trozo de chicharrón, su sucesor, llamado El Breve, convocó a una reunión del partido del régimen y les habló de la manera siguiente:

“Compañeros: Después de la muerte del dictador es necesario que comprendamos que es totalmente inadmisible para el espíritu del marxismo-leninismo elevar una persona, transformarlo en una especie de super-hombre con cualidades sobrenaturales similares a las de un dios. Ese hombre pretendía saberlo todo, verlo todo, pensar por todos, hacerlo todo y ser infalible…..
Marx decía: Tengo gran antipatía por el culto del individuo. Nunca hice público los elogios que me dirigían. Ni siquiera los respondía. Engels y yo eramos de la opinión que todo culto a la personalidad debía ser eliminado de los estatutos del partido. Por su parte Engels decía: Marx y yo siempre hemos estado contra cualquiera manifestación de culto al individuo y siempre nos hemos opuesto a tales manifestaciones cuando nos concernían personalmente.
Para ellos el partido era el maestro del individuo, no al revés.
El dictador actuaba no en base a persuasión, explicaciones y paciente cooperación con la gente sino mediante la imposición de sus conceptos y exigiendo una sumisión total a sus opiniones. Quien se opusiera a ello estaba condenado al ostracismo del liderazgo y a su eventual aniquilación moral o física.
El dictador creó el concepto de “enemigo del pueblo”. Este término hacía innecesario probar que la persona en entredicho hbía cometido un crimen. Permitía la más cruel represión y la violación de todas las normas legales contra quienes disentían del dictador. Este término eliminaba la posibilidad de un diálogo y solo aceptaba la “confesión” de la persona señalada.
El dictador descartó el méodo leninista de la persuasión, del convencimiento y de la educación, reemplazándolo con el terror de estado…violando todas las normas de la ética y las leyes.
El dictador era un hombre muy desconfiado, enfermizo en sus sospechas. Podía vernos y preguntarnos por qué no lo veíamos de frente o por qué nuestros ojos parecían huidizos. En todas partes veía espías, enemigos y gente de doble cara.
El mismo se auto-elogiaba diciendo: Soy el Lenin de hoy. Mi genio militar me permitió adivinar los planes del enemigo y derrotarlos.
Compañero: debemos eliminar para siempre el culto a la personalidad. El culto a la personalidad es una aberración y no cuadra con los principios de nuestro partido.

Grandes aplausos.

Nota: Estos son fragmentos del discurso secreto de Nikita Khrushchev sobre Stalin, dado a la publicidad por el Departamento de Estado de los Estados Unidos el 4 de junio de 1956.

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