domingo, 3 de octubre de 2010
Jojoy: "en momentos se unían al enemigo"
En sus ordenadores el desaparecido líder terrorista Mono Jojoy se quejaba de Castro y de Chávez porque “en momentos se unían al enemigo”. Esto quiere decir que, aunque la mayor parte del tiempo estaban junto a las FARC, de vez en cuando parecían distanciarse de ellos.
Esta admisión del Mono Jojoy corrobora, una vez más, la complicidad de Hugo Chávez, y de Fidel Castro con los narcoterroristas colombianos. Las organizaciones internacionales, incluyendo la OEA, la ONU, el FMI, la CAF, el BID y la Corte Internacional de La Haya, deberían tener muy presentes esta conchupancia entre el hamponato de las FARC y el hamponato político representado por los líderes del ALBA. Ya no es posible para el mundo civilizado seguir cuidando apariencias diplomáticas con un grupo hamponil. Las democracias no pueden coexistir pacificamente con esta pandilla de criminales y con quienes trabajan para ellos.
Hace unos días asistimos a un evento en Washington donde el presidente de la Universidad Católica “Andrés Bello”, José Virtuoso S.J., compartía la mesa principal con Bernardo Alvarez Herrera, un tarifado de Hugo Chávez (http://www.thedialogue.org/page.cfm?pageID=425&eventID=127) . Entendemos la posición de Virtuoso y de la institución organizadora, ya que Alvarez es el embajador de Chávez acreditado en los Estados Unidos, país que mantiene relaciones diplomáticas, aunque precarias, con el régimen del déspota. Sin embargo, todos quienes comprendan la magnitud del desastre venezolano y del crimen que el chavismo ha cometido contra el país deberían comenzar a tener una postura más intransigente con estos pandilleros del alba. Ese grupo de hampones representan lo opuesto de lo que es la democracia, la libertad y la actitud civilizada. Constituyen un lumpen políico hemisférico que debe ser aislado, objeto del establecimiento de lo que Betancourt llamaba un “cordón sanitario”.
Chávez y su pandilla no tienen cabida en el concierto de países civilizados. Creemos llegado el dia en el cual los ciudadanos latinoamericanos, comenzando por sus líderes cívicos, dejen de alternar en eventos públicos con ese malandraje.
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