jueves, 31 de marzo de 2011
EL chavismo: revolución o pozo séptico?
Sara García: la hermana perdida de Pepe Mujica.
La respuesta corta: ambos.
La respuesta detallada:
Una revolución es un cambio radical, por lo cual es estrictamente correcto definir al chavismo como tal. Sin embargo, en política generalmente se habla de una revolución para mejorar la situación. En este caso ha sido una revolución para empeorar la situación, un salto de la sartén a la candela, un viaje de guatemala para guatepeor. Después de trece años de pesadilla chavista nos encontramos con un país espiritual y materialmente destruído. Hemos tenido una revolución, sí, excepto que ella ha transformado la democracia imperfecta de la Venezuela 1980-1998 en una dictadura ignorante y codiciosa, a la usanza de las mediocres montoneras del siglo XIX venezolano.
De allí que se pueda hablar con propiedad de una “revolución”. También es totalmente apropiado hablar del chavismo como un pozo séptico, un gran recipiente de las mayores inmundicias que se han generado en la historia moderna del país: corrupción, incompetencia, mentiras, fraudes, abusos de poder, toda la gama maloliente de un pozo séptico ahora rebasado y fluyendo libremente por todas las calles del país.
Todos los días cae algo nuevo a ese pozo séptico. El asalto al fondo de pensiones de los empleados de PDVSA, las revelaciones de Makled, las intervenciones descaradas de Chávez en los asuntos internos de otros países, su compra de honores desfachatados como el premio que le acaba de dar una universidad mercenaria en Argentina, el crimen de las milicias tratando de adoctrinar ideologicamente a nuestros niños, o el soborno sistemático del gelatinoso liderazgo político del cono sur (Kirchner, Mujica, Lugo) para obtener apoyo a su moribundo régimen. Las declaraciones de ese hermano gemelo de Sara García que es José Mujica son ilustrativas de este proceso. Mujica decía anoche, lo vi en la TV, que el no puede juzgar moralmente a Sadam Hussein o a Gaddafi porque eso sería una “intervención”, pero el invertebrado (y mál vestido) presidente calla ante el dineral que Chávez le entrega a manos llenas para comprarle la conciencia. Solo ayer el déspota barinés le dió a una universidad uruguaya diez millones de dólares que pertenecían a los venezolanos, cuando aquí la educación es un verdadero desastre nacional. Y se los dió en pago de las declaraciones po-Gaddafi de ese coleóptero que tienen allá por presidente.
Mujica se vendió a Chávez.... otro que decepciona.
La prensa argentina ha reaccionado con indignación en contra de la genuflexa actitud de Cristina Kirchner en su relación con Chávez, la cual incluye el intento de hacer borrón y cuenta nueva con el amigo de Chávez, Ahmadinejad, por los eventos terroristas sufridos por Argentina a manos de los fanáticos iraníes.En Perú, Ollanta Umala hace toda clase de piruetas para ocultar el apoyo financiero que recibe de Chávez. Es tan cínico Chávez que acaba de decir que los “intentos de conectarlo a él con Umala son para dañar a Humala”, admitiendo que quien esté relacionado con él se convierte automaticamente en un forajido ante los ojos de la comunidad internacional civilizada. Nunca habíamos visto tanta podredumbre combinada con tanto orgullo de un gobernante por estar podrido.
Una de las pocas cosas buenas que ha salido de todo esto es que ya no hay dudas de que el chavismo está firmemente inscrito en el club de los regímenes forajidos del planeta. Se acabó toda pretensión de democracia de su parte. Ahora se declara orgulloso de apoyar a los dictadores del planeta: Ahmadinejad, Gaddafi, Castro, Mugabe, Lukashenko, toda la inmundicia concentrada en el relleno sanitario de la geopolítica. Por extensión, todo quienes apoyan a Chávez, fuera y dentro de nuestro país, integran ya esa legión o milicia de resentidos, ese inmenso peso muerto que la porción civilizada del mundo han tenido que tolerar y hasta echarse al hombro, hasta que llegue el momento de una confrontación final entre la luz y la oscuridad.
Revolución y pozo séptico andan de manos agarradas en el régimen de Hugo Chávez.
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