Visión de helicóptero

Me monto en un helicóptero y diviso la nación desde arriba. Así puedo ver mejor lo que nos está sucediendo. Veo las largas colas de gente esperando sus dádivas, su kilito de arroz, su litrico de leche, su bequita, sus píldoras para la tensión. En la cola hay ancianos, mujeres en estado, hombres jóvenes y viejos, toda esa gran masa de compatriotas quienes ya no pueden salir del foso de la pobreza y deben bajar la cabeza ante el paternalismo de estado cargado de demagogia y odio que maneja el taita Chávez.

Desde el helicóptero es posible ver como el país se endeuda en cabeza de Petróleos de Venezuela para que el dinero vaya a los bolsillos del dictador, a fin de alimentar sus proyectos políticos personales. Veo como en los costosos restaurantes de la capital se reunen los ministros y los burócratas menores del régimen a hacer sus negocios turbios con los boliburgueses.

Desde el helicóptero veo al Zulia a oscuras, a Guayana llena de protestas sindicales, a los Llanos saqueados por las familias del régimen, a los Andes agobiados por los secuestros y la inseguridad.

La Venezuela que puedo ver desde el helicóptero está en ruinas, las carreteras hundiéndose, los hospitales y escuelas colapsando, los puertos repletos de comida podrida.

Desde el helicóptero puedo ver la patética imágen de dos enfermos, uno venezolano, otro cubano, agarrados de la mano, acaramelados, sin cuidado ya por el que dirán, mientras sus países se van a la mismísma mierda, sacrificados en nombre de una perversa ideología que ha fracasado estruendosamente en todo sitio donde se ha tratado de implantar.