En este "Mapa de la Felicidad" preparado por la Universidad de Leicester, Inglaterra, puede verse que nos sentimos (es algo enteramente subjetivo) tan felices como quienes viven en USA, Australia, Escandinavia y Canada.
Según Gallup y Latinobarómetro, dos prestigiosas encuestadoras internacionales, los venezolanos integran una de las sociedades más “felices” del planeta. En sus comentarios estas empresas enfatizan la paradoja de un país de gente “feliz” donde, sin embargo, no hay democracia pero si hay apagones, escasez de alimentos, corrupción galopante, inseguridad, controles de todo tipo y baja calidad de vida. Ningún venezolano, en su sincero fuero interno, puede tomar esta “felicidad” como sinónimo de satisfacción con el estado de cosas, como lo han pretendido hacer los jerarcas chavistas. Aunque las paradojas, por definición, son esencialmente inexplicables, se me ocurre que uno de los componentes de nuestra “felicidad” es la desmemoria, esa facultad de recordar selectivamente solo lo que nos refuerza nuestro sentimiento de bienestar. Pensaba en esto al ver hoy, en Washington y en Nueva York, las ceremonias en los Estados Unidos en recuerdo de las víctimas de los atentados terroristas de Septiembre 2001. En estos dias he visto la insistencia de los medios y comunidades estadounidenses en recordar estas tragedias, en revivir aquel horror y he sentido la necesidad de dejar de ver y de leer. Yo quisiera olvidar aquello, quisiera olvidar la imagen de un ser humano en el aire, camino a la muerte por desesperación, al no poder salir del edificio en llamas. En USA hay una profunda memoria, hay una sincera y conmovedora reposición del dolor colectivo. Se habla de nuevo sobre el heroísmo de los bomberos de Nueva York, de los pasajeros quienes actuaron contra los terroristas sobre Pennsylvania. Todo ello es respetable pero doloroso, ese regreso al horror que fue el 9 de septiembre de 2011, en el cual casi tres mil personas perdieron la vida, incluyendo tres o cuatro venezolanos.
En nuestra Venezuela las cosas son diferentes. Todos los venezolanos quienes vivieron la victoria de Venezuela sobre Cuba hace 70 años aún recuerdan aquello. Yo lo recuerdo perfectamente. Me metía debajo de la cama cada vez que Cuba venía al bate y no salía de allí hasta que mi papá, pegado al radio, me decía: “hicimos el cero”.
Pero, quien recuerda, llora, rememora, la tragedia de Vargas, hace apenas 11 años? Allí murieron 30.000 o más compatriotas y todavía los sobrevivientes andan como gitanos, como judíos errantes, del tumbo al tambo, esperando un tratamiento de dignificados que nunca ha ido más allá de la promesa burlona. En términos de vida humana esta tragedia de Vargas produjo diez veces más muertes que la tragedia de Nueva York. Sin embargo, nadie la recuerda. Con un criterio selectivo hemos preferido pensar en lo bueno que nos pasó en 1941 pero no en lo trágico que nos ocurrió en 1999, cuando un estúpido Hugo Chávez habló de “obligar a la naturaleza a obedecerlo”.
La desmemoria selectiva nos ha hecho, quizás, más felices y ha servido para reforzar nuestro narcisismo colectivo. Somos los más hermosos, los más divertidos, que chéveres somos. Las “pequeñas” tragedias como la de Vargas no nos amilanan. Son rapidamente olvidadas. Nos nutrimos de las grandes hazañas de Bolívar y todo lo que nos rodea lo llamamaos Bolívar o bolivariano: avenidas, plazas, aeropuertos, programas, puentes, orquestas, revoluciones excrementicias, una obsesión que da náuseas. Hemos construído un panteón simiricuire de pseudo-figuras históricas como los ladrones de ganado zamoranos, los rapaces Monagas, los corruptos Guzmanes, los pomposos Ciprianos. Pero fuímos indiferentes a la caída de Rómulo Gallegos, a quien nadie defendió, o a la muerte de Andrés Eloy o de nuestros gigantes intelectuales: Uslar Pietri, Picón Salas y Briceño Iragorry. Ya nadie sabe quien fue Simón Chávez pero todos recuerdan al Inca Valero. No cultivamos verdaderos héroes civiles porque nos recuerden nuestros deberes pero si anti-héroes quienes han vivido disfrutando de sus derechos.
Soy un producto de la cultura venezolana, aunque modificado por mis años de vida fuera del país, casi la cuarta parte de mi vida. Ello me lleva a compartir parcialmente esa tendencia criolla y vernácula a olvidar lo desagradable. Quizás esa sea, después de todo, la clave de la felicidad, ansiosamente buscada por milenios por los viajeros a Shangri-La y por los utópicos franceses y anglosajones.
Quizás. No estoy nada seguro. Será lo nuestro felicidad o, simplemente, vivalapepismo? O es que, acaso, las dos vainas son lo mismo?
Mas bien, banalidad y superficialidad. Ganas de llamar la atención todo el tiempo. En Venezuela, cualquier cosa que parezca negativa se esconde debajo de la alfombra. De nuevo, ganas de lucirse ante los encuestadores. Fui uno de los poquísimos médicos que llego a Vargas inmediatamente después de la tragedia. Me desplace por tierra durante varias horas por voluntad propia al ver que el puente aéreo desde La Carlota estaba abarrotado de médicos que esperaban montarse en un avión o helicóptero para llegar al litoral; echando físico, pues. Pase en Vargas tres días trabajando en el "hospital" montado en el aeropuerto nacional, y por supuesto ninguno de esos médicos llego a ayudar. Ah! se me olvidaba: un reconocido intensivista del Hospital de Clínicas Caracas, con apellido italiano para mas senas, fue a "inspeccionar" que no a trabajar con pacientes. Es que ese país no tiene remedio, pura pantallería.
ResponderEliminarEs parte de la manera de llevar la vida en estas latitudes tropicales. En otras palabras: vivalapepismo. La gente de antes decía que alguien era "feliz" cuando era descuidado y/o irresponsable. "Fulana es feliz, no atiende a los hijos"
ResponderEliminarHace unso meses observé como dos mujeres humildes, en un día muy lluvioso, fueron empapapadas de la cabeza a los pies por una camioneta que, con evidente intención, aceleró en un charco durante un día lluvioso. No es que las dos pobres iban a matar al conductor malvado, pero me llamó la atención cómo se morían de la risa. Será que son antiparabólicas, vivalapepa, "felices"
Por supuesto, nada que ver con calidad de vida. Para que no salgan los partidarios de la bestia de Sabaneta a decir que es por la maravillosa obra de gobierno, este resultado es consistente con resultados obtenidos en otras épocas
Totalmente de acuerdo Sr. Gustavo.
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