jueves, 20 de octubre de 2011

Memo a Hugo Chávez

Asunto: El fin inevitable de todos los dictadores

No se trata de la muerte. Eso sucede a todos los seres humanos, dictadores o no. Se trata de la manera de morir y de su puesto en la historia. Casi todos los dictadores mueren violentamente. Trujillo abaleado, Somoza despedazado por una bomba, Mussolini guindado boca abajo como un cerdo. Hitler calcinado en su bunker. Hussein ahorcado. Gadaffi desangrado en un hueco, como lo muestra hoy la televisión árabe.

Pocos déspotas tienen la suerte de morir en su cama. Gómez, Cipriano Castro, Pinochet, algunos de los gorilas argentinos. Castro probablemente.

Pero no importa como mueren, la historia no es amable con ninguno de ellos. Parece triste que hombres quienes quisieron “transformar” al mundo hayan quedado como ejemplos de maldad y de locura. Su memoria se confunde en la conciencia colectiva con maldad, perversión y crueldad.

Es esa la suerte que usted desea? En 13 años de progresiva siembra de odio usted ha hecho méritos suficientes para pasar a la historia como un déspota más, en la ya larga línea de caudillos incultos que han oprimido a la América Latina.

Pero mientras haya vida siempre hay tiempo para rectificar y tratar de remendar, al menos parcialmente, un capote destrozado por la ineptitud y la corrupción del régimen que usted ha estructurado.

Háblele al país como un verdadero venezolano, no como un zombie cubano. Renuncie a sus irrealizables ilusiones y a sus torcidos deseos de venganza de clases. Llame a elecciones verdaderamente libres y democráticas. Deje que entre al país de nuevo el aire fresco de la libertad y de la convivencia democrática. Desmonte usted los absurdos controles financieros y los fondos paralelos que ha creado y devuélvale a las instituciones su autonomía.

Anclado en esa acción redentora, mediante el exorcismo de sus demonios, podrá usted adquirir la suficiente autoridad moral para exigir una verdadera inclusión social, la cual no es idéntica a la inclusión de solo una porción de la población sino que debe ser integralmente incluyente.

Y quizás, con ese cambio actitudinal de su parte, el país pueda regresar sin mayores sufrimientos a la normalidad.

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