Los Teques de mi adolescencia
Así como los perfumes tienen un gran poder de evocación, la muerte de una persona nos hace viajar hacia la época en la cual la veíamos jóven y bella. Hoy veo en la prensa caraqueña un recuerdo para Sara Domínguez de Lazo, fallecida hace un mes.
Sarita Domínguez Rivodó! Me lleva a Los Teques de mi niñez y de mi adolescencia.
Es una tarde asoleada de 1945. En mi mente la veo cruzar la esquina hacia la Vuelta del Paraíso, donde está su casa. El hermano de Sarita es muy simpático, lo llamamos Carlitos. Sara tiene una hermana mayor, no recuerdo su nombre.
Sarita se casaría con Henrique Lazo, el hermano mayor de Chilo. Y al pensar en Henrique pienso también en Alejandro Arteaga, con quien Henrique tendría una épica batalla, la cual tuvo de semi-fondo una menos famosa, entre uno de los Salaverría y el suscrito. Alejandro Arteaga, a su vez, me lleva a pensar en Julio Navarro, ya que Alejandro era el receptor de Julio en el beisból tequeño, creo que en el “Manatí”. En ese equipo jugaban Enrique García Maldonado, hijo de Alejandro (3a base), Tarcisio Fiorillo y lanzaba también Miguelito (?) Gordils.
Todos ellos eran mayores que yo, por si acaso. Los recuerdo ya adultos cuando yo era todavía un adolescente. Mi grupo era diferente, aunque casi todos eran también mayores que yo. Andaba yo caminando las calles de Los Teques, aprovechando la soledad y el frío de la noche, con Julio Barroeta Lara, Luis Ayesta, el Chino Landaeta, el negro Federico Escobar (nuestro mentor), Germán Luna, José Balbino León, un más maduro Elio Mujica y otros. Eramos un grupo hermanado por la timidez y la disimulábamos cubriéndonos con un manto de intelectualidad. Luna era un amante de la ópera, El Chino Landaeta era nuestro experto Marxista. Julio Barroeta Lara un pozo inagotable de ingeniosas frases y de buen humor. El negro Federico nos escuchaba en silencio hablar sobre Herman Hesse ("El Lobo estepario") y Tomás Mann ("La Montaña Mágica") , los novelistas que capturaron nuestra atención en esa época. Y luego nos hacía algunas reflexiones, casi siempre atinadas.
Mis contemporáneos y compañeros del Liceo “San José” eran David y Matías Gonzalez Gonzalez, Alí López Bosch, Carlos Alberto Moros (un poco menor). Italia nos hizo el maravilloso regalo de Antonio Pasquali, quien se alojó al llegar en la pensión de la Sra. Casado. Nuestros profesores eran los extraordinarios e inolvidables salesianos Isaías Ojeda, Jorge Losch, dos Padres Gonzalez y un Padre Simonchelli, sí como el Dr. Mendoza, esposo de Alicia y padre de Paco, Edgar y Chepina. Alicia era una de las mejores colaboradoras de mi mamá en el Hogar Escuela Infantil, junto con Consuelo Marturet, Mercedes Almosny y los doctores Aaron Benshimol y Manuél Morillo. Por las Cuatro Esquinas el "Morrocoy" Santaella tenía un negocio y más abajito estaba el taller de zapatería de Chicho Conzoño. Los barberos eran el ya anciano Gumersindo León, padre de los músicos y tremendo dominocista y Marrero, quien tardaba una eternidad en cortarme el pelo. Era uno de esos barberos exasperantes que habla mientras le da a la tijera en el aire, en la pata de la oreja de la víctima. Más tarde llegaría Antonio Capote, cuya barbería era un importante centro de chismografía, originando el nombre de Esquina del Dato.
Sobre las muchachas de la época no hablaré en detalle puesto que ello revelaría su edad, algo que no les agradaría. Sin embargo, dos de ellas, en especial, nutrieron mis mejores sueños de caballero andante, siempre listo para protegerlas del mál y lanzar mi “capa” para que no metieran sus piececillos en el pantano. Les escribía cuentos y les hacía versos detestables. Eso sí, nunca llegué más allá de Manila, ni siquiera a Cabo Codera, mucho menos a Tetuán.
Esa Los Teques era un pueblo maravilloso, con cosas poco usuales: una muertorola que llevaba el muerto al cementerio a ritmo de Guaracha; un poeta que alegaba que su mejor poema era “La Vuelta a la Patria” de Pérez Bonalde, mujeres barbudas que inspiraron un poema de Aquiles Nazoa, sacerdotes toreros y películas suspendidas porque las ratas se comían el telón. El potentado del pueblo era Pedro Russo Ferrer, aunque se decía que Cleto Rodríguez también tenía mucho dinero pero se hacía el loco para que no le pidieran prestado. Las Navarro alquilaban habitaciones frente al Teatro “López”. Las boticas estaban manejadas por Roberto Henriquez, Garbán , mi papá y mi tio Esteban. Teníamos un poeta obrero, Salvador Aguilar, un rey del cuatro y unos hermanos que coordinaban año trás año la quema de Judas. Había un excelente sobador frente a Marrero, no recuerdo su nombre. Napoleón Arraiz promovía serenatas con figuras importadas como Vinicio Adames. Reyna Calanche comenzaba a destacar como soprano. Las tiendas de los Almosny, de los Levy, de los hermanos Alvarez en El Llano de Miquilén, eran muy populares.
Se jugaba bolas criollas en el terreno de la estación del ferrocarril. Las hermanas Mendiri hacían, cerca de allí, unos maravilloso caramelitos de miel con forma de animales. El camello era mi preferido. Si hubiera tradición en Venezuela, esos moldes de los caramelos de las Mendiri deberían estar en el mejor museo de la ciudad. El problema es que Los Teques no tiene un museo.
Sí. Veo a Sarita Domínguez cruzar hacia su casa una tarde asoleada de 1945. La veo pasar, jóven y bella. Irá pensando en Henrique.
Siempre estará viva en el universo paralelo de nuestra memoria, un universo que existirá mientras el cuerpo aguante.
Bellas palabras y recuerdos para evocar a nuestra querida Sarah, que agradezco infinitamente en nombre de sus hijos, hermanos, sobrinos y familiares. Puedo dar fe de los hermosos recuerdos que ella tenia de Los Teques, fueron innumerables las veces que sentados por la tarde se ponia a hablar de esa epoca. Poco antes de morir nos pidio que la llevaramos a Los Teques, pero Luis Eduardo su hermano menor, la hizo desistir de la idea, diciendole que ya de todos esos recuerdos no quedaba nada y no valia la pena ir (cosa que no se si es verdad). Sus últimos días los paso en casa de mi mamá, Maria Antonieta (Toña). Hay fueron muchas las conversas y comentarios sobre su columna que siempre leia y terninada con la evocación de la infancia compartida.
ResponderEliminarSaludos Cordiales
Manasés Capriles Dominguez
Mágnífica reseña de Los Teques, aquel que ya no vuelve!
ResponderEliminarHola a los primos que no he visto en muchos años y a los primos que no nos conocemos, mamá Isabel Domínguez Moreau-Monteverde siempre recuerda mucho a su prima Sarita que es Domínguez de Veer, era su papá Carlos Alberto Domínguez Rivodó(Rivodeaux cuando llegaron a finales del XVIII a La Guaira)hermano de Germán mi abuelo materno; hace poco mamá lamentó mucho el deceso de su prima Toña. Los invito a releer si lo tienen o a leer la obra del muy recordado Alberto De Veer Englert "Tarmas y Entonces La Guaira" quien quiso mucho mucho a los Domínguez y dedicó gran parte del libro a nuestra familia. Un abrazo sincero a todos,
Alfredo A. Chacón Domínguez-Moreau
@geoexplorer1
alfredochacon@gmail.com
Excelente reseña! me ayudó a descubrir los teques de antaño donde mis abulos crecieron...
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