sábado, 23 de junio de 2012

El trencito




Hacia el final de las fiestas venezolanas, cuando ya el agotamiento y la saturación alcohólica obligan a los asistentes a pensar en el regreso al hogar, el dueño de la fiesta arma un trencito. La orquesta, el conjunto, los cañoneros o el picó comienzan a tocar una conga y la gente se agarra por la cintura y comienza a bambolearse como un trén donde cada quien es un “vagón”. Ello le da a la fiesta un segundo aire, generalmente breve.
Con el régimen del paracaidista estamos en la etapa del “trencito”. Próximo a pasar a mejor vida, el régimen siente la necesidad de echar un pié postrero. Y arma  su trencito. Viene Santos, luego aparece Evo y agarra a Santos por las trabillas del pantalón, se agarra Ahmadinejad de las nalgas del boliviano y, de inmediato, se empata Lukashenko en los fundillos del iraní. Por ahí deben estar llegando Correíta y la señora Botox, con el pretexto de “consultar” sobre Paraguay, cuando la verdadera razón es siempre la de ver cuanto le sacan al pródigo paracaidista. Y Ortega, enratonado y todo, debe estarse preparando para pegarse de la cintura de la argentina.

El trencito es una institución de nuestras fiestas, ahora puesta de moda a nivel político por el anacobero de Barinas.

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