Un desvencijado autobus sin
frenos exhibe su nombre en letras rojas: Er
revolsanario. Va lleno de aterrados
pasajeros, con un loco al volante. Es Venezuela 2012.
Pero los frenos no fallaron hace minutos,
vienen fallando desde hace mucho tiempo.
Y ahora el destartalado vehículo experimenta más choques. Va sembrando
el camino de pasajeros maltrechos y pedazos de carrocería. El loco que se ha
aferrado al volante por demasiado tiempo grita incesantemente que así es que se
maneja, mientras el grupo de hombres y mujeres sin honor que le sirve de
colectores lo corea, indiferentes al desastre.
El autobus está condenado al
abismo a menos que alguien le arranque al loco
el volante de las manos. Es que no hay psiquiatras entre los pasajeros? Si
los hay. Lo que no existe entre el pasaje es el coraje para llevar a cabo una
intervención que saque al loco del asiento y lo reduzca a la inacción mientras
es conducido al manicomio. Así actuó el
pasaje de un avión en USA hace poco, cuando el piloto comenzó a hablar
estupideces.
En el autobus venezolano la gente simplemente
se acurruca en su asiento y reza en silencio.
Las muestras del caos nacional
son cada vez más evidentes y más trágicas. Puentes se derrumban, carreteras se
desploman, sucede una inmensa tragedia en la refinería de Amuay, mientras el
loco habla de ir a ayudar a Cuba. Las empresas de Guayana se han convertido en
juguete de sindicalistas y politicos quienes pugnan por montarse a cabalgar caballos muertos. La agricultura ha
desaparecido como fuente de auto-abastecimiento, todo debe ser importado. Y al
ser importado encuentra períodos de espera interminables en puertos manejados
por ineptos, corruptos y queridas. La empresa de petróleos decide importar y
distribuir pollos. Se ordenan cien nuevos tanques de guerra y otro satelite espacial,
mientras se acumula la basura en La Victoria y cierran sus puertas módulos médicos
en todo el país por falta de insumos. El
loco al volante expresa su desdén por los pasajeros de diferente color de piel
a la suya y pretende hacerlos bajar del vehículo (o arrojarlos, ya que el
vehículo no puede detenerse).
En 1998 los venezolanos deseaban
un cambio. Y lo tuvieron. Mediante una brusca aceleración del deterioro el país ha pasado de estar mál a estar en
ruinas. Sin embargo, la protesta del pueblo ante este indeseable resultado no
se ha manifestado, ni remotamente, como
cuando el Presidente Pérez fue objeto de desalojo de la presidencia. A Pérez se
le quitó el volante por haber traspasado una luz roja. A este loco que ya tiene
14 años al volante nadie se ha atrevido a ponerle una boleta, a pesar de
haberse defecado en todas las leyes de tránsito del país. Muchos de los pasajeros del bus dicen que el
loco, aunque loco, es “nuestro” loco y con él vamos contentos al abismo. Allá
ellos, pero ya hay más pasajeros que no desean irse al abismo con el loco. Y todo
lo que se necesita ahora es que un
ciudadano de coraje lo saque a cogotazo limpio del asiento.
Cuando eso suceda, la mayoría del pasaje va a
aplaudir. Y el autobus podrá detenerse al borde del abismo.
Nunca debió llegar a la presidencia. Ha debido ser juzgado y despojado del derecho a ser elegido. Como no ocurrió esto, se dejó abierto el camino para que más de 3 millones 600 mil irresponsables votaran por él.
ResponderEliminarYa para lo primero, el juicio por el golpe, es demasiado tarde, no se puede cambiar el pasado. Lo que sí procedería es su renuncia inmediata, y como eso no va a ocurrir, entonces su destitución por incapacidad manifiesta -física y mental- de ejercer un día más la presidencia.
Esto ya debería haber ocurrido, pero como con Hitler, le tienen pavor a sus bravuconadas.
Cada día que pasa es una palada de tierra para la sepultura del que pudo haber sido el primer país de Latinoamérica. ¡Qué tristeza!
Por eso prefiero ir a pie.Hay un camino...
ResponderEliminarPor eso prefiero ir a pie.Hay un camino...
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