Un excelente escrito de Pedro Luis Echeverría
describe con precisión y elegancia
el modo espiritual de la nación. Sin embargo, a la hora de las conclusiones el
autor nos conduce por un camino que, en mi opinión, no es el mejor. Comento
brevemente, en el texto del escrito, los párrafos con los cuales estoy en desacuerdo:
el modo espiritual de la nación. Sin embargo, a la hora de las conclusiones el
autor nos conduce por un camino que, en mi opinión, no es el mejor. Comento
brevemente, en el texto del escrito, los párrafos con los cuales estoy en desacuerdo:
Pedro Luis Echeverria
Aumenta el acoso y el cerco gubernamental
contra la disidencia. Se cierran caminos para ejercer
la oposición de manera civilizada y pacífica. La crítica y el derecho a disentir se conculcan de forma
sistemática por los que hoy erróneamente se sienten poderosos. Quienes disentimos somos considerados
por el régimen como elementos antisociales que deben ser suprimidos para facilitar la definitiva
entronización de un orden mesiánico. De esta manera estamos llegando a la completa destrucción de la sociedad
venezolana en los momentos en que es necesario proclamar con mayor fuerza el sentido de identidad
nacional frente a las exigencias de un mundo moderno globalizado y un país inmerso en una crisis cuya
duración y profundidad es impredecible y que compromete el presente y las posibilidades de nuestro país
hacia el futuro. El régimen nos quiere sumisos y excluidos. Esta inconveniente manera de concebir
nuestra participación en la sociedad descalifica el sentido de nuestras acciones como individuos racionales.
Ello determina un giro de perspectiva, a un forzado eclipse de la ética de la responsabilidad
con nosotros mismos y con la obligación de trazar firmemente la frontera entre nuestras convicciones
y lo que se pretende imponernos; ello nos refuerza la necesidad de reivindicar nuestro derecho a
la movilización política para participar en la evolución de la vida de la República. Ese sentimiento
profundamente arraigado en cada uno de los individuos que convivimos es esta sociedad no puede
ser negado ni escarnecido por los detentores de una visión totalitaria, militarizada e íntimamente
vinculada a un populismo de corte fascista como es la que tienen Maduro y sus acólitos. Aumenta,
entonces, la distancia entre el Estado y una importante parte de la sociedad y toma fuerza la necesidad
de la movilización y el consecuente peligro de una sublevación contra el autoritarismo, la corrupción,
el acorralamiento y a una eventual y no deseada ruptura fratricida.
la oposición de manera civilizada y pacífica. La crítica y el derecho a disentir se conculcan de forma
sistemática por los que hoy erróneamente se sienten poderosos. Quienes disentimos somos considerados
por el régimen como elementos antisociales que deben ser suprimidos para facilitar la definitiva
entronización de un orden mesiánico. De esta manera estamos llegando a la completa destrucción de la sociedad
venezolana en los momentos en que es necesario proclamar con mayor fuerza el sentido de identidad
nacional frente a las exigencias de un mundo moderno globalizado y un país inmerso en una crisis cuya
duración y profundidad es impredecible y que compromete el presente y las posibilidades de nuestro país
hacia el futuro. El régimen nos quiere sumisos y excluidos. Esta inconveniente manera de concebir
nuestra participación en la sociedad descalifica el sentido de nuestras acciones como individuos racionales.
Ello determina un giro de perspectiva, a un forzado eclipse de la ética de la responsabilidad
con nosotros mismos y con la obligación de trazar firmemente la frontera entre nuestras convicciones
y lo que se pretende imponernos; ello nos refuerza la necesidad de reivindicar nuestro derecho a
la movilización política para participar en la evolución de la vida de la República. Ese sentimiento
profundamente arraigado en cada uno de los individuos que convivimos es esta sociedad no puede
ser negado ni escarnecido por los detentores de una visión totalitaria, militarizada e íntimamente
vinculada a un populismo de corte fascista como es la que tienen Maduro y sus acólitos. Aumenta,
entonces, la distancia entre el Estado y una importante parte de la sociedad y toma fuerza la necesidad
de la movilización y el consecuente peligro de una sublevación contra el autoritarismo, la corrupción,
el acorralamiento y a una eventual y no deseada ruptura fratricida.
Mi comentario: una sublevación contra el autoritarismo
no es indeseable. Pedro Luis la define como peligrosa
cuando yo la definiría como necesaria en la Venezuela de hoy. Claro, una cosa es la sublevación ciudadana,
otra cosa es un golpe militar. Hablo de lo primero, no de lo segundo. Los venezolanos no parecen inclinados
a insurgir cívicamente contra un régimen que los ha humillado hasta decir basta. La palabra basta
no figura en el vocabulario ciudadano venezolano. Una insurgencia cívica es necasaria. Que ella
pudiera conducir a la violencia? Si. Pero, por favor, hasta cuando la cautela y arrodillarse frente
a una pandilla de malandros?
cuando yo la definiría como necesaria en la Venezuela de hoy. Claro, una cosa es la sublevación ciudadana,
otra cosa es un golpe militar. Hablo de lo primero, no de lo segundo. Los venezolanos no parecen inclinados
a insurgir cívicamente contra un régimen que los ha humillado hasta decir basta. La palabra basta
no figura en el vocabulario ciudadano venezolano. Una insurgencia cívica es necasaria. Que ella
pudiera conducir a la violencia? Si. Pero, por favor, hasta cuando la cautela y arrodillarse frente
a una pandilla de malandros?
Nadie está dispuesto a admitir pasivamente
que una voluntad política ilegítima, espúrea y que pretende ser
única, sustituya la pluralidad de opiniones e intereses y mucho menos que se adueñe, sin la solvencia y el
apoyo político para ello, la conducción unilateral de la suerte futura del país.
única, sustituya la pluralidad de opiniones e intereses y mucho menos que se adueñe, sin la solvencia y el
apoyo político para ello, la conducción unilateral de la suerte futura del país.
Mi comentario: el problema, Pedro Luis, es que la
mayoría de los venezolanos si ha estado dispuesta a
admitir pasivamente la humillación y el atropello! Ello ha permitido, por 15 años que esa voluntad política
ilegítima que mencionas, mediocre y todo, si se haya adueñado de la conducción unilateral de la suerte del país.
admitir pasivamente la humillación y el atropello! Ello ha permitido, por 15 años que esa voluntad política
ilegítima que mencionas, mediocre y todo, si se haya adueñado de la conducción unilateral de la suerte del país.
El gobierno no puede ni
tampoco tiene como resolver, por si mismo, la severa crisis político-social que
nos quedó
como legado de tantos años de desidia, improvisación y aplicación de erradas políticas públicas.
El gobierno debe reconocer y aceptar la realidad que la Venezuela de hoy es otra; que la mitad del país
reclama su justo derecho a participar en un diálogo para resolver los serios problemas que nos aquejan
y tratar de resguardar al país de males mayores que se incuban aceleradamente.
como legado de tantos años de desidia, improvisación y aplicación de erradas políticas públicas.
El gobierno debe reconocer y aceptar la realidad que la Venezuela de hoy es otra; que la mitad del país
reclama su justo derecho a participar en un diálogo para resolver los serios problemas que nos aquejan
y tratar de resguardar al país de males mayores que se incuban aceleradamente.
Afortunadamente, quedaron atrás los tiempos en
que el poder absoluto del gobierno impedía la acción de
los actores sociales y nos trataba de reducir a la condición de multitud dócil a la palabra y órdenes de un
jefe. Después del 14 de Abril y sus resultados, una nueva Venezuela, gracias a la fuerza de los votos
opositores, ha emergido y ahora los disidentes somos interlocutores legítimos para terciar en
la búsqueda de soluciones para el país y así lo tiene que reconocer el gobierno.
los actores sociales y nos trataba de reducir a la condición de multitud dócil a la palabra y órdenes de un
jefe. Después del 14 de Abril y sus resultados, una nueva Venezuela, gracias a la fuerza de los votos
opositores, ha emergido y ahora los disidentes somos interlocutores legítimos para terciar en
la búsqueda de soluciones para el país y así lo tiene que reconocer el gobierno.
Mi
comentario: Somos la mayoría que debe exigir un cambio de rumbo, no simplemente
interlocutores legítimos para terciar en los asuntos del país. Lo que Pedro
Luis propone conduce al diálogo con el malandraje. Y ello sería una entrega.
Uno no dialoga con los criminales, los castiga.
De no hacerlo, aceleraría su
propio aislamiento y su posible desaparición del escenario político nacional.
Mi
comentario: excelente escrito, Pedro Luis, pero no concuerdo con las
conclusiones. Un gran saludo.
Una vez más, a riesgo de parecerle ya ladilla: justamente lo que acaba de ocurrir en la UCV, por cobardía, es ejemplo perfecto de o que Ud. acota al autor. El cálculo, el miedo y la pusilanimidad hicieron que los profesores votaran en más de 60% a favor del "NO" al legítimo paro indefinido, que contenía no sólo el reclamo ante una justísima reivindicación sino el germen de una sublevación.
ResponderEliminarno se que decir! hay algo normal en venezu_ato?
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