Hace 22 años Michael J. Fox, el
pequeño actor, famoso por sus películas sobre “Retorno al Futuro” comenzó a
tener temblores en un dedo meñique. El médico le dijo que ello era el inicio de
la enfermedad de Parkinson y, además, que él estimaba que en diez años más, a lo sumo, ya no podría trabajar, que
sería un inválido. Han pasado más de dos décadas y Fox está tan activo como
siempre. No es que se haya librado de la enfermedad sino que se ha librado de verla como una enfermedad. Dice
“Soy feliz, no porque no tenga que luchar contra mis limitaciones sino porque
mi felicidad es directamente proporcional a mi aceptación de la realidad e
inversamente proporcional a mis expectativas”. Esta idea de Fox me llamó la
atención porque, sin haberla conceptualizado de manera tan elegante, siempre la he tenido
como la clave de mi propia felicidad. He
sido tan feliz que siempre pienso en mi vida como pensaba Hans Castorp, el
protagonista de “La Montaña Mágica”, el libro de Tomás Mann. Castorp hablaba de
si mismo como “un niño mimado de la vida”. No porque no tuviera problemas: era
un tuberculoso, se enamoró locamente de la extraña Claudia Chauchat, un amor a
medias correspondido y, posiblemente, murió muy joven. En la página final de la
bella novela lo vemos como soldado en la segunda Guerra Mundial y Mann no le da
mucha esperanza de sobrevivir. Escribe Mann de Castorp: “Ha sido herido nuestro amigo?.. Avanza cojeando, los pies pesados por
el barro, cantando inconscientemente… Y de este modo, en la lluvia, en el crepúsculo,
lo perdemos de vista…. Adiós, Hans Castorp, niño mimado de la vida… ..De esta
mala fiebre que incendia en torno tuyo el cielo de esta noche lluviosa, se elevará
el amor algun día?
Castorp tuvo sus problemas pero
nunca poseyó expectativas superiores a las que razonablemente podia realizar. Y
lo mismo nos dice Fox. Y yo concuerdo con entusiasmo.He conocido tanta gente que lo tenía todo para ser felices pero que no lo eran! Por aquello de que “la grama del vecino siempre parece ser más verde”! Nunca encontraron la llavecita que abre la puerta de la felicidad, esa que nos permite entrar a un jardín lleno de flores muy grandes y espinas muy pequeñas. Sus jardines eran hermosos pero sus miradas se sentían más atraídas por las espinas y los cardos que por las rosas.
No en vano Sófocles decía: “De todos los males, los más dolorosos son los que se infringe
uno mismo.”
Michael J. Fox expresó su concepto de felicidad muy elegantemente, como Ud. ha dicho. Los detalles de mi vida no son para compartirlos aqui, pero baste decir que mi felicidad no se basa en las circumstacias sino a pesar de las circumstancias.
ResponderEliminarGracias por el artículo, Gustavo.