Pasan los días, los meses y los
años y Venezuela continúa igual, un país de segunda categoría, navegando entre el
estancamiento y la involución. La minoría que se preocupa por salir de esta mediocre situación
presta atención, mesmerizada, a la coyuntura del momento pero no se decide a enfrentar la realidad. Ella nos dice que la
solución no es de coyuntura sino estructural. En 1998 el país quiso salir de la
democracia bi-partidista y, para ello, echó mano a una solución de coyuntura:
Hugo Chávez y su Constituyente. La solución de hacer un borrón y cuenta nueva a
nivel politico, a nivel del Estado, les
resultó muy atractiva, les sonó como radicalmente renovadora. 15 años más tarde
nadie puede pensar honestamente que la solución ha sido buena. El país está
peor que en 1998, en todos los órdenes. Y el peor deterioro es el espiritual. Venezuela es hoy una sociedad desalmada, en la
cual se han borrado las fronteras entre la decencia y el descaro. La necesidad
que muchos sienten no perder posición económica, política o social, ha llegado a asfixiar la honestidad. No
sabemos ya quien es el vecino, el amigo, el compañero de la Universidad queel
ha vendido su alma al diablo, mientras sigue pretendiendo permanecer fiel a sus
principios. El venezolano que no se entrega vive en el peor de los mundos, un mundo en el
cual la indignidad y el robo tienen poder , reconocimiento y hasta la adhesión de
algunos viejos amigos.
En un país controlado
politicamente por Cuba y economicamente por China, manejado por ladrones e
ineptos, con funcionarios civiles y militares casi todos vendidos por dinero al
régimen, los venezolanos dignos ven cerradas la mayoría de las salidas. Una de
las pocas, la electoral, constituye una fuente de gran frustración para esos
venezolanos porque los organismos que deben conducir el proceso de manera
imparcial están impudicamente entregados al régimen. Por principio estos venezolanos
rechazan una solución de fuerza, como la que intentó el sátrapa fallecido en
Febrero de 1992. Cual es la salida? Se preguntan. No ha pasado mucho tiempo sin
que alguien pronunciara las palabras “mágicas”:
Necesitamos una nueva Constituyente, otro borrón y cuenta nueva.
Ciertamente la Cosntituyente
cumple con el requisito de representar una solución de coyuntura a la situación
actual. Al permitir una revisión a fondo de las instituciones es una
herramienta capaz de romper el cerrojo que el régimen le ha impuesto al sector
democrático en la Asamblea nacional, el TSJ y el Poder Ciudadano, entre otras
instituciones del Estado. Por supuesto, tendrían que pasar dos cosas: que el
país pueda pedir su convocatoria y que, una vez convocada, tenga la
distribución interna de fuerzas que haga posible el proceso de renovación. Porque
una nueva Constituyente dominada por los escombros del chavismo sería hasta peor que lo que tenemos
hoy en día.
Sin embargo, no es a una nueva
Constituyente, con sus peligros y promesas de coyuntura a lo que deseo
referirme. En el mejor de los casos una nueva Constituyente no representa la
solución structural para el país sino, apenas, la herramienta de coyuntura que
serviría para destrancar el juego. Lo que el país requiere es una nueva
sociedad. Una nueva Constituyente vendría a ser algo así como: a falta de pan
buenas son tortas.
Y cual es el pan que nos falta?
Es una nueva sociedad de ciudadanos, no el gentío que existe en Venezuela, un
gentío sin amor por la nación, sin conciencia histórica, contento porque, de
vez en cuando, llegue la harina Pan a los mercados. Mientras esta sociedad
mediocre y moralmente débil no cambie, el país podrá tener todas las
constituyentes habidas y por haber, sin que ello signifique avance real. Porque
no es una constitución la que tiene el poder de dignificar a una sociedad. Es la sociedad la
que tiene el poder de dignificar la constitución.
El verdadero producto de la Constituyente
de 1999 no fue una nueva y mejor constitución, fue la destrucción de la
democracia venezolana. En 1999 el país se aferró a una ilusión de cambio cuando lo que
realmente existió fue una maniobra de Hugo Chávez y sus asesores, con el
beneplácito y hasta la complicidad de muchos demócratas, para asesinar la democracia.
No me hago ilusiones sobre la posibilidad
de crear una nueva sociedad a corto plazo. Quizás nunca la podamos tener, a juzgar por el comportamiento de los venezolanos
en lo últimos 50 años. Pero ello no quiere decir que no sea esencial. Crear una
sociedad de ciudadanos si sería una revolución, no la quincalla repleta de
pacotilla ideológica armada por gente como Ceresole, Harnecker, Monedero y el
reposero Izarra. Para crearla es preciso tiempo, perseverancia y una política
de estado de educación ciudadana que
promueva ese proceso. Estoy convencido de que los venezolanos no la han llevado
a cabo porque el país, tanto el de la democracia bipartidista como el de la
autocracia fascistoide, ha estado
excesivamente politizado y orientado, por ello, hacia las ganancias políticas
de corto plazo.
Pero ello no quiere decir que sea
imposible de obtener. Otros países lo han hecho y ya pasaron el charco de la
ignorancia y la mediocridad. Chile, Costa Rica, Uruguay lo han hecho en nuestra
región, países que no son grandes o poderosos o ricos. Han logrado la solución estructural,
una revolución actitudinal, sin estridencia, sin rimbombancia, que los ha
llevado a poseer una masa crítica de ciudadanos. Cuando un país adquiere esa
masa crítica, comprende que las inumerables,
voluminosas y fantasiosas constituciones,
la proliferación de leyes, reglamentos, regulaciones y decretos no tienen tanta
importancia como la voluntad de vivir de manera civilizada, respetando al vecino
y dejando de escupir en la calle.
Para eso que usted propone, el gobiernucho hace su esfuerzo:
ResponderEliminar"Maduro firma decreto que crea el Instituto de Altos Estudios Hugo Chávez"
La verdad, este es, ahora, una comiquita de país. "Sin remedio", como decía el viejo bolero de Los Panchos...
Con esa población, cuyos jóvenes de clase baja tiran pública e impúdicamente mientras bailan en los bonches, no hay solución posible. Lo peor de dos mundos: la ideologización idiota del anacronismo chavista y los antivalores de la industria de la TV (1). El premio gordo, pues...
(1) Denunciados desde hace CINCO décadas por Pasquali, amigo suyo y meaestro de generaciones de universitarios.
Me viene a la mente la vieja serie de TV: "Mission: Impossible", sólo que en este caso, imposible de verdad (en la serie siempre los agentes se las apañaban para lograr el objetivo)
ResponderEliminarLamentablemente...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarUn cambio de actitud requiere esa capacidad especial para el pensamiento autónomo que es el fundamento de la moral. Esto puede ser el problema, que es casi insuperable en Venezuela hoy. Hay demasiadas personas que son dependientes del régimen por su generosidad económica.
ResponderEliminarLa dependencia y la corrupción van de la mano y los dos socavan la democracia. Sin embargo, la continua destrucción de la productividad económica del país traerá un ajuste de cuentas en algún momento en el futuro, cuando las necesidades de los dependientes ya no pueden ser satisfechas. Y lo que va a ser trágico en ese caso es que el ajuste no será pacífico y ordenado. Eso será el precio de la corrupción.
Todas cosas muy ciertas y acertadas. Muy posiblemente nunca se llegue a solucionar este estatus quo.
ResponderEliminarLo que me da tristeza es pensar lo siguiente...si ya hubo una epoca donde habia gente muy capaz, infraestructura, escuelas, y decencia en la gnete y a pesar de eso se llego a degradar el pais a este nivel...entonces que posibilidad pueder haber para salir de esta situacion?? Me da el amargo presentimiento que se termina en una idiocracia, o pero, con un pais estilo Somalia con 0 gobierno.
Venezuela no le vendio su alma al diablo.... Le paga para que se la lleve....
ResponderEliminarVenezuela es el inverso del retrato de Dorian Gray la realidad se pudre y el recuerdo se embellece.