martes, 20 de agosto de 2013

Dogmas, mitos y complejos asfixian a PEMEX


El síndrome de Juan Charrasqueado
Solo el 20 por ciento de los Mexicanos aprueba el plan de apertura de PEMEX al capital privado presentado al país por el presidente de la república, segun encuesta hecha esta semana en ese país por el diario El Universal de la capital. Sin embargo, un 62 por ciento opina que PEMEX no puede continuar así y requiere de una reforma, pero se oponen a que la reforma le permita al capital privado participar en las actividades petroleras en el país. Los comentarios que leo de los Mexicanos sobre este asunto indican que el problema fundamental es que piensan que la participación privada abrirá la puerta para el mayor enriquecimiento de las familias y politicos poderosos de México. En otras palabras, piensan que los Mexicanos de clase alta son unos ladronzuelos. En el trasfondo de este asunto existe una profunda desconfianza entre los miembros de la sociedad Mexicana.

Ellos sabrán por qué lo dicen. Sin embargo, decir no a la apertura de PEMEX al capital privado es condenarla a una muerte más o menos rápida. Líderes como el hijo de Lázaro Cárdenas, el presidente que botó a la empresas extranjeras de México en los años 30, se oponen por razones ideológicas a que el control total, la propiedad total de la producción petrolera Mexicana deje de estar en manos del Estado Mexicano. Lo que no hacen es indicar de que otra manera puede la industria petrolera Mexicana salir adelante cuando su producción languidece, el capital para las inversiones requeridas no existe en México y la empresa continua afligida por un nivel de corrupción crónico que la ha llevado en el pasado a ser manejada por sindicatos hamponiles.

Lamentablemente de esto es que se trata, de la pugna por quien controla y quien se beneficia de los ingresos petroleros Mexicanos. El soborno y la extorsión, contratos millonarios adjudicados de forma directa, concursos de licitación que benefician a amigos o familiares de políticos, sobrepagos de servicios, cobros de servicios u obras que no se realizaron, todo eso y más caracteriza la actividad de  PEMEX en manos absolutas del Estado. Paradojicamente, Andrés López Obrador, otro ideólogo izquierdista, dice: “ no hace falta ninguna reforma, lo que se necesita es combatir la corrupción en Pemex”, sin querer aceptar que mucha de la corrupción existe, precisamente,  porque el único inversionista es el Estado y los corruptos de PEMEX y de su entorno piensan que pueden ponerle la mano a ese dinero con total impunidad.

La misma situación existió por años en PETROBRAS, en Brasil, en la época del ultranacionalismo petrolero. Esa empresa estaba estancada y mediocrizada, hasta que se abrió al capital privado. Un 30 por ciento de sus acciones están hoy en la Bolsa de Valores y ello crea una vigilancia natural por parte de esos inversionistas para que no continúe la guachafita (Venezolanismo:  Falta de seriedad, orden o eficiencia). La producción petrolera Mexicana ha caído en casi un millón de barriles diarios en los últimos ocho años y ello debería ser motivo de gran alarma para un país que depende del ingreso petrolero en casi un 40 por ciento.   

En México, como también en Venezuela, las palabras pesan más que la realidad. La piedra de tranca en la situación petrolera de México es la palabra Privatización. PEMEX no debe ser privatizada, dicen. Pero no se detienen a pensar que una industria puede permitir la participación del capital privado sin que la nación  pierda el control sobre su riqueza. Los dogmas, los mitos y los complejos en mucha de América Latina han perpetuado nuestra pobreza y atraso. Algunos primates de nuestras selvas mueren de hambre aferrados a una nuez que no pueden sacar del fruto porque la mano y la nuez juntas no pueden salir.  Podrían dejar la nuez y sacar la mano pero allí mueren, aferrados  a lo que no pueden extraer. Lo que  es una actitud irracional en la selva es doblemente irracional en el caso de PEMEX y sus dogmas estatistas.

1 comentario:

  1. Los mexicanos son soberbios hasta los 40. Luego, creen que ya son perfectos.

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