Decía Antoine Saint Exupery, el autor de “El Principito”, que “un
monarca razonable solo da órdenes razonables. Su autoridad reposa sobre la
razón. Exige obediencia porque sus órdenes son razonables”.
Para el régimen que nos azota
hace 15 años no existen ciudadanos, solo súbditos. Le exigen lealtad acrítica e
incondicional a sus seguidores, comprados con dinero petrolero y mantienen un
sistema de exclusión y abuso de poder contra quienes disienten de sus brutales
métodos. Como decía la “dulce” Desirée Santos Amaral: “ustedes no volverán
porque no nos daaaaaá la gaaaana!” o, como dice el corrupto Giordani: “La
revolución necesita que los pobres se mantengan pobres”. El régimen basado en la autoridad aplica lo
que Hegel llamaba la “dialéctica amo-esclavo” y se adjudica la “potestás”, término
esencialmente tiránico, como lo reveló la
famosa carta que Chávez le dirigió a los invertebrados de la Corte Suprema de Justicia,
adjudicándose “el manejo exclusivo de los asuntos del estado”. Marx consideraba
a todo estado como opresor pero la salida a este dilema marxista la ofrece
Saint Exupery al decir que el monarca
solo da órdenes razonables. La razón es sencilla: el monarca necesita a sus
súbditos tanto como sus súbditos a él. Para que un monarca pueda actuar de
manera correcta debe saber cual es la diferencia entre la potestad o autoridad
y la “autorictas”, basada en el prestigio y la excelencia. Mientras el poder
confiere autoridad solo el conocimiento y la empatía confieren “autorictas”.
Esta separación entre las dos
posturas es mucha más clara en un sistema de gobierno que pretenda ser republicano y
ciudadano. En un sistema verdaderamente democrático y liberal solo el prestigio
confiere verdadera autoridad. La ignorancia y la patanería con el poder de las
armas en la mano pueden ser obedecidas pero esa obediencia es frágil y reversible
en cualquier momento. De allí que un régimen basado en el poder armado no pueda
tener estabilidad. El poder viene con el cargo y se apoya en la lealtad
generalmente interesada de quienes tienen las armas pero solo la “autorictas”
genera aceptación de naturaleza permanente, como la que tuvo Mandela.
En el senado romano la autoridad
no estaba basada en la ley sino en el “nobile”, la ascendencia del conocimiento
y el prestigio. En la edad media y los albores del renacimiento ya era clara la
diferencia entre la autoridad imperial, concebida como ejercicio grosero de
poder y la autoridad filosófica, concebida como ejercicio de la razón. Dante
decía que la prudencia debía ser el agente regulador de la autoridad.
Hoy en día, en Venezuela, Chávez
tuvo y Maduro tiene “autoridad’ para
nombrar como ministro o viceministro hasta a un chimpancé, pero ello no
recibe aceptación real de la sociedad sino burlas veladas o no tan veladas. Cada
acto autoritario impuesto a los venezolanos tiene, paradojicamente, el efecto
de debilitar el gobierno. Así sucede con las designaciones de analfabetas
funcionales para cargos de responsabilidad, con los absurdos controles y regulaciones
que pretenden reemplazar una política económica sensata y con el acercamiento y
dádivas a los países forajidos del planeta. Son facturas que se van acumulando
en la conciencia colectiva para el día en que los malandros deban rendirle
cuentas a la verdadera justicia.
Mientras tanto, que pasa con la “autorictas”?
Escasea. Porque ella exige lo que es difícil para muchos en la Venezuela de
hoy: fidelidad a los principios y
valores bajo cualquier circunstancia. Exige el rechazo de la autoridad y no
conchupancia con ella. Recuerdan a Unamuno y su entereza frente a la barbarie? Robespierre
tuvo “autorictas” por bastante tiempo, basada en un honesto estilo de vida,
hasta que la quiso reemplazar con autoridad y ello le hizo perder la cabeza. Gallegos
y Andrés Eloy la tuvieron, Britto García y Earle Herrera, no la tienen. La tuvo
Picón Salas, no la tiene Rangel. Briceño Iragorry la tuvo, no así Carlos
Escarrá. Chávez tuvo autoridad y la ejerció con gozoso sadismo, pero jamás logró ascendencia moral sobre sus
compatriotas, millones de quienes lo recuerdan como un matón de barrio, lo que los
jovenes de hoy llaman un “bully”.
La “autorictas” que existe en el
país está representada por individuos quienes encuentran un eco respetuoso en
la sociedad aunque carezcan de autoridad. El Padre Ugalde la tiene pero no hay muchos
como él. La tiene Marcel Granier, ganada con su comportamiento digno frente al
abuso de poder. La tienen quienes resisten de manera obstinada y perseverante
el intento de convertirnos en una sociedad embrutecida y dependiente de un
taita tiránico. La asomó Olavarría el 5 de Julio de 1999 en el Congreso
Nacional. La tiene la gente del petróleo que ha hecho todos los sacrificios
para defender sus valores.
Todos podemos apreciar la
diferencia, aun quienes permanecen sentados en la barrera, sin definirse, sin
querer aceptar que la defensa de un sistema de vida libre, respetuoso y
democrático exige sacrificios personales. Y esa pugna entre autoridad y “autorictas”
solo podrá resolverse con el predominio de la una o de la otra, nunca con una fusión
que es moralmente imposible.
"La única cosa que se puede hacer aqui es emigrar".
ResponderEliminarSimon Bolivar en carta al general Juan Jose Flores, 1830.
Al estilo de su amigo de infancia y mi antiguo profesor AntonioPasquali. Felicitaciones por el análisis
ResponderEliminarComo limpiar todo este estiercol que cubro a Venezuela?
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