11 y 12 de octubre, 1986: un fin de semana en Reykjavik

El sábado 11 y el domingo 12 de octubre de 1986, hacen exactamente 28 años, Ronald Reagan, presidente de los Estados Unidos, y Mikael Gorbachev, Secretario General de la Unión Soviética, se reunieron cara a cara, por unas once horas, en Reykjavik. La reunión se llevó a cabo en una vieja casa, azotada por la lluvia, la cual se decía embrujada. Sin asistentes, sin agenda, sin aide memoirs, dos personas frente a frente. La Guerra fría amenazaba con llevar a ambos países a la quiebra financiera, sobre todo a la Union Soviética. Sobre esa reunión, Gorbachjev dijo mucho después: “Reykjavik representó el punto del gran viraje en la guerra fría. Por primera vez dos líderes hablaron directamente, por horas, en un conversación a fondo sobre los asuntos claves”. Por su parte el estadounidense George Schultz la llamó: “La reunión de super poderes más espectacular jamás efectuada”. Reagan y Gorbachev hablaron a calzón quitao, como dirían en Los Teques.

Cuatro años atrás, en una conferencia en Harvard sobre Geopolítica y Guerra Fría, a la cual asistí en mi condición de Investigador en el Centro de Asuntos Internacionales de la universidad,  había hecho una pregunta a los panelistas: “Por qué los máximos líderes de los dos países no se reúnen y deciden confiar el uno en el otro, a fin de terminar con esta situación de pesadilla que amenaza al mundo y lleva los dos países a la ruina”? Uno de ellos, tratando de ser amable conmigo, solo me respondió que la geopolítica era un asunto demasiado complejo y que era ingenuo pensar que las cosas se podían arreglar tan fácilmente, con una conversación.

Sin embargo, esto fue exactamente lo que sucedió en Reykjavik.  En ocasiones he fantaseado, pensando que lo que dije allí pudiera haber sido escuchado por alguien quien, años más tarde, sembraría la semilla en la Casa Blanca. Sueños de grandeza. 

En la realidad, la idea de la reunión fue de Gorbachev, quien comprendía que era necesario buscar una solución a un problema que se le iba de las manos a su país. Reagan, por su parte, era partidario de un control de armamentos. Su programa “Star Wars” fue diseñado para forzar una solución no convencional, intuyendo Reagan que la Unión Soviética no podría seguirle los pasos a los Estados Unidos en una carrera armamentista tan costosa.

Acabo de recibir el libro de Ken Adelman : “Reagan in Reikjavik” y me preparo para leerlo. Quiero saber como se condujeron esas conversaciones, leer sobre los entretelones de esa inusual reunión de fin de semana que produjo el milagro del fin de la guerra fría.   

Hace 28 años hoy la humanidad se quitó de encima la espada de Damocles de una guerra nuclear. 

No para siempre, nos dice ahora Putin.