Hoy cumple un año en prisión mi amigo Leopoldo López, un joven venezolano
que ejerció su derecho a la protesta y que se convirtió en mensajero de
millones de venezolanos quienes rechazan este régimen corrupto y salvaje. Su
postura cívica puso al régimen en problemas y lo llevó a enviarlo a prisión,
acusándolo de incitar a una violencia que existió, esencialmente, del lado del
régimen, lo cual ha sido ampliamente documentado. Por un año Leopoldo López ha
estado sometido a tortura psicológica y hasta física. Se le ha prohibido ser
visitado por sus amigos. Se le ha mantenido aislado. Se le ha intentado quebrar
espiritualmente. El régimen se ha ensañado con él hasta el punto de que el
mequetrefe que funge de presidente lo ha llamado – una y otra vez - “El monstruo de Ramo Verde”.
Y es que para este régimen no hay peor enemigo que aquél quien no le teme.
Y Leopoldo López no le temió ni le teme. Mientras muchos miembros de nuestra
oposición pasan con frecuencia agachados, Leopoldo López permanece erguido.
Ello lo ha llevado a ser visto con algún recelo hasta por quienes piensan como
él, pero carecen de su férrea determinación de ser un ciudadano integral.
A un año de su absurda prisión, Leopoldo López permanece como símbolo de
una resistencia abierta, sin aceptar compromisos. Ha recibido el apoyo de
gobiernos democráticos de todo el planeta, de intelectuales y políticos de todo
el planeta. Se ha convertido en el símbolo mundial de la resistencia venezolana
frente a la barbarie, la corrupción, el narcotráfico enquistado en el gobierno
y la mentira como política de estado. Ya no solo los venezolanos lo cuidamos
sino que lo cuidan gente y organizaciones del mundo entero.
No hay medida más exacta de la pequeñez y mediocridad del régimen
narco-militar de Nicolás Maduro que la saña con la cual mantiene en prisión a Leopoldo
López y a muchos otros venezolanos quienes se han negado a contemporizar con la
barbarie. Leopoldo, Afiuni, Simonovis y los venezolanos en prisión se han
convertido en el espejo implacable en el cual se ven – en toda su fealdad y
horror – los integrantes militares y civiles de la mediocre pandilla chavista. Como
la horrible bruja de Blanca Nieves pretenden destruir el espejo que les
recuerda su fealdad.
Leopoldo López paga un alto precio por su coraje cívico pero debe saber que
hay miles de venezolanos que lo aprecian, lo admiran y lo consideran el símbolo
de la resistencia contra un régimen que ha llevado al país a la ruina. Por ello
se ha ganado ya un lugar honorable en nuestra historia. Su postura es una clase
viviente de buena ciudadanía, de civismo. En un país como el nuestro, donde la
valentía de los líderes es tan escasa
como la leche y el pan, la lección de Leopoldo López se agiganta cada día. Es
justo reconocer que a su lado han estado, indoblegables, María Corina Machado y
Antonio Ledezma. Sin desmerecer a otros venezolanos íntegros, honestos y
dedicados a la resistencia con pasión, considero este trío de compatriotas como
los abanderados de la resistencia.
Mucho del país ya los ve así. El país entero los verá así, mucho después
que este régimen haya sido relegado al pipote de la basura.
Un reconocimiento especial para su esposa, Lilian, quien se ha convertido
en una incansable luchadora por los derechos humanos negados a su esposo. Mi reconocimiento a
sus padres, Leopoldo y Antonieta, mis grandes amigos de hace muchos años,
quienes han aceptado este camino de angustias en aras de sus valores y
principios.
Ojalá Leopoldo López y los demás compatriotas presos de manera injusta y salvaje recuperen su libertad lo antes posible.
Sólo nos queda esperar para un cambio de régimen que liberará a Leopoldo López y los muchos otros ahora encarcelados por lo que debe ser reconocido como el legítimo ejercicio de su libertad de expresión política.
Nunca habrá libertad de expresión política en tanto que Venezuela es gobernada desde La Habana.