En aquella Los Teques que se ha
ido para siempre formé parte de un “Club de Tímidos” que se auto-definían como
“intelectuales” solo porque no se atrevían a hablar con las muchachas: Julio
Barroeta, Luis Ayesta, Germán Luna, José Balbino León. Caminábamos hasta la
madrugada del Pueblo al Llano y retorno, hablando sobre Tomás Mann o sobre Herman Hesse y su lobo estepario. Nos
sentíamos lobos esteparios, seres misteriosos, inescrutables, destinados a
grandes hechos. Y la verdad es que aquel grupo luego se dispersó por todo el
planeta. Barroeta a Italia, León a Francia, yo a USA. Pasamos de la extrema
parroquialidad del pequeño pueblo a los grandes escenarios geográficos con una pasmosa
naturalidad.
Armado con una sólida educación
hogareña y del Liceo San José, alumno de Isaías Ojeda y de Jorge Losch, alias
“Puyula”, pasé de Los Teques a Nueva York en Enero de 1951, a estudiar el
idioma inglés en Queen’s College y luego
tomé un autobús para Tulsa, Oklahoma, ciudad de la cual me enamoré a primera
vista y a la cual regreso una y otra vez, a sentarme en el mismo banco en el
cual me sentaba cuando era estudiante de geología a pensar en el futuro, ahora
a recordar, con alguna nostalgia, el pasado.
Graduado de geólogo regresé a
Venezuela y pasé cinco años haciendo geología de campo para Shell. Un grupo
geológico estaba constituido por el geólogo, el caporal, unos 4 o 5
trabajadores, el cocinero y el chofer, una camioneta Power wagon, un Land Rover
y, en ocasiones, unas mulas para los terrenos montañosos. Conocí a la Venezuela rural, los pequeños pueblos,
las aldeas semi-abandonadas, las casitas y ranchos con familias viviendo en la
más completa soledad, el desamparo del venezolano del monte, las bellas jóvenes
pueblerinas que veían en cada forastero una oportunidad para escapar del tedio
que las rodeaba. Llegué a amar a esa gente noble y cordial. Caujarao, Pedregal,
Bariro, Bucarito, Matatere, montañas de Trujillo, Quebradas y ríos de
Venezuela, Paraguaná, Carorita, quebrada La Luna, Seboruco. Viví en la
Venezuela adentro inolvidable.
Regresé del “monte” con algún dinero
ahorrado y decidí que era hora de casarme. Así lo hice, en Maracaibo, hace ya
57 años. Cuando estábamos recién llegados a Lagunillas, donde trabajaba como
ingeniero de producción en el Lago, viajando constantemente en pequeños
helicópteros por aquella negrura del lago, una negrura solo interrumpida por el
relámpago de Catatumbo, me propusieron ir a Indonesia, ya que Sukarno había
botado a todos los holandeses e ingleses del país y Shell requería seguir
operando en Kalimantan, la parte indonesia de la isla de Borneo, la cuna del
orangután (“Orang Utan “= hombre de la selva). No lo pensé mucho para ir porque
deseaba conocer Hong Kong y Bali y negarme hubiera sido no responderle a la empresa.
Al principio estuve unos seis meses
solo, porque la situación era muy peligrosa para llevar a la familia. Otros de
los venezolanos que fueron allá: Roberto
Rodríguez, Hugo Finol, Emmanuel Valbuena, así como mi querido amigo Francisco (Frank)
Rubio, nacido en Puerto Rico, uno de los mejores gerentes que he conocido.
Corrimos peligro de muerte cuando se nos atascó el petróleo en el oleoducto de
Tandjung a Balikpapan y Sukarno nos amenazó
con fusilarnos si no resolvíamos el problema. Estimulados por este poderoso incentivo
lo pudimos hacer.
Esta fue una gran aventura que duró casi dos
años, al cabo de los cuales salí con mi esposa y dos hijos en un barco italiano
hacia Hong Kong con lo que teníamos puesto, dada la inminencia del baño de
sangre que se llevó a cabo en aquel país, cuando el ejército mató a unos
500.000 comunistas. Yo no era comunista pero había comprado las obras completas
de Mao Tse Tung, en 30 volúmenes, para usarlas como papel toalé y ello me había
ganado la fama de ser rojo en Balikpapan, la gran aldea (hoy una gran ciudad)
donde vivía.
Al regreso a Venezuela fui
seducido por la idea de ser más útil a Venezuela desde las filas de CVP, la
pequeña empresa venezolana de petróleo, cuyo Director General, Rubén Sáder
Pérez, me impresionó mucho. Allí también estaban el admirado Fernando Delón y
el maestro Efraín Barberii y se hizo una razonable labor en exploración y producción,
con un grupo de jóvenes muy valiosos, entre otros: Enrique Vásquez, José
Chirinos, Alberto Barnola, Héctor Ross, Ricardo Corrie y Elías Zambrano.
De la CVP pasé a Phillips Petroleum
y me fui a trabajar en Bartlesville, Oklahoma y en Lafayette, Luisiana, como
geólogo de producción en la Costa del Golfo, aficionándome a las ancas de rana
y a la comida “Cajun”de Luisiana. Al
regresar a Venezuela me llamó Shell para regresar a ellos y allí estaba cuando
se estatificó la industria petrolera venezolana y, para mi sorpresa, fui
nombrado miembro de la primera directiva de PDVSA, por deseo expreso de Carlos
Andrés Pérez. A Pérez aparentemente le pareció positiva mi labor como
presidente de AGROPET, la organización de empleados petroleros que fundé junto
con Odoardo León Ponte y Marcos Marín Marcano para intervenir en el debate
sobre nacionalización, a fin de contrarrestar la ignorancia y fanatismo de la
izquierda extrema (y hasta de algunos adecos y copeyanos), quienes deseaban una
nacionalización a sangre y fuego.
Este nombramiento me permitió
trabajar junto a un grupo de notables gerentes petroleros venezolanos: Alberto
Quirós, Guillermo Rodríguez Eraso, Ernesto Sugar, Jack Tarbes, Gustavo
Aristeguieta, Francisco Prieto Wilson y jóvenes brillantes como Jorge Zemella,
Arnoldo Volkenborn, Claus Graaf, Luis Giusti y muchos otros. Especialmente me dio
la oportunidad de trabajar estrechamente con el General Rafael Alfonzo Ravard,
uno de los venezolanos más distinguidos del siglo XX.
Durante estos cuatro años,
1976-1979 tuve la oportunidad de ir a Cardón como gerente general de la
refinería, donde aprendí mucho sobre refinación, gracias a extraordinarios ingenieros como Leo Wilthew,
Leopoldo Aguerrevere y otros y llegué a admirar la mística y dedicación de los
trabajadores de aquella refinería.
Al regresar a Maraven como
miembro de la Junta Directiva fui enviado a Meneven, como vicepresidente y
encargado de la presidencia por enfermedad de Bernardo Díaz. Meneven era una
excelente empresa operadora y allí encontré extraordinarios gerentes como Francisco Pradas,
Nelson Olmedillo y Antonieta Mendoza. Su mudanza a Puerto La Cruz y mi protesta
ocasionó mi salida de la industria, a la cual ya no regresaría.
Me fui a Harvard por dos años,
donde tuve la gran oportunidad de trabajar y conocer gente extraordinaria como
Pedro Pick, Jorge Domínguez, Samuel Huntington, Joseph Nye, Daniel Yergin,
Larry Harrison y Raymond Vernon y donde escribí un libro sobre la nacionalización
del petróleo en Venezuela. De allí me fui al Banco Interamericano de Desarrollo
por siete años. Desde allí pude trabajar en, y visitar casi todos los países de
Sur y Centro América analizando proyectos de energía y pude vivir con una gran
comodidad en Bethesda, Maryland, en una bella casa con piscina y todo.
No pude aguantar tanta felicidad,
pues comprendí que el único problema que estaba resolviendo era mi problema, no
el del desarrollo de América Latina. Me regresé a Venezuela, atraído por la segunda
presidencia de Carlos Andrés Pérez, la cual prometía un regreso a la
prosperidad del país, la cual nunca llegó, a pesar del extraordinario gabinete
que formó. Gardenia, la falta de ignorancia de CAP y el elefante en la
cristalería, Hugo Chávez, se encargaron de torcer el rumbo del país
hacia el abismo.
En la década de los 90 pude ir a
la CVG como Director General y hasta Presidente encargado, hasta que me convencí
de que aquello era una misión imposible. Me fui a Carabobo, a trabajar con el
gobernador Henrique Salas Feo, porque me pareció que Carabobo era una isla del
primer mundo en una Venezuela de segunda. Allí estuve varios años, incluyendo
un año en la presidencia del Puerto de Puerto Cabello. Ganaba unos Bs. 600.000
al mes y mis gastos eran de un millón de bolívares. Ello me descapitalizó y me
obligó a renunciar e irme a Margarita, a manejar el hotel DUNES, el trabajo más
complicado que jamás he tenido. Allí estuve dos años acompañado por un gerente
extraordinario llamado Juan Carlos Báez, logrando mantener el hotel en
operación. Al cabo de dos años salí de Venezuela, rumbo a Virginia, cuando ya
me había convencido de que Chávez nos llevaba al despeñadero y cuando la
situación de inseguridad en Carabobo, donde tenía mi casa, se había tornado
crítica.
Desde 2003 vivo en Virginia, físicamente
lejos de Venezuela pero muy cerca de ella. Asisto al trágico proceso de
destrucción que han llevado a cabo Chávez y Maduro en nuestro país. Muerto Chávez,
vivo Maduro, la llamada revolución que nunca existió cubre de ignominia a
Venezuela. Escribo sobre lo que veo y lo que oigo y actúo para acelerar el día
en el cual esa gentuza se vaya del poder, sea castigada y Venezuela pueda
re-encontrar el buen camino.
Ha sido un maravilloso viaje
donde he tocado muchos puertos y conocido muchos compañeros extraordinarios de
travesía, quienes me han hecho una mejor persona. Sus nombres llenarían muchas
páginas y ellos saben quiénes son. He disfrutado plenamente y espero seguirlo
haciendo hasta que llegue al puerto de Ítaca del cual nos habla Constantino
Kavafis. Él lo ha dicho muy bien:
Ten
siempre a Ítaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta,
no
apresures el viaje,
es mejor
que se extienda largos años,
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te regaló un hermoso viaje,
sin ella el camino no hubieras emprendido,
mas ninguna otra cosa puede darte.
Aunque pobre la encuentres, no te engañaría Ítaca.
Rico en saber y en vida como has vuelto
comprenderás ya que significan la Ítacas.
Aún no logro divisar las costas de la isla, pero sé que están un tanto más
allá de la bruma.
Bueno Gustavo, lo de Dunes no lo sabia y me quedo sorprendido con eso. Te entiendo cuando me dices que un resort es uno de los lugares mas complicados de manejar a todo nivel y mas con el nivel de instruccion del 90% del personal de hoteleria que pudiste tener en Venezuela. Alla NO existe cultura de servicio al cliente. Y sin eso, cualquier negocio hotelero esta destinado a fallar. Mayor desastre me imagino tuviste frente a ti!.
ResponderEliminarHubo, si, una epoca, que yo creo que seria hacia los mediados del 93 maximo finales de 1999 en que la Isla de Margarita tenia un potencial extraordinario para convertirse en lo que nunca fue: Una Punta Cana o una Cancun. Playas, buena infraestructura y buen comercio. Un amigo margariteno me ofrecio una tierrita para hacerme una casa no lejos de Playa Manzanillo e irme a vivir para alla de forma definitiva.
Yo me sente con los mios y saque mis numeros y de verdad que si daban sin endeudarme. Pero sinceramente vi el asunto a futuro y considere que no era prudente irme a esa isla basandome en que aun con el cierto esplendor de mitad de los noventa, era tipicamente la isla un caso modelo de falta de agua y luz. Irene ya era la candidata con mas perfil para ganar en 1998 y ya Chavez andaba por alli visitando La Habana. Algo bien feo venia.
Entonces tocaba cambiar mi carro, lo cual hacia aproximadamente cada lustro. Cargaba una Bronco 1991 y me gustaba mucho la Ford Explorer y me la iba a comprar chinchin cuando en Venezuela solo ibas a la agencia y sacabas tu carro del color que te diera la gana. Que tiempos aquellos. Volkswagen llegaba con la famosa camionetica alargada GOL pero aun a mi me encantaba la Explorer. En eso mi gran amigo Reinaldo Leandro Mora en la epoca en que tuvo el accidente con la camioneta Ford Explorer, que fue causado por un problema con los firestones que le colocaron y el diseno de ingenieria automotriz y obviamente detuve la operacion de compra.
Pero eso me hizo reflexionar mucho sobre el futuro. Reinaldo compro su camioneta pensando que todo iria bien pero carajo me di cuenta que nada es seguro. Eso pues me hizo pensar que debia poner el dinero en un fondo mutual y olvidarme de inventar nada en Margarita. El Cash es el que manda. De la que me salve!
Despues del 2000 vino el desastre que hoy convierte a Margarita en la isla sucia y sobre todo insegura que puede mostrar la robolucion. Margarita es mas agua para el molino de lo que es el fracaso total del chavismo.
Buena la decision de irte de alla cuando habia que hacerlo, no se puede cambiar nada por salud, calidad de vida y algo que los venezolanos desconocen: certidumbre. En esa vaina uno nunca sabe que va a pasar y lo peor es que o todo es malo o muy malo. Quien vive asi?
Yo tambien me lo pense mucho para irme de mi pais, Gustavo. Que por mas defectos que tuviese era mio y uno mas o menos bandeaba esos problemas que tenian que no eran ni remotamente los de ahora que son inmanejables. Alla no sabes donde esta el riesgo porque esta en todas partes a toda hora. Que carajo me fui porque asi no era posible seguir alla.
Ahora vivo en un pais donde no me falta nada, estoy 100% legal y trabajo no me falta.
Pero es que ver la sonrisa de mi familia al comer tranquilos carne, pollo, azucar, leche, cafe, pan y frutas me hace estar 100% seguro de lo bueno que fue montarme en ese avion y no regresar a esa Somalia en la que transformo Chavez a Venezuela y ahora sigue destruyendo el indocumentado Nicolas Maduro.
Como me encanta leerle Don Gustavo.......Siga escribiendo, que yo seguire leyendole y cuando pueda, le podre constestar o agregar algun comentario
ResponderEliminarItaca esta lejos aun..........I hope.
:) Cuanto más leo en su blog más triste me pongo que país pudimos tener, lástima que hoy por hoy sea tan difícil salir de aquí, saludos
ResponderEliminarTocuyito85