Hoy el mundo civilizado espera la sentencia de Leopoldo López. Esta sentencia deberá ser absolutoria. Leopoldo López no ha hecho otra cosa que cumplir con su deber y ejercer sus derechos ciudadanos. Fue a la protesta con miles de otros venezolanos, en acciones de calle que recibieron la violencia represiva del régimen. Ni en 2002 ni en 2014 Leopoldo López acudió a la violencia o al vandalismo, tal como lo han tratado infructuosamente de hacer ver sus acusadores.
El ex-presidente de Bolivia Jorge Quiroga, en reciente artículo, ha dicho
una frase que resume la situación de Leopoldo López frente al régimen. Quiroga
ha dicho que Nicolás Maduro es un preso de Leopoldo López. Y esto es así por
cuanto la autoridad moral de López, ejercida desde su prisión, ha terminado de
desacreditar el régimen de Nicolás Maduro ante el mundo civilizado. El vigor
espiritual con el cual Leopoldo López ha enfrentado su injusta y abusiva
prisión lo ha convertido en un símbolo de la resistencia del hombre libre
frente al atropello totalitario. No es el primero ni será el último símbolo de
la dignidad frente al abuso. Su entereza es un ejemplo para millones de
venezolanos quienes ven cerca la hora de su liberación y de la desaparición del
régimen de horror.
Estoy con él, esperando. La sentencia de Leopoldo López, en todo sentido,
será también la sentencia del régimen que lo ha llevado a prisión, la prueba del
ácido para mostrar hasta qué punto un juez puede ser independiente en la
Venezuela de hoy.
Los venezolanos que aman la
democracia queremos ver a Leopoldo López libre, reunido con su familia,
ejerciendo plenamente sus derechos y deberes ciudadanos.
Así debe ser y será.
Algun dia se sabra por qué Ochoa Antich traicionó su juramento en febrero de 1992.
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