Uno puede pasar la vida
explotando minas musicales de diferentes compositores: Rachmaninov, Brahms,
Rimsky Korsakov y sus cuatro colegas de la Kuchka.
Algunas minas son casi inexhaustibles, como la de Tchaikovsky. Otras son
más pequeñas pero de una rara y sublime belleza, como la de Elgar. Lo
maravilloso es que uno puede cambiar de una a otra, según se lo dicte su modo
del momento. Así decimos: Es tiempo para Elgar, o para Wagner o para Gershwin.
Uno de los adelantos que han
hecho posible el fácil acceso a esta diversidad de minas musicales es YOUTUBE.
Uno pone allí: Evencio Castellanos, Arthur Honegger o Gabriel Fauré y aparece
la mina respectiva. Son yacimientos melódicos de gran riqueza, como las minas
de esmeraldas, de diamantes y de turquesas. Y cada descubrimiento puede ser
espectacular.
Yo tengo algunos años
explotando la mina de Erich Korngold, un compositor austríaco quien emigró a
los Estados Unidos y se convirtió, de músico clásico, en compositor de música
para películas. Excepto que, al hacerlo, siguió siendo clásico, tanto por la estructura
de sus partituras como por la belleza infinita de sus melodías. Pocos como
Korngold han podido combinar el vigor con la ternura, la marcialidad con la
elegancia, la alegría con la nostalgia. No trataré de recomendarles nada en
especial porque cada quien busca su camino. Pero yo comencé con el “Sea Hawk”,
el Halcón del Mar y, luego, seguí explotando
esa extraordinaria cantera: “Servidumbre Humana”; “La Vida privada de Isabel y
Essex”: “Kings Row”; “Anthony Adverse”; “La
Ninfa Constante”. Y sigue… sigue. Melodías maravillosas. Korngold era un mago
de la melodía. Y, sobre esa mina de música para las películas pudo superponer su extraordinariamente bello concierto para
violín y orquesta, les recomiendo sobre todo la interpretación de Hillary Hahn,
quien es casi tan bella como el concierto.
La mina de Korngold nos ha
llevado a otras minas espectaculares de Hollywood: Víctor Young y su “’Shane”; Alfred Newman, Miklos Rozsa, Dmitri Tiomkin,
Jerome Moross y su música para “The Big Country” ; “The Magnificent Seven” de Elmer Bernstein.
Sería necesario vivir
eternamente para poder disfrutarlo todo. Yo no tengo apuro.
No digan que no se los dije
John Barry...sencillamente grandioso
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