María:
Conmemorando el tercer aniversario de la muerte de tu padre, nos leíste una
carta recibida de tu padre en febrero 1992. Te decía tu padre, el golpista:
“María, yo estoy bien de salud
y sobre todo tranquilo de conciencia. Hice lo que tenía que hacer con la
esperanza de que las cosas cambien, con la ilusión bolivariana de que haya para
ustedes un mundo mejor en el futuro, un mundo donde no haya tanta injusticia y
tanta corrupción, donde los niños tengan comida, vivienda, medicinas, juguetes,
escuelas, todos los niños de Venezuela. Tú ya eres una señorita y estoy seguro
que me comprendes”.
Aparte de haber sido escrita por un
traidor a su juramento militar, el cual lo obligaba a defender la constitución,
no a pisotearla, esta carta resultó ser – a la luz de nuestra realidad actual -
muy parcialmente profética y, en su casi
totalidad, groseramente equivocada.
Fue profética en dos aspectos: desear
que “las cosas cambiaran” y en que “haya para ustedes [María] un mundo mejor”. En
efecto, las cosas cambiaron. Pero no para mejorar, cómo generalmente se asume
para justificar un cambio. El acto golpista de tu padre sumió a Venezuela, año
después, en la mayor de las miserias.
La carta también acertó cuando pronosticó una mejor vida para ti.
Hoy estás viviendo en un mundo mejor, en Nueva York, pagada generosamente por
el gobierno por un mínimo esfuerzo, con una cuenta bancaria que revistas
serias, como FORBES, consideran una de las mayores del país y del hemisferio. La
familia Chávez pasó de la modestia al lujo, de la casita a la mansión, del
conuco a la hacienda, del auto de segunda mano al jet a la orden, de la pensión
de Doña Juanita a los mejores hoteles del mundo, donde se alojan en la suite
presidencial. La carta fue profética para la familia, sí señor.
Pero hasta allí la profecía. De resto,
todo lo que la cartica contiene se vio desvirtuado por la realidad generada por
el acto de traición de 1992 y por los años de poder dictatorial. La Venezuela
donde “no existiría injusticia o corrupción” se convirtió en un país lleno de
injusticias y con la mayor corrupción de su historia. Venezuela pasó a ser el
país donde el Tribunal Supremo de Justicia está integrado por gente sin las
credenciales debidas para estar allí, por un grupo de castrados morales que
sirve a un régimen, no a la justicia, y que pisotea a diario la constitución.
Venezuela se convirtió en una gran prisión que aloja a los disidentes al
régimen y a millones de venezolanos quienes quisieran irse de un país donde
impera la escasez y la muerte y no
pueden hacerlo, porque se le niegan las divisas que los boliburgueses acaparan
y depositan, por miles de millones, en Andorra, Madrid o Zúrich. María: Venezuela
pasó a ser propiedad de ustedes, de Ramírez, de Merentes, de Cabello, de los
bolichicos, de tanto malandro enquistado en las filas de la “revolución”. Los
mismos chavistas arrepentidos: Giordani, Navarro, Osorio, estiman en unos
$300.000 millones el monto del saqueo al que el país ha sido sometido en nombre
del “Socialismo del Siglo XXI”. El símbolo por excelencia de esa inmensa corrupción
generada por el chavismo es el reloj de marca, el cual adorna las muñecas de Héctor Rodríguez y de
José Vicente Rangel y adornaba la de tu padre, quien tenía una colección que no
hubiera podido comprarse con su sueldo.
La carta de tu padre hablaba de una
Venezuela sin corrupción pero lo que hoy tenemos es un país asfixiado por parásitos
morales, como Evo, donde chavistas y algunos no chavistas se encuentran hermanados en
la tarea de saquear al país, desde las empresas del estado como PDVSA, CVG y
Corpoelec, desde los ministerios y los bancos del estado o propiedad de amigos
del régimen. Un país donde la Fuerza Armada ha tomado parte activa en este
inmenso saqueo, desde los primeros tiempos de la presidencia de tu difunto padre, a
través del Plan Bolívar 2000, del Fondo Único Social y, luego, a través del
contrabando de extracción y el narcotráfico.
La
carta de tu padre hablaba de una Venezuela donde los niños tuvieran comida,
escuelas, medicinas y juguetes. La Venezuela
creada por él y por sus colaboradores es una Venezuela donde los niños mueren
de hambre, donde las medicinas no se consiguen, donde las escuelas son frecuentemente nidos de
malandros y donde los juguetes con los cuales juegan los jóvenes venezolanos
son armas letales, porque en nuestros barrios muere gente a manos de niños y
adolescentes armados. Las bandas armadas fueron originalmente promovidas por el
régimen de tu padre para consolidar su poder entre la gente pobre, algo bien
documentado, pero ahora se han salido de cauce y han convertido las ciudades
venezolanas en sitios donde impera la muerte y el secuestro.
Los niños de la calle, cuyo bienestar tu
padre mencionaba como un objetivo primordial de su misión, están todavía en la
calle, muchos de ellos armados. Su niñez ha sido destruida por la “revolución”
del difunto.
Mira María. Ya eres una señorita adulta,
como te decía tu papá. Inclusive hasta has “madurado”. Pero careces de sentido
común. Has debido quemar esa carta, no leerla, porque ella es una prueba del
gran crimen cometido por tu padre contra Venezuela. De la cursilería de sus
años de prisión revelada en poemas y en cartas como esta, tu padre pasó a ser
un dictador cruel, arbitrario con los venezolanos y entreguista de nuestros
recursos a líderes extranjeros como los Castro, Ortega., Kirchner y Morales,
algunos de quienes están hoy en el país, conmemorando el aniversario de su
desaparición en una triste exhibición de adulancia pagada.
María: Nadie puede alegrarse de la
muerte de un ser humano, no importa cuánto daño haya hecho. No nos alegramos de
la terrible muerte de tu padre, quien se puso muy confiado en manos de la
medicina cubana. Sin embargo, muchos venezolanos se
sienten aliviados porque tu padre no esté a la cabeza del gobierno. Al tener
que irse, después del inmenso gasto que hizo de nuestro dinero para ganar una
presidencia que él sabía no podría asumir, impuso en su lugar a un payaso y aceleró
el final de la pesadilla que comenzó en 1999.
Excelente Gustavo.
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