En la abundante literatura del anhelo hay dos
llamados que siempre me han parecido muy aptos. Contienen consejos maravillosos
para quien está insatisfecho o cree estar insatisfecho con su situación actual.
Ambos consejos son pertinentes y ambos los he seguido en diferentes circunstancias
de mi vida.
El primero está contenido en “Hojas
de Hierba”, el poema de poemas de Walt Whitman y dice así (en mi traducción
imperfecta):
El Anhelo No Expresado
El
anhelo no expresado jamás concedido por la vida,
Anda
ahora, Viajero, a buscarlo y
encontrarlo.
Pongo
abajo el original, que posee una majestad que no he podido traducir:
The Untold Want
The untold want by life and land ne'er granted, Now,
voyager sail thou forth to seek and find.
Es el llamado que hace Whitman a quienes anhelan algo que
no tienen. Sentí ese anhelo en la Venezuela de los primeros años de Hugo Chávez,
el anhelo de vivir en un país donde no hubiera suciedad, abuso, procacidad,
embrutecimiento. Seguí el consejo de Whitman y me escapé. Y no me he arrepentido.
Salí de aquella Venezuela que ya no era mía sin mirar atrás. Dejé atrás gente y
paisajes que me eran muy queridos pero no era posible para mí conservarlos y
pagar el precio de vivir en un pantano.
Al tomar la decisión recordé lo que decía Goethe en “Fausto”:
“En el
momento en que uno se compromete definitivamente, también la Providencia se
moviliza. Acuden en nuestra ayuda toda suerte de cosas,
qué de
otra manera nunca hubieran ocurrido”.
En mi caso la providencia tuvo nombre y apellido. Mis hijos, un gran amigo,
la generosidad de gente que no había conocido antes, se movilizaron para hacer posible buscar y encontrar el sitio donde he logrado la felicidad casi plena
(es imposible no sentir la tristeza de no poder ver a los venezolanos libre de
la opresión). Por ello, agregaba Goethe:
“Todo aquello que puedas hacer,
O que sueñes que puedes hacer,
Comiénzalo.
El coraje encierra en sí el genio, el poder y la
magia.
¡Empieza ya!
El
otro llamado lo oí por primera vez en la sala de cine del Museo de Bellas Artes
en Caracas, alrededor de 1950, sentado al lado de Aquiles Nazoa, viendo la
película “El Mago de Oz”. Aquiles casi no me dejaba oír la película con sus
sollozos.
Decía
Dorotea, a su regreso de la Tierra de Oz:
“Si
algún día siento de nuevo el anhelo de buscar lo que me dicta el corazón,
prometo que buscaré solo en el patio trasero de mi hogar. Porque si no lo
encuentro allí, es porque nunca lo he perdido”.
El
original del autor, L. Frank Baum, es:
“If I ever go
looking for my heart's desire again, I won't look any further than my own back
yard. Because, if it isn't there, I never
really lost it to begin with”.
Pudiera
parecer que los dos llamados son incompatibles, que si se atiende el uno no
puede atenderse el otro. Pero no es así. En primer lugar, la pertinencia del
uno o del otro tiene mucho que ver con las etapas de nuestras vidas. Uno no puede
sustraerse a las consecuencias de sus grandes decisiones. “¿Podré ganarme la
vida en el nuevo sitio? ¿Hablo el idioma del país? Es este el momento de hacerlo?
La decisión estratégica debe ir acompañada de
una planificación. No es asunto de “lo hago y después veré”. Mi escape de la
Venezuela de Chávez a mis 70 años no fue un salto en el vacío. Me vine a un país
donde un septuagenario aún tenía posibilidades de ganar algún dinero con su
trabajo, lo cual en Venezuela – en el mejor sus versiones posibles – siempre ha
sido punto menos que imposible. Y todavía, a mis 83 años, puedo ganar modestas
sumas con mi trabajo.
Aun cuando
los dos llamados deban ser atendidos simultáneamente, es posible conciliarlos. Whitman nos dice: “anda, explora, busca, encuentra”. Baum nos
dice: “nunca abandones tu hogar”.
El hogar es
un concepto eminentemente espiritual. No es el cúmulo de cosas físicas que nos rodean
(aunque eso ayuda, hay que leer a Jorge Luis Borges), sino el sentido de
hogar que podemos cultivar desde nuestro corazón. Mi hogar es donde está mi
familia, mis seres queridos. El viajero que no se lleve consigo su hogar corre el riesgo de convertirse en un “holandés volador” (De Vliegende Hollander) cómo
en la ópera de Wagner, viajero solitario condenado a viajar eternamente por
todos los mares del mundo.
Viaja pues, jóven o viejo, sigue el dictado de tu corazón, escápate en búsqueda de tus anhelos, pero
llévate el hogar contigo. De esa forma
no tendremos por qué hacer nuestra la
estrofa de Robert Louis Stevenson (mi traducción):
“Aquí yace,
donde quería estar
El marino
está en su hogar, de regreso del mar
Y el cazador
en su hogar, no en la colina”
Here
he lies where he long'd to be;
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Home
is the sailor, home from the sea,
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And
the hunter home from the hill.
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Muy bonita esta reflexion, Gustavo. Veo muchos venezolanos abandonando el barco sin saber que emigrar no es algo sencillo y menos sin una planificacion. Yo me fui pensando en volver a los 5 años pero no fue posible. No creo que regrese aunque si me gustaria. La razon? La delicuencia. Todos somos potenciales victimas. Si venimos de fuera lo mas comun es que se piense que tenemos una cuenta corriente a lo Trump. Tengo aca la estabilidad que no me da mi pais aparte que mi familia tiene logico arraigo por la nueva tierra. El unico problema personal que he tenido se ha resuelto con una disculpa de la parte ofensora, sin necesidad de recurrir a la policia.
ResponderEliminarTe dejo, en agradecimiento por lo que tu nos aportaste, el poema que mas me gusta de Peter Balakian, el Pulitzer 2016.
Ellis Island.
The tide’s a Bach cantata.
The beach is the swollen neck of Isaac.
The tide’s a lamentation of white opals.
The beach is free. The Coke machine rusted out.
Here is everything you’ll never need:
hemp-cords, curry-combs, jade and musk,
a porcelain cup blown into the desert—
stockings that walked to Syria in 1915.
On the rocks some ewes and rams
graze in the outer dark.
The manes of the shoreline undo your hair.
A sapphire ring is fingerless.
The weed and algae are floating like a bed,
and the bloodless gulls—
whose breaths would stink of all of us
if we could kiss them on the beaks—
are gnawing on the dead.