Hace casi dos años murió un gran amigo mío en esa
situación arriba descrita, un hombre quien había ocupado altas posiciones en
los gobiernos democráticos venezolanos y ciertamente no merecía tal final. Pero
él no ha sido el único venezolano venido a menos y amenazado de indigencia en
estos años, paradójicamente en una etapa de la vida de nuestro país en la cual
el dinero ha corrido torrencialmente por las calles, ha inundado los
ministerios, ha desbordado los bolsillos de civiles y militares afectos al
régimen y ha llegado a viajar por todo el mundo, satisfaciendo codicias y
exigencias de los seres más abominables del planeta, desde Cuba hasta
Nicaragua, desde Irán hasta Libia.
Hace unas semanas tuve oportunidad de conversar sobre
esta paradoja con un viejo amigo, quien está en una situación que pudiéramos
llamar de pre-indigencia, término tan empírico pero tan ilustrativo como el
llamado pre-infarto. Mi amigo es un venezolano educado, quien desempeñó en
nuestro país posiciones de alto nivel, en áreas muy sensibles de la vida
nacional. De edad respetable conserva un
gran sentido del humor, el cual lo ayuda a capear los temporales. Al comenzar a
tocar este tema, mi amigo no se inhibió de hablar conmigo de sus experiencias.
Creo que hasta lo hizo con cierta
premeditación, a fin de presentar su caso como uno que, lamentablemente, es
mucho más frecuente de lo que debería ser.
“Déjame decirte”, me comentó mi amigo, “que a mi edad,
después de haber sido Director de algunas empresas del estado, miembro del congreso
de mi país, con un trayectoria pública de unos 35 años a los más altos niveles, estoy cercano a lo que
legalmente pudiera definirse como indigencia. Mis ingresos están ya por debajo
de lo que en países desarrollados se define como límite de la pobreza”.
Le respondí: “Y, ¿cómo es posible que hayas llegado a
esta situación, un hombre que ha tenido tantas oportunidades de hacer dinero,
tantas relaciones, tanto prestigio en el mundo financiero?”.
“Mira”, me respondió. “Ello se debe a una combinación,
casi siempre fatal, de dos ingredientes. Uno ha sido mi vocación de servicio
público y el otro, mi honestidad. Esa es una combinación que suena maravillosa
pero es mortal, mi querido Gustavo”. Y se extendió: “mi vocación de servicio
público siempre fue muy fuerte porque, desde el inicio estuve convencido de que
el país requería de gente competente y honesta en el sector público. Mis
modelos fueron gente como Gumersindo Torres, Luis Pláz Bruzual, Arístides Calvani,
Manuel Pérez Guerrero, Julio César Arreaza, José Antonio Mayobre, Andrés Germán
Otero y Arturo Hernández Grisanti. Gente
que se dedicó en cuerpo y alma al servicio público”.
“Bueno”, le respondí, “estoy de acuerdo contigo en todos
estos nombres y podría añadir muchos más, venezolanos quienes se dedicaron a
tratar de modernizar al país y que generalmente solo obtuvieron sinsabores y
críticas como recompensa. Gente como la que mencionas nunca hizo fortuna a costa del país. Pero, no murieron en la
indigencia, todavía no comprendo tu caso”.
Mi amigo me
respondió: “Quizás se salvaron de la indigencia porque no vivieron lo suficiente.
Porque el problema de los funcionarios públicos honestos se agudiza en la
vejez. Fíjate en lo que está sucediendo con el sistema de pensiones de los
petroleros, la caótica situación en la cual se encuentra. Peor aún están los
maestros o los retirados de los ministerios. En Venezuela se da por sentado que llegar al
poder es una vía segura para el enriquecimiento y ello se ha llegado a ser
visto hasta como natural. De allí el viejo dicho: Pónganme donde haiga. Pero cuando un hombre o una mujer honestos le
dedican una buena parte de su vida a la administración pública y luchan en
contra de la corrupción que allí impera, corren el gran riesgo de terminar en
la indigencia. No es solo que no comparten la piñata en la cual participan los corrompidos sino que son expulsados del servicio
público como indeseables. Los consideran hasta como traidores a lo que podría
llamarse la Gran Cofradía de los Ladrones del Erario Público, la cual ha
existido desde siempre, en democracia o en dictadura”.
Y agregó: “Eso fue lo que me sucedió a mí. Yo fui
expulsado de mi trabajo por haber luchado en contra de la corrupción prevalente
en el sector en el cual trabajé por más de 20 años. Y entonces uno se da cuenta
de que perdió el autobús que le garantizaba una digna vejez. Porque la
administración pública te deja en la calle”.
Le comenté: “El funcionario público dedicado y honesto
generalmente no tiene tiempo de hacer fortuna propia. Con frecuencia carece de
lo que pudiéramos llamar una libido financiera, no le atraen ni los negocios
legales ni mucho menos los “negocios”, esas conspiraciones entre malos
venezolanos en contra del erario público. Recuerdo que en mi etapa petrolera
muchos de mis colegas tenían su dinero trabajando en paralelo a su trabajo,
generalmente en cooperativas de construcción de edificios de apartamentos. Yo
nunca lo hice porque no me llamaba la atención. Por otra parte la información
privilegiada que recibía como gerente petrolero me hubiera permitido hacer
dinero, en una época en la cual ese tipo de privilegio no era visto – ni
siquiera en países como los Estados Unidos – como un delito. Sin embargo nunca
lo quise hacer”.
Mi amigo me dijo: “La jubilación que tengo es en
bolívares y solo sirve cuando me llega, como decía nuestro inolvidable Alberto
Quirós, para un buen almuerzo al mes. Ello significa que, a menos que no hayas
robado o hayas tenido la habilidad o la precaución de manejar negocios
personales en paralelo, cuando sales de la administración pública te encuentras
con suma frecuencia en una precaria posición. Y, si no tienes cuidado o suerte,
terminas en la indigencia”. Mi amigo se
me quedó viendo por un largo rato y creo que sus ojos se empañaron cuando me
agregó: “sabes, he llegado a desear morirme pronto, antes de llegar a ser una carga para familiares o amigos. Mi
situación se ha convertido en una carrera un tanto macabra entre la muerte y la
progresiva desaparición de mis modestos ahorros”.
La verdad es que no supe que decirle, en parte porque no
hubiera podido hablar. Me sentí muy conmovido. Nos saludamos y cada quien se
fue por su lado.
¿Será que nuestro
país no tiene remedio? ¿Será que lo que
nos dijeron cuando niños era mentira, aquello de que “los buenos siempre son
recompensados”?
Como no deseo caminar la peligrosa cuerda floja entre la
protesta y la sensiblería paso a hacer dos simples proposiciones concretas y
desapasionadas, las cuales tendrán que esperar que caiga el régimen actual:
una, que los criminales que han arruinado al país durante los últimos 18 años
sean enjuiciados y llevados a prisión; dos, que los servidores públicos
honestos, muchos de quienes están hoy al borde la indigencia, sean reconocidos
como buenos ciudadanos en algún tipo de sencillo monumento, al cual los venezolanos
del futuro puedan acudir en busca de ejemplo de buena ciudadanía.
Sería deseable que los niños de la Venezuela futura
puedan saber quiénes han sido sus verdaderos héroes civiles.
Proposició adicional: que los dineros mal habidos y en cuentas multimillonarias en el exterior sean recuperados y una parte dedicada a un Fondo de Pensiones y Jubilciones de funcionarios, profesores y maestros que apenas sobreviven en el exterior.
ResponderEliminarMe parece excelente
ResponderEliminarLa jubilacion con honor y con dignidad es lo que este y muchos funcionarios honestos merecen.
ResponderEliminarFuera el indocumentado criminal, titere de los castrocubanos, nicol ass maduro. juicio y carcel para los chavistas ya.
Trabaje durante varias decadas en la principal industria venezolana. Me jubile y empece a buscar en que invertir. Estoy hablandoles de 1993. Entonces no sabia que hacer y me fui a ver en que invertir los realitos para ayudarme. Mi esposa siguio trabajando un poco mas. No tengo hijos y esa puede ser una ventaja. Por la epoca las lineas de taxi comenzaban a popularizarse. Las lineas de taxi colombianas estaban radiadas todo el tiempo y te saludan a los clientes por radio y les das agua filtrada bien fria de bolsita con una neverita que cargas en el carro. Montamos una empresita pequena de taxis en Bucaramanga, Colombia. La cosa empezo con 3 nissan. Vamos por 57 y tenemos taxis en Ibague, Tunja, Cucuta y Pereira. El colombiano promedio tiene una ventaja sobre el venezolano: es berracamente amable y en empresas de servicio eso es lo que importa. Yo sabia que el pais iba a venirse en picada. Lo otro mas triste saben que es? Que Colombia va a pasar igual. Santos no es mas que el Maduro de Raul Castro en Colombia. Lo veran.
ResponderEliminarLo que te comenta el amigo sobre lo dificil y castigador que es dedicarse a un trabajo serio en el sector publico y actuar etica y honestamente sucede hasta cierto punto tambien para muchos en el sector privado. En Venezuela y especialmente en los ultimos a~nos, no ser corrupto y trabajar eticamente se le equipara a ser pendejo. Somos muchos los que como Arturo Uslar Pietri una vez escribio formamos parte del Club de los Pendejos. Pero la Venezuela que la mayoria de los venezolanos desean no se puede construir si los vivos y corruptos son el factor dominante. La Venezuela actual es el mejor ejemplo de un extremo desastroso en que el pais casi ha desaparecido en el fango de la corrupcion, indolencia y sinverguenzura como actividades cenrrales. No Habra un pais prospero si esto no cambia.
ResponderEliminarMuchos venezolanos que creímos tener una vida digna y honesta después de los 55 o 61 años de edad con nuestras pensiones o jubilaciones, hoy estamos en pre-indigencia.
ResponderEliminarApreciado Señor Coronel: me gusta mucho su propuesta de hacer un monumento mal funcionario anónimo y honesto, de los que conocí mucho, pero con eso no comemos los jubilados y pensionados que nos tuvimos que ir a vivir al exterior por no podernos mantener con la jubilación que recibíamos en Venezuela en Bs., e irnos donde teníamos algunos familiares que nos pudieran brindar cobijo y sotén; sabía usted que llevamos 15 meses ain recibir nuestra pensión? sabemos acaso si en verdad el gobierno bolivariano da los recursos al CENCOEX, a través del IVSS, y de allí ya no salen a sus destinatarios? Estamos pasando mucha hambre y en deuda moral y económica con nuestros familiares. Espero que algún día usted averigüe algo sobre el tema a través de sus contactos y podamos saber algo de lo que nos espera para no tener que, como le manifestara su amigo, desear la muerte para no seguir siendo una carga para familiares más o menos cercanos que nos ayudan fraternalmente.
ResponderEliminarSaludos cordiales