Están sucediendo las dos cosas. En la TV y en el cine las imágenes se presentan
a mis ojos con una velocidad tal que, cuando estoy pensando en asimilar la
primera, ya me presentan la cuarta. La combinación en el cine de grandes
imágenes que cambian con espantosa celeridad y un sonido que aturde a quien ya
tiene un 37.5% de sordera en ambos lados, me ha obligado a usar tapones en los
oídos y a cerrar los ojos, cuando estoy a punto del vértigo. Indudablemente mis
83. 6 años representan una buena parte de la explicación pero el otro
componente, el de la aceleración de los estímulos visuales y el acrecentamiento
de los estímulos auditivos, son parte de un proceso paralelo que se ha venido
gestando en los últimos 20- 30 años. Ese proceso tiene que ver con la
progresiva incapacidad que muestra el
ser humano de estar satisfecho con las cosas poco complicadas, con la suavidad de los
sonidos y con el disfrute de los paisajes sencillos. Tengo la impresión de que
no es solamente que los viejos nos estamos quedando sordos y ciegos sino que
nuestros jóvenes necesitan ya estímulos visuales y auditivos cada vez más más
intensos porque - sin darse cuenta - se
han estado insensibilizando en materia de estímulos auditivos y visuales.
También ellos se están quedando sordos y ciegos, sin darse cuenta.
Experimentando este fenómeno recuerdo que Alvin Toffler, hace ya casi 50
años, nos lo había advertido. Nos decía: “mijo, prepárate para el choque del
futuro”. Y la verdad es que no le hice
mucho caso. En los setenta estaba yo en mis 30-40 años y me creía dueño del
mundo. Podía cenar en Nueva York, almorzar en Londres y regresar a cenar en Houston,
con la sola ayuda de una ducha rápida y un cambio de ropa. Hoy ni siquiera tengo
tiempo de saber adónde nos lleva Trump, si las Kardashian y Mariah Carey son de
verdad o son plásticas o si la MUD es todavía la oposición legítima en
Venezuela. ¡Todo va tan rápido!
Hace cuarenta años yo podía vivir un día adelantado al presente. Hoy estoy viviendo
un día atrasado del presente.
Si no puedo acelerarme para alcanzar al mundo, he decidido tratar de
decelerar el mundo a fin de poder alcanzarlo. ¿Y cómo puedo hacerlo? Suena
absurdo. Pero creo haber descubierto que
mucha de la gente que me rodea es tan víctima de este fenómeno como yo. Y la
gente es quien establece el ritmo del mundo.
Todo lo que tengo que hacer,
entonces, es convencer a los demás que debemos decelerar el mundo y regresar a
lo básico, lo fundamental.
Tomemos a Venezuela como ejemplo. ¿En relación con lo que está pasando en Venezuela,
que es lo básico, que es lo fundamental?
Bueno, lo básico es que estamos en dictadura. Que el país está arruinado.
Que nuestros niños de la calle, a quienes el difunto prometió recuperar, se han
convertido en ladrones y asesinos porque no tienen más camino. Que Venezuela ha
perdido toda credibilidad y todo prestigio en el concierto mundial de las
naciones. Que la gente está comiendo basura y muriendo de mengua por falta de
asistencia médica. Que las instituciones que se crearon para nuestra
protección: Fuerza Armada y Poder Moral son hoy nuestros principales enemigos.
Que el país está financieramente en quiebra.
La aceleración que hemos experimentado nos tiene aturdidos. Oímos voces que
nos recomiendan dialogar con esta gentuza que está en el poder y nos sugiere
acomodarnos a la “nueva situación”.
Democracia, libertad, ética, nos dicen, son conceptos difusos, que no
tienen vigencia en la nueva época. Tenemos que ver hacia adelante. ¡Vamos a
negociar! Y así todos podremos lograr lo que queremos: ellos, los que se van, podrán
obtener su tranquilidad y guardar sus dineros mal habidos, viviendo en París o la Vía Véneto. Nosotros, el resto de
los venezolanos, podremos dejar de comer basura.
¿Les parece equitativo este arreglo? Nos dicen: La humanidad se mueve rápido,
amigos, no traten de demorarla. No pierdan el autobús. Hagamos un borrón y cuenta
nueva.
Pero, yo digo que de demorar este loco ritmo es de lo que se trata. Cuando
el mundo no se movía con la celeridad de hoy las dictaduras no eran objeto de
acomodo sino de resistencia. Si hoy en día la ética sube por las escaleras y la
corrupción por el ascensor, es preciso que le quitemos la electricidad al
ascensor, mientras logramos alcanzar a los ladrones.
Con la aceleración que nos pronosticaba Toffler ha llegado una ola de corrupción
y de indignidad al mundo que es preciso tratar de lograr un cambio de ritmo que nos
permita mantener la dignidad y el decoro como características fundamentales de
la sociedad mundial. Si la aceleración significa la desaparición de esas cualidades
éticas es preciso oponernos a ella. En Venezuela es preciso que impere la
justicia, el castigo a quienes han arruinado al país. Si eso no se obtiene
habremos caído en el mismo pantano de indignidad que ha caracterizado al
chavismo.
Cantv disminuye velocidad de conexion internet, hay un BLACKOUT, es la censura al estilo cubano, en estos momentos Venezuela necesita denunciar al mundo que Maduro dio el zarpazo final. Este es el momento, o nos sublevamos o nos rendimos ante Castro.
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