Una
reflexión sobre el tiempo, para leer en fin de semana
“Through the unknown, unremembered gate
When the last of earth left to discover
Is that which was the beginning;
At the source of the longest river
The voice of the hidden waterfall
and the children in the apple-tree”
and the children in the apple-tree”
T.S. Eliot, “Four
Quartets”.
Pienso con ocasional nostalgia en el pueblo en
el cual pasé mi feliz niñez y adolescencia, Los Teques. Lo recuerdo como un
sitio mágico, donde enterraban a los muertos al ritmo de las guarachas, llevados
por una carroza a la cual Aquiles Nazoa llamaba la Muertorola y donde uno de
los poetas del pueblo alegaba que su mejor poema era “La Vuelta a la Patria” de
Pérez Bonalde. Los Teques era un pueblo amable, de bellas jóvenes, grandes
maestros y gente pintoresca, donde árabes y judíos vivían en plena armonía y el
cura del pueblo era tan aficionado a los toros que lo llamaban el Diamante
Negro. Esa nostalgia de Los Teques es dulce
y siempre es una deseable invitada en mi mente.
Experimento
otra nostalgia, esta vez del futuro, la cual es menos dulce y tiene un componente
de tristeza porque pertenece a lo que no he vivido ni podré vivir. Se trata de
una nostalgia sobre lo que ocurrirá sin mi conocimiento, de los viajes a otros
planetas que otros harán, de los descubrimientos sobre el universo y sobre el
hombre que maravillarán a la humanidad.
Leo,
por ejemplo, el testimonio de un viajero interplanetario en algún momento del
futuro. Dice: “Alastor es un manojo de
treinta mil estrellas y detrito interestelar, aferrado al borde interior de la
galaxia, entre el Golfo Nonéstico y el Alcance Gaénico. El viajero puede
observar al aproximarse un impresionante espectáculo de constelaciones blancas,
azules y rojas; cortinas luminosas interrumpidas por tormentas de polvo cósmico,
flujos de estrellas y gases fosforescentes”. En este manojo de estrellas, narra el
viajero, viven millones de millones de
personas en más de cinco mil mundos.
¡Cuánto me hubiera gustado ser uno de estos viajeros!
Ese
es, por supuesto, un testimonio imaginario, escrito por Jack Vance, mi autor
favorito de ciencia-ficción. Pero me hace pensar que habrá un momento en el
tiempo, no sabemos cuan cercano o lejano, cuando el hombre viaje libremente a
través del cosmos, colonice miles de cuerpos estelares y llegue a sentir
nostalgia del pasado, cuando sus antepasados más remotos estaban reducidos al pequeño y frágil planeta
Tierra y apenas habían viajado a la Luna, es decir, a la vuelta de la esquina.
A
pesar de su gran sabiduría la naturaleza
olvidó darle al hombre la capacidad de recordar el futuro, así como recuerda el
pasado. Y recordar el futuro podría ser factible pues hoy se piensa que el
tiempo es circular, no lineal, y que el pasado y el futuro son como una serpiente
que se muerde la cola. Esto que algunos científicos están postulando fue intuido,
quizás de manera imperfecta, por Jorge Luis Borges quien decía que el río del tiempo fluía hacia el pasado.
La noción del tiempo como circular significa que, al caminar hacia el futuro
estaremos, en algún momento, llegando a nuestro punto de partida. Así también
lo expresaba el poeta T.S. Eliot cuando
decía (“Four Quartets”):
“We shall not cease from
exploration, and the end of all our exploring will be to arrive where we
started and know the place for the first time”
No dejaremos de explorar y el final de nuestra exploración
será llegar al lugar desde donde partimos y reconocer el lugar por primera vez.
La tristeza que
acompaña la nostalgia del futuro no está presente en la nostalgia del pasado.
Existe en nosotros la fuerte sensación de que el pasado no ha muerto y que aún
existe, simplemente en algún otro lugar. En ese otro lugar soy y siempre seré
un niño y mis padres estarán siempre conmigo, en un bloque de tiempo que nunca
desaparecerá y que puede ser “revivido” en nuestra mente. En esos bloques de
tiempo estoy en la escuela, escuchando a mi maestra de primaria o caminando en
Los Teques junto con mis amigos o recibiendo mi diploma de geólogo en la universidad. Es
posible pensar que no es el tiempo el que pasa sino uno el que pasa a través
del tiempo, montado en el tren que nos lleva al futuro.
Los filósofos
modernos, cuando hablan del tiempo, dicen: Nerón,
usted y la primera colonia en Marte siempre existieron, existen y siempre existirán
y están en flujo continuo. El tiempo, agregan, actúa como un reflector que ilumina solo una
porción de la realidad en un momento determinado y esa porción es el presente.
El pasado queda en la penumbra, el futuro aún está sumido en la oscuridad.
Según esta
concepción del tiempo la muerte es dejar de estar bajo el reflector. Para quienes viven es posible mover en sus
mentes ese reflector a fin de iluminar,
al menos fugazmente, el pasado.
Así lo
comprendió Thornton Wilder, cuando escribió (El Puente De San Luis Rey): “Hay
una tierra de los vivos y una tierra de los muertos y el puente que las conecta
es el amor”.
Claro que hay comentarios!!! Como no va a haber comentarios al leer estas notas tan extraordinarias, escritas por un hombre con claridad de pensamiento y sentimiento? Te felicito Gustavo, me deleite leyendolo. Gracias mil!!
ResponderEliminarTiempo y nostalgia. Pasado, futuro, pero, amigo Coronel.... ya estamos viejos, y nos aferramos al aquí y ahora. Hace unos cuantos años llegando al aeropuerto de Toronto, viendo que empezaba a nevar y se veía todo gris, vino a mi mente la novela de Julio Verne: Héctor Servadac...Un cometa pasó por la tierra y arrancó una porción de ésta. El cometa se convirtió en un pequeño planeta y se llevó en su viaje através del espacio a unas cuantas personas. Al principio ellos no sabían que pasaba, porque los días y noches ocurrían muy ràpidos. En fin lo que quiero decir es que al llegar a Toronto, me sentí en otro planeta. Ahora soy de acá, pendiente de allá. Mis nietos son de acá, el resto de mi familia está allá. Por ahí tengo un poema de Herman Hesse que se llama "Envejecer", lo grabé para un gran amigo judío venezolano. Si usted quiere le mando el link. Saludos...
ResponderEliminarMuy lindas lineas. Uno debe saber dos cosas en la vida:
ResponderEliminar1 estar donde se quiere estar
2 irse de donde NO se quiere estar
Hemos tenido el privilegio de poder haber vivido en la Venezuela de la que todo el mundo habla y que espantados hoy vemos ya no existe. Yo no se si volverá a ser eso o mejor o peor pero si algo sé y eso me basta es que la gente que votó por chavez frias tiene lo que merece pese a que se llevaron por el medio a tanta gente que les dijo que iban rumbo al naufragio. Se les
Advirtió ad nauseaum y aun así no pararon bola en su resentimiento contra quienes lograron con sus cosas malas y Buenas tener un país respetable y ambicionado para inmigrar en un periodo de 44 años.
Supongo que luego de esto aprenderán como otros tantos pueblos.
Supongo.
Gracias, Ubaldo. Lo conozco.
ResponderEliminar