En 2003 decidí salir de Venezuela, para lo cual conté con
el invalorable apoyo de mis hijos, quienes ya se encontraban viviendo en los
Estados Unidos. Cuando tomé esta
decisión la zona donde vivía, un parcelamiento
rural llamado Sabana del Medio, en las afueras de Barrera, estado Carabobo, ya estaba
cercada por invasores de tierras tolerados y hasta promovidos por el Instituto
de Tierras, cuyo presidente había sido Adán Chávez, un bandido especializado en
fraudes para expulsar a la clase media de sus propiedades. Ya casi todos mis
vecinos habían sido robados y hasta maltratados por los ladrones y criminales
de la zona, los cuales contaban con la bendición del chavismo. Me había salvado
hasta ese momento, pienso yo, porque mi apellido Coronel era confundido con el
rango militar, por lo cual el malandraje suponía que yo era un militar chavista
y armado hasta los dientes, a pesar de que solo tenía un viejo revólver Smith Weston,
cacha de nácar, herencia de mi papá, el cual nunca llegué a disparar.
Cuando llegué a USA, en Noviembre 2003, contaba con 70
años, edad bastante avanzada para un emigrante. Sin embargo, tuve la suerte de
disfrutar no solo del apoyo de mis hijos sino el de amigos excepcionales,
particularmente Moisés Naím, con quien trabajé por dos años. Encontré que en
los Estados Unidos quien necesita trabajar, casi siempre consigue trabajar, no
importa su edad. Durante estos años he hecho traducciones, he escrito muchos artículos
pagados a tantos centavos por palabra, he elaborado estudios para bufetes de
abogados y hasta escrito libros enteros
de manera anónima (nada de pornografía), para ganarme la vida de manera honorable. Durante los 14
años que he permanecido trabajando en el país he logrado ser elegible para
Medicare, seguro que me paga el 80% de mis gastos médicos y, como contribuyente
al Impuesto sobre la Renta, retirado a los 82 años, he llegado a disfrutar de
una pensión de $512 al mes, la cual contribuye
a cubrir mis gastos personales y ayuda a extender la vida de mis ahorros. Estos
son, por cierto, $512 mensuales más de los que recibido del Seguro Social de mi
país, al cual contribuí por casi 50 años sin recibir jamás ni un centavo a
cambio.
Lo que les he dicho, sin embargo, no constituye el tema fundamental de mi nota. Lo
que deseaba decirles es que, al vivir estos años en los Estados Unidos, he experimentado un
considerable alargamiento de mi vida. Aunque esto suene ilusorio pregunto ¿Al hablar de tiempo, quién
puede distinguir lo ilusorio de lo real?
Dicen que cuando Einstein explicó su teoría de la relatividad lo hizo de
la siguiente manera: “Estar sentado por un minuto sobre una estufa caliente es
una eternidad. Estar por una hora con Marilyn Monroe parecería apenas un
segundo”.
Einstein tenía razón. Cuando uno llega a vivir en un país
con cuatro estaciones ya no debe enfrentarse a un año completo de lo mismo. En Maracaibo
y los campos petroleros, donde fui muy feliz – no voy a renegar de esos años
que fueron maravillosos – estuve inmerso
por casi quince años en una especie de sauna permanente. En Venezuela generalmente tenemos dos
estaciones por año, un verano que puede ser desesperante y un invierno que
puede ser angustioso. En Sabana del Medio moríamos de sed en verano o nos ahogábamos en la oscuridad en
invierno, ya que la luz eléctrica colapsaba con la llegada de las lluvias.
Aquí en Virginia, donde he vivido por 14 años desde que
salí de Sabana del Medio, he disfrutado del fenómeno de vivir cada año bajo cuatro
regímenes climatológicos diferentes. Llegué en la entrada de un invierno que
fue duro, luego vi el renacimiento de la naturaleza, en la primavera, con su
espectáculo de los cerezos y de los perales en flor, disfruté de un primer verano de vida al aire
libre, en el cual uno se deleita o aterroriza con el espectáculo de jóvenes y
viejos casi desnudos en la calle, vi entrar el otoño y experimenté la delicia
de ver los bosques tornarse dorados, anaranjados y amarillos, en ese milagro de
la naturaleza producido por la oxidación de las hojas. Y, finalmente, vi llegar
de nuevo el invierno con el milagro de la nieve pintando de blanco el paisaje. Cada
cambio de estación requiere una vestimenta diferente, el cuerpo se siente y
actúa de diferente manera, los colores y olores de la naturaleza cambian y uno
se siente renacer a la llegada de una nueva estación. Aprendí a pensar en términos
de la primavera del año tal y del invierno del año cuál, períodos discretos
bien diferenciados en mi memoria, así como diferenciados en la experiencia.
Desde 2003, año en el cual llegué a este país para vivir
y morir aquí, he vivido cuatro años por cada año convencional. De allí que en
este mes de Agosto que acaba de pasar haya cumplido, en mi experiencia, 126
años. Es decir, los 70 que tenía al llegar aquí, más los 14x4 = 56 años. Ahora
tengo 126 años, medidos no ya en la escala convencional de los 360 días por año,
sino en la escala relativa de Einstein, la cual no es tan imaginaria como se
piensa.
Entre sentarse sobre una estufa caliente o estar al lado
de Marilyn Monroe, la elección no es difícil, aunque realmente hubiera preferido vivir estos años dorados de mi vida en una Venezuela sin estaciones
pero en democracia y libertad. Esa posibilidad se me cerró en 1999 y ya no
podré ver el cambio que vendrá.
Aunque la verdad sea dicha, lo que vendrá para Venezuela
será inesperado y bastante apartado de nuestras ideas tradicionales sobre
nacionalismo. Pero esa es otra historia.
Excelente escrito......Felicitaciones .....
ResponderEliminarMuy Buen escrito
ResponderEliminarBuena decisión gustavo. Y tomada a tiempo porque 2003 todavía era posible irse relativamente tranquilo.
ResponderEliminarMe gusto el escrito, especialmente su no tan enigmatico final. Ojala sea asi y pronto.
ResponderEliminarMuy interesante! Según los calculos yo tengo entonces 146 años ya que desde agosto del 2001 estoy en Estados Unidos y llegué de 70.
ResponderEliminarOjalá que lo inesperado que vendrá para Venezuela sea pronto, yo quiero volver y tener la opción de ir y venir... como lo hice desde que tenía 17 años.
Recordando el pasado, fuí maestro de español en el programa de Adult Education y trabajé en la Feria Mundial de Nueva York en el Pabellón de Venezuela en 1965. Luego en la Oficina de Turismo que quedaba en la 52 y Madison Avenue.
Saludos.
Wonderful post Sr Coronel. A story typical of any hard working and intelligent immigrant.
ResponderEliminarI worry though about immigrants who claim to love the United States and end up voting for Democrat candidates who want to turn the US into a hellhole like Venezuela.
Yo llegué aquí en 1981. De Cabimas. Trabajé en Lagunillas en lo que antes era Lagoven. Comprendo perfectamente su versión del "calor zuliano" y comparto sus sentimientos en un 100%.
ResponderEliminarAhora tengo 166 años!!
Gracias por compartir!
Feliz cumpleanos, Dios le dio inteligencia, lucidez y una familia maravillosa para seguir disfrutando sus escritos tan acertados y llenos de sabiduria. Que cumpla el doble de los 126 con mucha salud y sabiduria
ResponderEliminarSaludos
Blanca Earp
Escrito para reflexionar. Y esto me lleva a lo siguiente, sobre un país muy diferente al que le produce a Ud. esas reflexiones:
ResponderEliminarEn la radio venezolana existe, o existía, un programa llamado “nuestro insólito universo”. Ahora me doy cuenta de que, aunque se hablaba de hechos insólitos de todo el mundo, se aplica perfectamente a nuestro insólito país.
1. Un país, primer caso en la historia, que es colonizado con el beneplácito de sus gobernantes por otro país más pequeño y más pobre, Cuba, sin disparar un tiro.
2. Cuando lo usual es que las poblaciones de los países rechacen la intervención americana en sus territorios, un país en que las encuestas online muestran un apoyo de 90% a esa intervención o a una de carácter multinacional (incluyendo a quien escribe).
3. Un país que pasa, luego del mayor ingreso en su historia, de ser el país más rico de Latinoamérica a ser el más pobre.
4. Un país que pasa de ser tierra de promisión para gente de todas partes a uno en el cual la gente trata desesperadamente de escapar.
5. Un país cuyo presidente es extranjero y adoctrinado en un tercer país.
6. Un país cuyas FFAA son mandadas por militares extranjeros y que le dispara a su propia población.
7. Un país en el que se da la tormenta perfecta para destruirlo: chancleta marxista en la cabeza de quienes detentan el poder, una ineptitud sideral, corrupción insaciable, narcoestado y, como guinda de la torta, vínculos con el terrorismo islámico.
8. Un país en el cual los políticos supuestamente de oposición salen en auxilio del régimen cada vez que este se ve comprometido y cuya única `propuesta es ir a elecciones sin exigir condiciones y a pesar de todos los fraudes, el último el de la ilegítima e inconstitucional constituyente.
9. Un país cuyos políticos de oposición rechazan o se hacen los locos frente a las ofertas de ayuda internacional, incluyendo el último viaje en el cual el presidente de la AN se limita a pedir ayuda humanitaria y, previsiblemente, dice en privado que no necesitamos intervención extranjera, como se dice popularmente “pajeando” la vaina.
10. Un país en el cual ya amenazan con fusilar opositores y en el cual dicen que no abandonarán el poder aunque el país quede hecho polvo.
Max Brod no obedeció la orden de Kafka de quemar sus originales. Si Kafka hubiera vivido en nuestro tiempo, su obra ni siquiera hubiese sido escrita: ¿para qué existiendo un país llamado Venezuela?. Hace tiempo visitaban Venezuela un dúo de cantantes infantiles españoles, creo que Enrique y Ana se llamaban. Visitaban el país hasta que uno de los dos, creo que Ana, dijo que Venezuela era un país insólito en el cual las cucarachas volaban. Qué diría ahora…
Querido Gustavo,
ResponderEliminarAunque soy un poco más joven (68), me identifico completamente con tu relato habiendo vivido de muy joven en los campos petroleros (Jusepin, Caripito, Tia Juana, Maracaibo) y luego Caracas y un par de años en NYC. Ya de adulto y al regresar de mis estudios en EE.UU. viví en Valencia y luego de regreso a Caracas en 1977. Mis años de joven son de bellos recuerdos de los campos y de la gente amiga de mis padres.
Cuando en el 2004 me vine a EE.UU. tenía la ilusión que las cosas en Venezuela podían mejorar y si bien no creo que me regresaría totalmente, era mi deseo poder visitar el país y disfrutar de amigos y las maravillas que él ofrece.
También creo que será muy difícil que vea de nuevo a una Venezuela recuperada de tanto salvajismo por un gobierno ilegal, traidor y ladron. Pero hoy como ciudadano de EE.UU, me siento orgulloso de pertenecer a un gran país que me ha recibido con aprecio y hospitalidad.
Estimado Gustavo:
ResponderEliminarCiertamente en vez anterior me enteré, mediante este mismo blog, que usted vivía en Sabana del Medio, en los predios de Tocuyito, municipio Libertador del estado Carabobo.
Pues le comento que ya no son tan solo los invasores de propiedades los que atosigan a esta zona de Carabobo. Las invasiones, hoy por hoy, no son rentables. Ahora, el negocio es otro.
Lo que en otro país sería, en parte, una gran noticia, para Tocuyito y sus alrededores es una maldición: encontraron oro. Y las autoridades que deberían proteger al medio ambiente se hacen de la vista gorda.
Sectores como La Lagunita, La Yaguara, los cerros de El Torito y Canaposare (todos en el municipio Libertador del estado Carabobo); sectores por demás agropecuarios, están sufriendo los embates de la extracción ilegal del oro; nuestro mini "Arco Minero", pues. Y el perjuicio no es solo para el medio ambiente. Son las hordas llegadas de otras locaciones a no solo extraer oro, sino a vandalizar las pocas propiedades activas que aún quedaban en estas zonas. Hasta los bloques de la paredes los despegan. Y lo que podía faltar en estos casos: mafias controlando el acceso a los distintos sectores mencionados.
Hoy, a causa del miedo, sus habitantes tradicionales están abandonando (los que pueden) sus propiedades, y dejándolas a merced de los grupos mafiosos.
Como escribió alguien más arriba en los comentarios, tomó Ud. la decisión de salir del país en un oportuno momento. Los que todavía quedamos tenemos la esperanza de que este mal no dure cien años, aunque ya muchos hoy no desdeñamos en un posible futuro allende las fronteras.
En cuanto a sus años de vida, y siendo que ya va por los ciento veintiséis (contando las cincuenta y seis estaciones)… pues le deseo que llegue, por lo menos, a ciento noventa y nueve. ¡Vamos! ¡Que doscientos ya es como abuso!
Saludos, y por acá lo seguiré leyendo.
Estimado amigo, usted es más veterano que yo, pero estoy más arriba y por coincidencia, nosotros (como decía Jóbito: mi esposa y yo, yo y mi esposa) llegamos ese mismo año del 2003.Por acá la cosa es algo distinta, pero se vive. Aunque es preferible llegar joven, y sobre todo soltero. Todo está cambiando y hay que estar atento e informado. Tener un buen inglés, es importante. Hay estudios cortos que pueden preparar a los jóvenes para el trabajo. Plomería, electricidad son tremendas opciones. Hay que empezar desde abajo, ganar experiencias. Para los viejos es diferente, mejor es que se queden allá y ayuden a los muchachos en la liberación de la patria.
ResponderEliminarEse pais, USA, que le ha permitido la experiencia que relata en su inspirador escrito, podría , believe or not, caer en las garras del marxismo. Lo dije mucho antes, a propósito del surgimiento de la opción de extrema izquierda en el partido democrático, con Sanders. El artículo cuyo link le dejo para su lectura y feflexión ratifica todas mis opiniones de hace un año. Ya hasta estám divididos los demócratas en la practica, pues Sanders tiene ya su formación, Our Revolution.
ResponderEliminarhttps://www.nytimes.com/2017/09/07/opinion/clinton-sanders-democratic-party.html?action=click&pgtype=Homepage&clickSource=story-heading&module=opinion-c-col-right-region®ion=opinion-c-col-right-region&WT.nav=opinion-c-col-right-region