La salud del
anciano ex - gerente petrolero se había debilitado mucho. Poco salía ya de su pequeña
vivienda en un rincón de Florida, la cual era pagada por sus hijos. Pasaba la
mayor parte del tiempo leyendo y
escribiendo en su vieja computadora. Veía hacia el pasado con frecuencia
y pensaba que los viejos petroleros venezolanos no habían sido muy afortunados
en su retiro. Su fondo de ahorros había sido usado por la empresa para pagar
sus propias deudas y sus pensiones se
habían convertido en sal y agua, debido a las severas devaluaciones sufridas por el Bolívar. Sus
salarios nunca habían sido del mismo nivel que los existentes en las grandes
corporaciones privadas de la industria petrolera
internacional, en las cuales – inclusive – los gerentes tenían acceso a la
participación accionaria. Eso no había sido posible en PDVSA, empresa e la cual
todas las acciones estaban en manos del estado. El anciano recordaba que nunca
llegó a ganar más que el equivalente de unos $5000 al mes, aun cuando se retiró
a nivel directivo, respetable suma pero bastante inferior a la que recibían sus
iguales del sector petrolero privado. Ahora, lo comentaba como chiste con sus amigos, cada vez que recibía el cheque
de su jubilación se iba a almorzar en un buen restaurante. No alcanzaba para
más.
El anciano
había sido miembro de un grupo de gerentes petroleros honestos, trabajadores,
llenos de una mística profesional que les hacía sentirse orgullosos de su
aporte al país. Cuando sus servicios eran requeridos nunca les importó si era
día, noche o madrugada. La industria petrolera no paraba nunca. Estos hombres y
mujeres del petróleo nunca sintieron la tentación de robarse el dinero de la
empresa, pues se consideraban bien remunerados en relación con el resto de los
venezolanos.
A pesar de estar reducido a una vida muy
modesta, casi a nivel de la pobreza en un país donde abundaba la gente
adinerada, el anciano ex-petrolero había encontrado una tranquila felicidad. El
país le ofrecía alternativas baratas y é había sabido planificar su vida. Había
mercados donde la comida era de menor precio y de razonable calidad. La ropa se podía encontrar de buena calidad en
tiendas poco lujosas, ya que en las lujosas había aprendido a no entrar. El transporte público
era excelente y tenía, además, una camioneta HONDA que parecía ser indestructible
a pesar de sus 15 años de vida. Las bibliotecas públicas eran excelentes y le permitían
un variado menú de lecturas. Los parques eran gratis, así como los museos. Hasta un buen vino se podía encontrar por $10
la botella en las grandes tiendas especializadas. Financieramente había llegado
a ser pobre pero su nivel educativo le permitía llevar una vida digna e
intelectualmente rica.
Lo único que
el anciano petrolero guardaba como deseo insatisfecho era un auto nuevo. Por años había soñado con un inaccesible LINCOLN Continental. Ese auto
costaba entre $50.000 60.000, una suma parecida a la que le iba quedando en su
cuenta de ahorros, suma celosamente guardada para enfrentar cualquier
eventualidad médica, la gran espada de Damocles que se cierne sobre los
ancianos con insuficiente seguro médico en los Estados Unidos. Por mucho tiempo
había querido tener ese auto pero las circunstancias siempre se lo impidieron,
por una u otra razón. Hoy ya era imposible.
Sin embargo,
nunca dejaba de soñar con verse al volante de uno de esos autos, con olor a
cuero bueno y con el sonido del motor como el de un adagio de Kachaturian.
El año
pasado, al advertir que el anciano petrolero se apagaba, sus dos hijos decidieron
hacerle el supremo regalo. Fueron a una empresa de alquiler de autos y
contrataron por dos días, para la navidad, un LINCOLN Continental, último modelo,
de un hermoso color azul. El 25 en la mañana el auto apareció al frente de la
vivienda, con un gran lazo blanco. Cuando el anciano petrolero bajó, acompañado
de sus hijos y vio aquel hermoso auto esperándolo sus ojos se llenaron de
lágrimas. De uno de los hijos recibió un pequeño dispositivo que abría las
puertas y que prendía el motor, nada de llaves anticuadas. Una vez frente al
volante, respiró el lujoso olor a auto
nuevo. Y salió a pasear a unas 30 millas por hora. En todos los semáforos se
paraba con especial cuidado y, en uno de
ellos, sonriente, dejó que atravesara la
calle una anciana señora, paladeando las delicias de ser un buen ciudadano, a
bordo de su lujosa nave.
Cuando llegó
al café donde lo esperaban sus amigos, estos lo rodearon, admirando el auto,
notando el brillo especial que tenía la mirada del compañero.
En esta
navidad el anciano ex- petrolero ya no está con nosotros. Pero no dijo adiós sin antes lograr cumplir con el
deseo de toda la vida. Tuvo sus dos días de felicidad total manejando un
LINCOLN Continental, en plena libertad,
por las amplias avenidas de la Florida. Fueron dos días que tuvieron
para él un mayor significado que si hubiera podido comprar el auto al contado,
como cualquier bolichico.
Y es que
poder verse en el espejo y ver allí reflejado a un hombre honesto siempre fue
más importante para él que el auto nuevo.
Feliz Navidad Don Gustavo.
ResponderEliminarIC
Feliz Navidad y Feliz Noche buena a todos los expetroleros honestos que ya no estan activos en este mal llamada PDVSA, que ya no es Petroleo y menos es Venezuela
ResponderEliminarFeliz Navidad Gustavo, y que viva (o reviva)la "Vieja Pdvsa"!!
ResponderEliminarP.D.: Mi pension apenas alcanza para comprar un hot dog! Por lo que, a mis 77 anos, tengo que trabajar duro.
Una feliz navidad para todos. Recuerdo cómo los supermercados venezolanos eran una maravilla y en navidad rebosaban los anaqueles. Una vez compré una paella no se me olvida que pague un depósito por la paellera. La gente podía salir a darse su gusto eso es mentira que estaba la vaina jodida. Jodida para quien no trabajara pero el que tenía ganas progresaba. Bueno tengo muchos ejemplos de la vida real y de gente que vivía bien en esa época pero decía que no y se quejaba, por ejemplo cierta familucha cuyo cabeza era maestro y allegado al copeyanismo calderista pero quiero hablar de política simplemente paso a dejar mis saludos a todos los foristas y a mi amigo Gustavito.
ResponderEliminarFeliz Navidad Gustavo!! Tu ejemplo inspira.
ResponderEliminarFelìz navidad, Gustavo y demas lectores...
ResponderEliminarFeliz Navidad Coronel!! en verdad ud es un ejemplo y una persona digna de admirar!
ResponderEliminarKC
darse el lujo de sentirse un ciudadano de un pais de un pais civilizado, no tiene precio. Vale mas que todo el oro del mundo porque uno se infla de orgullo propio que el dinero no puede comprar.
ResponderEliminarDiego De La Vega