Crecí en Los Teques, entre los años de 1933 y 1950,
cuando me fui a estudiar geología en Tulsa, Oklahoma. Esos años de infancia y adolescencia
en Los Teques fueron de gran felicidad, a pesar de Pérez Jiménez.
El pueblo era idílico, lleno de gente original,
maravillosa, que pertenecería en una novela de García Márquez: el Padre Romero,
con su bastón amenazador; el campanero llamado “Morocho”, quien se había caído
de cabeza del campanario y había roto el pavimento; mujeres barbudas; muertos que
eran transportados al cementerio a ritmo de guaracha; poetas maravillosos como Rubén Ángel Hurtado
y Carlos Gottberg; filósofos naturales
como Federico Escobar; periodistas maravillosos como Julio Barroeta Lara; el
maravilloso Liceo San José, fábrica de buenos ciudadanos; las bellas muchachas;
la retreta dominical; los amigos con quienes caminábamos incesantemente de un
extremo al otro del pueblo; los comunistas amables como Manuel Mota y el Chino
Landaeta.
Ese pueblo ya no existe, ahora es una ciudad en caos,
irreconocible para quienes nacieron y crecieron en el pueblo del mismo nombre.
Como fue el caso de Rafael, Chilo, Lazo y mío. Chilo vive en Caracas y enfrenta
la tragedia actual con un envidiable sentido del humor y dignidad. Yo estoy muy
lejos del país. De Los Teques que conocimos solo quedan memorias amables.
Chilo me escribe sobre la actualidad del país y me dice: “Pasa lo que no debe pasar y lo que debe
pasar no pasa. Soy venezolano, quiero este país, mis padres, hermanos y nietos
nacimos aquí, los bisnietos nacieron fuera de Venezuela, hijos de unos padres
que se fueron porque no encontraron espacio para vivir, ahora se la mantienen
añorando a Venezuela, hasta que ya no piensen más en ella y termine por
desdibujarse en sus mentes. Es terrible lo que está ocurriendo, la vida se ha
vuelto dura, muy dura para los residentes de Venezuela. Se ha escrito tanto, se
ha dicho tanto, adonde uno llega lo que encuentra es gente protestando,
hablando mal del gobierno y sus dirigentes quienes no dan un paso al frente
para arreglar las cosas. Vengo de pasar las navidades y el año nuevo en
Margarita, allí es mayor el desabastecimiento e inflación que en “tierra
firme”. Voy a los supermercados Central Madeirense y Unicasa, unas “cadenas”
construidas por una generación de portugueses trabajadores quienes con su
esfuerzo sacaron este país de ser un mercado de pulperías. El local de Central
Madeirense es enorme, creo que el más grande de Venezuela y ver este gigante
“pelado” con los estantes vacíos lo que produce es una mezcla de angustia y
desazón. Igual con Unicasa. Al regresar a Caracas voy a un supermercado Don
Sancho en el Llanito y no hay nada que comprar, igualmente las estanterías
vacías. Esto se acentuó con la decisión del gobierno de obligarlos a vender a
precios bajo el costo y arrasaron con las existencias que no repondrán y
terminarán por cerrar. Podría escribir una novela con esta triste, cruel,
terrible situación venezolana, describiendo lo que uno aprecia todos los días
cuando sale a la calle. Dejémoslo hasta aquí, pues esto enferma. Buenos días,
me voy a caminar. 13/01/2017, POR VENEZUELA SIEMPRE. AUN EN LAS PEORES
CIRCUNSTANCIAS.
Así me escribe Chilo Lazo, desde Venezuela. Termina
diciendo: por Venezuela siempre, aún en
las peores circunstancias. Su niñez y adolescencia felices en Los Teques
seguramente le dieron la fortaleza espiritual necesaria para seguir siendo un
gran venezolano, aún después de tantas decepciones y tristezas.
70 años después Rafael Lazo aún está en la trinchera de
lucha por una Venezuela mejor. Su
felicidad tequeña durante su niñez y adolescencia tiene mucho que ver con su indomable
venezolanidad. Estamos juntos, Chilo.
Ni le debo a Venezuela ni esta me debe nada. Ni ando por ahi buscando Cocosete, Susy, torontos etc. Se que esta tierra, nuestra, no tiene la culpa de nada pero no tolero a la mayoria de los venezolan@s: gente sin educacion, gentuza, chillones, desordenados, bocones, rolos de vivos, echones, impresentables, garrapatas, egoistas etc.
ResponderEliminarCuando escucho el acentito venezolano por los supermercados de aca, ni abro la boca, no me interesa ni hablar con ellos. Incluso, algunos de ellos por estar en Miami ahora, tienen una actitud y proceder que denota superioridad y arrogancia. A un poco mas de un par que ayude trataron de joderme y hasta ahi llego mi personal ayuda humanitaria para ellos.
Solo los puedes recomendar para JODER a los demas.
ResponderEliminarGracias Gustavo por tu escrito.
Siento mucho el comentario de Anónimo. No se que le pasaría.
Por mi parte en mi casa me enseñaron gran amor a mi Madre Patria.
Mi padre era holandés y adoraba a Venezuela.
Tengo 86 años, y los mas felices los viví en Venezuela.
Tengo 16 años sin poder regresar por haber denunciado a los desalmados todos esos años.
Lo que he oído es que los que han emigrado a muchos países, han hecho buen papel. Como todo en la vida nada es perfecto y me imagino que si hay algunos indeseables. También he oído que hay muchos chavistas entre ellos.
Gracias, Maria Teresa.
ResponderEliminarSin generalizar, estoy en gran parte de acuerdo con lo dicho por el Anónimo #1. Es muy lamentable pero cierto, la buena emigración educada y trabajadora -que la hay- es minoría al lado de los bocones, arrogantes, mal educados, nuevos ricos -muchos de ellos chavistas o bolichicos con dinero malhabido- a los que creo se refiere esta persona. Es la realidad que toca a muchos que estamos fuera cuando nos encontramos con venezolanos de este tipo. Muy lamentable pues es una mala imagen del país que se deja.
ResponderEliminarSalì de Vzla hace 14 años cuando mis derechos ciudadanos fueron bloqueados por que mi nombre estaba en todas las listas de la dignidad (tascon, maisanta, etc).
ResponderEliminarMis hijos tienen pocos recuerdos de Vzla. Pero yo los tengo todos.
Si deseo regresar algùn dia a mi pais y contribuir con su reconstruccion