La
Patria es lo que llevo en mi memoria, una
suma de lugares, gente e historia. Cada uno de nosotros lleva
dentro de sí su suma particular de la Patria. Por ello es que mi Patria no es la
patria de un Pedro Carreño o de un Diosdado Cabello. Y por ello es que no estoy
exiliado de mi Patria. Quienes están exiliados de mi Patria son ellos.
Por lo que atañe a lugares mi Patria
contiene al Ávila, los Andes y sus
pequeños pueblos, así como la gran llanura y los caudalosos ríos. Me identifico
con Reinaldo Solar, el personaje de Rómulo Gallegos, quien cada mañana se
paraba frente al Ávila pleno de entusiasmo para acometer su tarea cotidiana. Tiene que ver con
caminatas matinales entre la fría neblina de Santo Domingo, antes de llegar a
Apartaderos o con sentarme bajo la sombra de un inmenso árbol de cotoperiz
(Talisia olivaeformis) en una placita de provincia, a ver jugar niños
venezolanos. Está atado a mi admiración por la caída de aguas de La Llovizna,
la confluencia de aguas y colores del Orinoco y el Caroní, o el disfrute del parque
de Cachamay. Esas maravillas son parte de la Patria pero son regalos de la
naturaleza, no son obra nuestra. Ellas no nos pertenecen, nosotros les
pertenecemos a ellas.
La Patria es la gente que admiramos y
veneramos, la conciencia de haber nacido
en la misma tierra de Sucre, Miranda, Bello, Gallegos, el maestro Sojo,
Antonio Lauro, Mariano Picón Salas, Mario Briceño Iragorry, Antonio Arraiz,
Vidal López, Andrés Galarraga, Jesús Soto o Rodrigo Riera. Ello nos
reconforta, nos hace sentir parte de un conglomerado de talentos y nobleza que
deseamos imitar, que inspira cada uno de nuestros actos. Parte importante
de la Patria es haber compartido trabajos con los humildes y abnegados
venezolanos que nos acompañaron por años en nuestras exploraciones geológicas
en el interior de Venezuela, interacción que nos reafirmó la fe en la naturaleza amable y digna del
venezolano. Y es habernos sentado en los pupitres del Liceo San José de Los
Teques para escuchar las enseñanzas de Isaías Ojeda, lo que nos dio un fuerte
sentido de pertenencia a una gran familia de gente buena y honorable.
Patria es también saber que pertenecemos a
un pueblo que, en un momento estelar de su historia, supo salir fuera de sus
fronteras para liberar a otras naciones y que mucho después aceptó con amplitud
y generosidad mezclarse generosamente con miles de extranjeros desplazados por
las guerras para formar una nueva y mejorada sociedad venezolana. Patria es la sensación de
dulce nostalgia y recuerdo de nuestra niñez y adolescencia en lo que fue el
bello pueblo de Los Teques de las décadas del cuarenta y del
cincuenta.
Esa es la suma de mi Venezuela. Ella es mi
patria. Allí nací. Mucha de ella es probablemente inmortal en términos
históricos, si no geológicos. El Ávila estará “siempre” allí, mucho después que
nosotros hayamos desaparecido como país y seamos parte integral, sin fronteras,
del planeta Tierra.
Nadie podrá borrar la obra de nuestros
grandes héroes ciudadanos. Siempre habrá venezolanos amables y dignos. Los
pequeños pueblos de Venezuela, mientras existan, nunca perderán su encanto. Esa
es la Venezuela que atesoro en mi corazón.
Para estar en ella solo tengo que llamarla
a mi memoria, no es necesario ir físicamente allá, sobre todo porque mucha de
esa Patria ya no se encuentra allí. Mucho del paisaje ha sido y profanado
por una trágica Venezuela. Vallas insolentes, pertenecientes a una degradada sociedad
donde se rinde culto a los villanos ensucian lo que fue alguna vez un paisaje
amable. Los parajes andinos están cubiertos de basura y es necesario pensarlo
bien caminar en un parque, debido a la inseguridad reinante. ¿Estará todavía en
pie el frondoso cotoperiz del pueblecito? ¿Habrá un banco donde sentarse? ¿Podrán
los niños jugar tranquilamente allí, sin temor a quien alguien de la Venezuela
chavista les de droga?
La fisonomía física y espiritual de mucha
de la gente ha cambiado. Los héroes ya no son los mismos. Ahora hay monumentos
al Che Guevara, plazas para Marulanda,
estatuas del sátrapa fallecido, libros sobre Maisantas y Zamora más que sobre Gallegos
y Vargas.
Hay una obsesión de hablar de la limosna
como política de Estado, de exaltar la pobreza como virtud y de estigmatizar el
logro de clase media como pecado. Ahora los mártires se llaman Robert
Serra, Lina Ron, Danilo Anderson o Eliécer Otaiza. Los intelectuales de nuevo
cuño son de ínfimo nivel: ensayistas como
Earle Herrera y poetas como
Isaías Rodríguez y Tarek William Saab. El director del CELARG se llama
Roberto Hernández Montoya y escribe en APORREA.
Quienes ocupan los asientos de una prostituida
Asamblea Constituyente ya no se llaman Andrés Eloy Blanco, Gonzalo Barrios o
José Antonio Pérez Díaz, sino Delcy Rodríguez, Herman Escarrá, Pedro Carreño,
Blanca Ekhout o Darío Vivas. Los líderes del gobierno no son ya un López
Contreras, Medina Angarita, un Betancourt o Leoni sino un Nicolás Maduro o un
fósil grotesco salido del pleistoceno cultural llamado Diosdado Cabello.
El Panteón Nacional sirve de morada a nuevos huéspedes sin credenciales y en un
cuartel de la montaña una gente sumisa e
ignorante va a pedirle consejos a la momia de un cobarde.
En esta Venezuela de utilería que existe
hoy, la historia que nos llenaba de orgullo ha sido arbitrariamente revisada y
esa falsificación se le inyecta, sin anestesia, a los niños venezolanos.
Bolívar es un zambo, Páez un traidor, Betancourt un entreguista, la derrotada
invasión cubana por Machurucuto es conmemorada como una gesta revolucionaria y
sus sobrevivientes traidores, como William Izarra y Fernando Soto Rojas
son ciudadanos privilegiados y hasta utilizan a Quinta Anauco para sus fiestas
familiares.
En esta Venezuela que asemeja el retrato de
Dorian Gray, los valores de la Venezuela que es mi Patria se han invertido: la
meritocracia es una mala palabra, ser pobre es bueno y ser rico es malo, aunque
el difunto usara relojes de $50.000, las victorias electorales de la oposición
“son de mierdaaa”, la empresa petrolera vende pollos pero no produce petróleo,
el ejército trafica con drogas en lugar de combatir el tráfico de drogas.
Esa, por supuesto, no es Patria, es un país creado para servir de localización
a una película de horror, cuyos anti-valores y anti- héroes me son extraños.
De allí que mi Patria Venezuela la lleve yo a donde vaya,
como Patria portátil a ser instalada en mi hogar, no importa donde me
encuentre.
¿Quiénes son los verdaderos
exiliados? Muchos de quienes han abandonado a nuestra verdadera Patria viven
hoy en la degradada Venezuela física de
hoy, en los ministerios, en los bancos del Estado, en Miraflores, en los
cuarteles donde ondea la bandera cubana, en las oficinas de los grandes
ladrones de PDVSA, CORPOELEC, CVG, y de las empresas contratistas del estado,
manejadas por los amigos de los malos venezolanos. Esa Venezuela prostituida
habla en la Constituyente, se mide en Hinterlaces, trafica drogas en los cuarteles,
contrabandea hidrocarburos desde La Campiña y pretende hablar en el mundo con
voces de embajadores lacayos a lo Moncada o a lo Chaderton. Esa Venezuela
moribunda es de los verdaderos exiliados de la Patria verdadera. Sus miembros
pretenden hoy sobrevivir con la complicidad de aliados disfrazados de
demócratas, quienes asistirán a elecciones fraudulentas a fin de tenderle un
puente de plata a una Venezuela podrida que trata de salvar el pellejo.
No somos nosotros los exiliados, son esos otros.
Los veremos escapar prontamente. Ceaucescu será un picnic.
ResponderEliminarLo unico que nos puede salvar es una intervencion extranjera a lo Noriega.
ResponderEliminarEs lo unico.
Está muy claro que la Patria de los venezolanos decentes y que contribuyeron al progreso del país es muy distinta a la ¨patria¨(en minúscula)de los ladrones y traidores que pululan en el desgobierno actual. Ellos en realidad no tienen patria, porque no tienen memoria de logros o vivencias exitosas: sus vidas han sido de cloacas y burdeles, llenas de envidias y fracasos, vendindo sus almas a los asesinos cubanos y el país a los chinos cuyo único interés es tener un pie de America y explotar los recursos de nuetra tierra. Predadores admitidos por unos lambucios y mediocres que se conforman con una pasada de mano de los que hoy han conquistado la soberanía venezolana sin echar un tiro.
ResponderEliminarNi los chavistas son Venezolanos, ni los castristas son Cubanos. Esa porqueria es un grupo de odiosos criminales que han secuestrado dos paises para imporner sus ideas a la fuerza. Sus ideas no han dado resultado y se han convertido en tiranos autoritarios que Deben ser depuestos y enviados a donde ellos perteneces, al infierno. Son una logia diabolica.
ResponderEliminarGustavim
ResponderEliminarAqui te hago llegar un anecdotario sobre don Rómulo Gallegos,
http://elestimulo.com/climax/romulo-gallegos-civilidad-inquebrantable/
Al artículo sobre el Presidente Gallegos le falta incluir su período en la ciudad de Norman, Oklahoma, donde residió desde noviembre del 53 a mayo del 54. Para ser exactos su casa fue la número 443 de la College St. Tuve ocasión de visitar la casa y la familia que ahora vive allí es muy gentil, se sorprendieron al saber que bajo su mismo techo vivió la pluma más importante de las letras venezolanas.
ResponderEliminarMantengo fresco en mi mente, la fugaz visita que hiciera Don Rómulo Gallegos al Liceo Andrés Bello, donde yo estudiaba primer año con 12 años recién cumplidos. Recuerdo haberlo visto muy cerca de nosotros, en las inmediaciones de la Dirección del Liceo, semi encorvándose para saludar a los imberbes que le rodeaban, evidentemente contento con esa actividad, organizada al poco tiempo de derrocada la anterior dictadura militar, debió ser febrero del 58. Hoy pienso cuán distinta y provechosa habría sido esa cordial visita del gran escritor, si nos hubiesen dado antes algún resumen sobre su obra y su trayectoria política, pues para los niños que éramos la mayoría de quienes tuvimos el privilegio de compartir con Gallegos esa corta visita suya al querido LAB, aquello era simplemente una interrupción de la rutina normal, y apenas intuíamos que se trataba de una persona importante, pero ignorábamos -por supuesto- casi todo lo que conforma la grandeza de ese hombre excepcional, expuesta magistralmente en este artículo, que nos permite conocer al hombre vertical que jamás traicionó sus principios democráticos y de respaldo a la civilidad. Esta lectura aumenta mi admiración por Don Rómulo Gallegos, y el orgullo que se deriva de que haya sido un venezolano absoluto.
ResponderEliminar