Antonio de Nebrija
“Gramática
de la Lengua Castellana”, 1492
Cuando los españoles llegaron al nuevo mundo ya sabían que debían tratar de
imponer su lengua a los idiomas de las naciones indígenas: el nahuatl, el
chibcha, el quechua, el aymará, el guaraní, el arawako, el caribe. Fue una
labor ardua lograda en dos etapas, la
primera mediante la adopción temporal de la lengua nativa predominante y, luego,
enseñar el español. Dada la naturaleza autoritaria de los conquistadores,
lo primero que aprendieron las tribus de
América en español fueron las maldiciones. El Fraile Domingo Santo Tomás, 1560,
narra que, hablando con un jefe Quechua, este le dijo: “Aun no soy cristiano pero estoy aprendiendo. Ya maldigo, juego a las
cartas y estoy comenzando a robar”.
La imposición del español en el nuevo mundo no es el único ejemplo del uso
del idioma como factor de dominación. El éxito de Roma en extender su imperio
con la ayuda del idioma es otro buen ejemplo. De igual manera el imperio
británico impuso el inglés en una buena parte del mundo, aunque hoy esté
pagando el precio de su éxito.
Hay ejemplos mucho más modestos del uso del lenguaje como factor de
dominación. Uno que nos ha afectado a nosotros los venezolanos apareció con la
llegada del chavismo al poder en Venezuela y fue representado por la progresiva
implantación de un dialecto que los ayudó a consolidar su poder político. Este
dialecto no fue ideado por el paracaidista llegado a la presidencia del país en
1999, hoy fallecido, sino por gente más
astuta, con experiencia en este campo: los cubanos castristas. En Cuba la
implantación de un dialecto político había sido fundamental para lograr
esclavizar al pueblo.
Con la ayuda de ese dialecto el proyecto de dominación castrista en
Venezuela aún está vivo y, por algunos años, fue muy exitoso. Su implantación
no hubiese podido tener tanto éxito si no hubiese sido por el torrente de
ingresos petroleros del cual disfrutó Hugo Chávez desde el 2004 hasta el 2012,
año de su muerte. Con ese fabuloso ingreso petrolero Chávez pudo llevar a cabo
una política de dádivas que se combinó con la utilización del dialecto ideado
por los cubanos. Esta fue una estrategia pavloviana, de reflejos condicionados,
la cual no se diferencia mucho de lo que
experimenta una mascota cuando se le enseña a acatar órdenes e instrucciones a
cambio de golosinas. Chávez, asesorado por el castrismo cubano, comenzó un programa de dádivas y, al mismo tiempo,
una campaña de adoctrinamiento ideológico basado en el concepto de una alianza
cívico-militar (concepto castrista y del anti-semítico Norberto Ceresole). Su
idea central fue vender al pobre como eje de la “revolución”, lo cual requirió
la introducción de mitos de fácil atractivo popular, tales como el Bolívar mestizo-socialista;
las misiones (limosnas disfrazadas), la importancia de la comuna, no ya de la comunidad
o la necesidad de alianzas con países y movimientos “progresistas” a lo Irán,
Libia o las FARC.
Así como los frailes católicos le enseñaron el idioma y le vendieron la
idea de la supremacía de la Corona a los nativos del nuevo mundo, así los
ideólogos del castrismo-chavismo comenzaron a enseñar a los venezolanos el
dialecto aprendido de los cubanos. Comenzaron a hablarles de los comités de
defensa de la revolución, de la soberanía anti-imperialista, de la
autosuficiencia alimentaria, de la riqueza como crimen. Se creó el fraudulento
Plan de la Patria, se instalaron Centros Bolivarianos, se comenzó a hablar del
socialismo del siglo XXI, esa ficción de ideólogos fracasados en otros países
como Heinz Dieterich y Marta Harnecker, se introdujo el carnet de la patria. Se
inventó la guerra económica. Se hablaba de la siembra petrolera como la
solución a nuestra crisis económica. Se acuñó el término de milicia popular. Sobre
todo se estructuró un lenguaje alrededor de la idea del pueblo en el poder y de
la toma del control de los medios de producción por los obreros.
Este dialecto terminó por ser hablado en los estratos populares por sujetos
que recibían, como premio, dádivas y
limosnas. Tan hondo caló este dialecto mítico en la mente del pueblo que
todavía hay muchos quienes creen en Chávez y su llamada “revolución”, a pesar
de que se el país se derrumbó y se han terminado muchas de las dádivas y limosnas
que lubricaban la aceptación del sátrapa en las mentes poco ilustradas. El
colapso es tan notorio que ya no es posible seguir creyendo en la “guerra
económica” o en la “soberanía alimentaria”, en un país donde la gente se muere
de hambre y de mengua. Aún en el último reducto de la “revolución”, APORREA, se
ha comenzado a ver una escisión importante entre quienes aún creen y quienes han dejado de creer. Sin embargo, tan
fuerte fue la influencia del dialecto chavista que aún quienes han dejado de
creer hacen malabarismos mentales, tratando de explicar el fracaso como
originado por un desvío del camino verdaderamente “revolucionario” por parte
del actual narco-régimen. Es decir, Maduro no, Chávez sí, lo cual representa el
paso intermedio entre la negación y la aceptación del fracaso.
Se va el chavismo y, con él, se va su cursi y absurdo dialecto, basado en
una desesperada negación de la realidad por quienes ya dejaron de creer, pero
buscan una explicación que les permita seguir aferrados a sus dogmas.
Se va? Cuando? Hoy? Mañana? Sarcasmo aparte, mucho se teme uno que esta semilla perversa rebrote, cual peronismo tropical, si es que se van, cosa que está por verse y que se refleja en su escrito. Una población humillada y ofendida, soportando una hiperinflación que ya entra en el ranking de las peores en la historia y a las puertas de lo que puede ser una hambruna al estilo Mao, Lenin, Stalin, etc.
ResponderEliminarNeolengua orwelliana versiön cubana (apunte a su escrito)