“HUBIERA PREFERIDO OTRA MUERTE”
“no tengo inconveniente en confesar que hubiera preferido otra muerte”.
Carlos Andrés Pérez, en su discurso final ante el país
Con el correr del tiempo esta frase de Carlos Andrés Pérez, al aceptar con estoicismo
un castigo que muchos venezolanos han llegado a sentir inmerecido, crece en
simbolismo, resuena como una frase extraída de una tragedia de Eurípides o de
William Shakespeare. Pérez se sometió al juicio de los venezolanos, aceptó su
veredicto, pero dejó sentado que su carrera política, su comportamiento
público, con sus errores y sus aciertos, merecía otro final. Ciertamente no el
de su salida bajo la presión de quienes no pudieron derrocarlo por la vía del
golpe militar de 1992, esos aliados de circunstancia donde figuraban algunos íconos
de nuestra política que actuaron sin nobleza.
En aquel momento, testigo lejano de
aquél evento inusual, confieso haberlo visto como un acto de suprema democracia,
solo comparable a los Estados Unidos en vigor institucional. El mismo Pérez
contribuyó a hacer lucir bien a sus acusadores, al negarse a rechazar su enjuiciamiento
y acatar el proceso. No tardé mucho en convencerme de que aquella acción había
sido un trágico error. Pérez así lo advirtió serenamente, con claridad de
oráculo en su discurso final: “Quiera Dios que quienes han creado
este conflicto absurdo no tengan motivos para arrepentirse¨. Hoy en día,
ciertamente, el país tiene amplios motivos para arrepentirse de haber abierto
aquella puerta, por la cual se colaron las hidras, las quimeras y los cerberos
de la gran revolución de la ignorancia que tomó el poder en el siglo XXI.
La frase de Pérez puede aplicarse
hoy, con igual o hasta más intensa carga trágica, a lo que ha sucedido a
Venezuela. No hablo de lo que le puede
suceder a Venezuela porque la tragedia está ya esencialmente consumada. Venezuela
está hoy en ruinas en lo material y, peor aún, en lo espiritual. La Venezuela
que vemos, de la cual somos parte avergonzada, es una nación en desintegración,
con una población que es testigo esencialmente pasivo de su propia destrucción.
Hoy nuestro pueblo llora, se duele, se lamenta. Los mejores están indefensos
ante el gorilaje lópezpadrínico mientras otros esperan que alguien venido de
otro planeta venga a rescatarlo. Veo una foto en la cual un venezolano se
aferra, lloroso, al brazo de Almagro, el secretario General de la OEA,
pidiéndole la acción salvadora que Almagro, con toda y su buena intención, no
puede darnos, especialmente porque el tinglado político latinoamericano se
limita a pronunciar discursos tan llenos de pomposidad como carentes de
sustancia. Los grandes países del Norte desean ayudar pero alegan, como justificación
de su cautela, que les aterra tanto la ineficacia y ambigüedad de la oposición como
la crueldad del narco-régimen. Cada día que pasa se acentúa más la degradación
de nuestro pueblo, la indefensión de los valientes y la sumisión de los
cobardes.
Cuando uno observa que el poder
está en manos de una coalición de narcotraficantes, ladrones, asesinos,
pandilleros y contrabandistas civiles y militares, algo que está ya ampliamente
documentado. Cuando uno ve esta coalición de chavistas, maduristas,
oportunistas y adulantes caracterizada,
a nivel presidencial, por el analfabetismo funcional. Cuando uno ve que cien de los altos miembros
del régimen están indiciados internacionalmente por lavado de dólares y/o narcotráfico,
que el presidente del Tribunal Supremo de Justicia es un asesino y que el
redactor de una nueva constitución, mamotreto cursi, es un adulante que ha
cambiado tres veces de lealtad política. Cuando uno ve que el presidente de
PDVSA es un militar ignorante que emplea sus familiares en la empresa y da
contratos por centenares de millones de dólares a empresas fantasmas. Cuando
uno ve que las viudas del chavismo luchan contra el madurismo para capturar el
poder, utilizando para ello dinero lavado.
Cuando uno observa todo esto y, al
mismo tiempo, constata el silencio, la resignación y los llamados que hacen
ciertos líderes opositores a registrarse con el llamado carnet de la Patria
para optar a la gasolina gratis y a la caja de comida subsidiada, entonces uno
piensa: La gente digna y honesta de nuestro país hubiera preferido otra muerte.
Sí, creo que hubiésemos preferido
otra muerte como pueblo, no el exilio, la cárcel, la carencia de dinero
efectivo, de comida y medicinas o la humillación diaria a manos de los
entregados al castrismo cubano.
Someterse a déspotas iletrados,
vulgares, ignorantes, morir esclavizados por esa pandilla salvaje y rapaz, es
morir muchas veces. Mucho se ha hablado de preservar la paz, mientras miles de venezolanos
morían violentamente por culpa del narco-régimen. Millones de venezolano han
sido aventados de sus hogares para escapar hacia otros países de la crueldad
del régimen, compatriotas quienes han sido definidos por Nicolás Maduro y su
pandilla como “lavadores de pocetas”.
Las palabras de Carlos Andrés
Pérez resuenan hoy con renovado vigor.
Por ello apoyo las iniciativas de
rebelión ciudadana interna, o económicas
y políticas externas, incluyendo una intervención militar multilateral, las
cuales lleven a la expulsión acelerada del poder de la pandilla
chavista-madurista.
Viendo varios tuits de gente supuestamente pensante que, sin sonrojarse, proclaman que ya el régimen esta caído y que comerán hallacas en Diciembre, sin Maduro, pienso para mis adentros: será que están viendo otra película? Están buscando centimetraje en los periódicos o seguidores en Twitter? De otra manera, no se entienden esos arrebatos de optimismo de no pocos periodistas y opinadores de oficio.
ResponderEliminarIC
Totalmente de acuerdo paisano, con AD y Carlos Andres vi como toda una generación nos educamos, trajamos y prospereramos sin que nadie nos exigiera ni una idea política ni pertenecer a partido algunos y como yo miles y miles de venezolanos añoramos esos tiempos.
ResponderEliminarBanalidad del mal, de Hannah Arendt, versión venezolana:
ResponderEliminar-Por qué me jodes?
-Porque debo, puedo y quiero joderte y lo disfruto.