Hace unos días me llamó un amigo desde
Houston quien me dijo: “Hablé con Xxxxxx y tu nombre salió a relucir. Me mencionó
que tu habías sido su mentor”. Oír esto me emocionó porque esta persona
mencionada ha hecho muchas cosas buenas y su conducta ciudadana ha sido ejemplar.
Me sentí orgulloso de que me considerara su mentor, sobre todo porque tenemos muchos
años sin vernos.
Esta conversación con mi amigo de
Houston me puso apenar en lo que significa ser mentor. En el diccionario busqué
la palabra y leí que el Mentor es un consejero experimentado, un guía en quien
alguien generalmente más joven confía para tomar decisiones en su vida. Es algo
más que un maestro dictando cátedra de buen vivir en el salón de clases. Aunque
puede haber algo de eso, ello no parece ser lo determinante para que se
establezca una relación de este tipo entre dos personas. Por ejemplo, cuando murió
mi inolvidable amigo Alberto Quirós yo dije que con frecuencia lo había
considerado como una fuente de inspiración para mis propios actos, un modelo de
conducta, lo había visto como mentor. Por supuesto, Alberto no fue mi único
mentor, he tenido otros, como por ejemplo mis padres, dos maestros como los
salesianos Isaías Ojeda y Jorge Losch (Puyula),
mi amigo de toda la vida Antonio Pasquali, Pedro Pick. Algunos, como Moisés Naim,
han sido más jóvenes que yo. A la muerte
de Alberto Quirós, un grupo significativo de jóvenes brillantes de la industria
petrolera venezolana lo mencionó como su mentor, lo llamaban ‘Sensei”, un término
honorifico en la cultura oriental que tiene que ver con la figura del
maestro.
No maestro que enseña que 2+2 = 4
aunque la instrucción sea también necesaria y meritoria. El mentor es más que
eso, nos muestra el camino, con sus
palabras o con su ejemplo. Ser mentor no
es una profesión, es una vocación. El
origen del término nos viene de La Odisea, el poema de Homero, en el cual
Mentor, un noble de Ítaca y amigo de Odiseo, es dejado por este a cargo de su
hijo Telémaco cuando debe irse a la guerra de Troya. Mentor asume el papel de guía,
maestro, protector, guardián y padre adoptivo de Telémaco. Su tarea fue la de
protegerlo, guiarlo en su carrera y, lo más importante, ser su leal amigo. La idea es hermosa pero el resultado es aún más
hermoso: quien tiene un mentor frecuentemente se convierte en mentor de otros.
Ser mentor puede
ser una decisión consciente o puede ser inconsciente. En el primer caso, el
mentor establece una relación con un joven a quien considera promisor y le va
guiando lenta pero seguramente en el camino de su progreso profesional o
personal. En el segundo caso, el mentor toma posiciones en la vida, dice algo
que inspira a otros, se convierte en un ejemplo para quienes son más jóvenes, a
pesar de que no tengan una relación íntima. En todo caso, el mentor
generalmente posee algunas cualidades que le permiten ser objeto de atención: cordialidad, capacidad para escuchar, demostración
de genuino interés en la otra persona. Quien es “mentorizado” generalmente tiende a idealizar al mentor, verlo como un “gigante”
de fortaleza moral. Mi primer nieto me dijo una vez que había visto una película sobre un hombre que
pasa largas semanas solo en un bote en mitad del océano y sobrevive por su
capacidad para perseverar y encontrar
respuestas a sus problemas. Me dijo: “me recordé de ti”. Un buen consejo para los mentores, dicen W.
Brad Johnson y Charles R. Ridley en su libro““The Elements of Mentoring”, es aceptar esa idealización de buen grado, no
considerarla adulación sino un deseo sincero de imitación.
La regla de oro es que el mentor
nunca debe traicionar la confianza que sus alumnos han depositado en él. Cuando
se rompe esta relación de confianza ello representa una tragedia casi
irreversible.
Ser un mentor es iniciar una
larga y maravillosa cadena de bellos gestos, de ejemplos imitables, de dignas fuentes
de inspiración. Genera un círculo virtuoso tal como un interés compuesto de naturaleza
espiritual, el cual lleva a la riqueza interior.
Tener un mentor es una gran bendición. Algunos hemos tenido un par de ellos, quizás en distintas fases del a vida lo cual es algo super-especial.
ResponderEliminarAlgo similar aunque más formal tuvo la Creole cuando los altos ejecutivos de la empresa que eran parte de los comités de desarrollo de personal tomaban como sus mejores y más destacados empleados y los apoyaban en la búsqueda de una carrera que les permitía desarrollarse de la manera más completa y aspirar a posiciones de mayor responsabilidad. Esto no era sólo por ser buenas personas (que casi siempre sí lo eran), sino porque para Creole y Exxon desarrollar a su personal a su máximo era la mejor forma de mantener una cultural de ética profesional y crecimiento para el futuro. Así funcionó hasta la llegada de los corruptos que eliminaron la meritocracia y la sustituyeron por la lealtad sumisa a ¨la robolución¨.
Mi papá siempre lo consideró a Ud. un modelo a seguir. La explicación que me daba se parece asombrosamente a la que plasma Naím en el prólogo de "Una Memoria Ciudadana". Conservo a vista el libro que Ud. escribió sobre la CVG, que él tanto me recomendó leer para saber "lo que era un gerente". Gracias por eso.
ResponderEliminarGracias por estos comentarios. Un gran abrazo, Sebastián. Siempre a tu orden,
ResponderEliminarGustavo
Noel J Decàn
ResponderEliminarIng Petrolero 1965
Bienaventurados los que recibieron la sabiduría gerencial del Mentor Alberto Quiroz Corradi, quien tuvo ‘ojo de Aguila’ para escoger los mejores en quien delegar. El como Presidente de Maraven y el General Ravard como Presidente de PDVSA fueron excelentes gerentes que sin ser muy ‘técnicos’ en Petróleo supieron conducir el negocio eficientemente para Venezuela
A mi nivel y en el tiempo de 8 años en Shell/Maraven si no Mentores, tuve buenos Modelos a seguir, Arnold Volkenborn, Gustavo Inciarte, Carlos Corri, Hans Krause quienes no escatimaron consejos técnicos ni de ética de trabajo. Shell/Maraven fué mi mejor escuela para mi entrenamiento petrolero