JUAN BAUTISTA PLAZA AND MUSICAL NATIONALISM
IN VENEZUELA
Marie Elizabeth Labonville
Indiana University Press, 2007
UNA RESEÑA
Rusia esperó unos 800 años para desarrollar una clara identidad musical. Fue solamente durante la década de 1850 que
emergió el grupo de los Cinco: Balakirev, Cui, Mussorgsky, Rimsky Korsakov and
Borodin, el cual generó un rico movimiento musical típicamente ruso. Una
situación similar se desarrolló en Venezuela en un período más breve de tiempo.
La música seria floreció brevemente en Venezuela durante la época Colonial pero
entró en una etapa de letargo por casi
doscientos años hasta que Grupo de los Tres la revivió, en 1919. Los tres
miembros del grupo fueron José Antonio Calcaño, Vicente Emilio Sojo y Juan
bautista Plaza. Ellos fueron el motor principal de la iniciativa, acompañados
de Miguel Ángel Calcaño, Juan Vicente Lecuna, Moisés Moleiro, William Werner,
Emilio Calcaño Calcaño, Francisco Esteban Caballero, Ascanio Negretti y Manuel Leoncio Rodríguez. Comenzaron a
difundir la música de los impresionistas europeos como Claude Debussy y Gabriel
Fauré y se convirtieron en arqueólogos musicales que redescubrirían,
catalogarían y promoverían las obras de los compositores coloniales y, además,
servirían como catalizadores de un renacimiento musical venezolano, esfuerzo
que nos recuerda al Grupo de los Cinco rusos en su empeño de lograr una
identidad musical nacional.
La historia de este esfuerzo que duraría unos 45 años, hasta la década de
1960, está bellamente contada en el libro: “Juan Bautista Plaza and Musical Nationalism
in Venezuela”, de la profesora de Historia de la Música de la Universidad del
estado de Illinois, Marie Elizabeth Labonville, publicado en 2007 por Indiana
University Press. Más que una biografía de Plaza, el libro es un gran mural de
la vida venezolana de la primera mitad del siglo XX, 1920-1965, y una
fascinante descripción de la sociedad venezolana de la época en la cual Plaza y
sus amigos hicieran su significativa contribución al desarrollo de la vida
musical venezolana. Para quienes nacimos en la década de 1930, su lectura genera
memorias agridulces de una Venezuela que comenzaba a vivir en el siglo XX, después
de una larga y brutal dictadura.
Después de leer el libro se me ocurre que el título, aunque correcto en
muchos sentidos, no transmite con justicia la magnitud de la influencia de
Plaza en la vida musical venezolana. Quizás llamarlo: “Juan Bautista Plaza y su
tiempo: la vida de un héroe musical venezolano” hubiera sido más apropiado, ya
que el libro de Labonville trata de la vida de un hombre dedicado
exclusivamente al progreso y ennoblecimiento de la música venezolana, con poca
atención a las varias facetas de la vida cotidiana.
El libro contiene 20 capítulos que siguen un orden cronológico organizado en
torno a los múltiples aspectos de la actividad musical de Plaza. Este enfoque
ilustra muy bien la dimensión de su contribución. Fue un compositor de música
sagrada y secular, un maestro de capilla, un organista, un pionero musical, un
educador, un periodista sobre temas musicales, un historiador de la música, un musicólogo,
un administrador de organizaciones musicales y, siempre, un visionario que se mantuvo avanzado para su
época. Vivió encerrado en una campana musical, indiferente a las realidades
cotidianas como las relacionadas con las necesidades económicas de la familia,
tarea y preocupación que delegó enteramente en su esposa Nolita.
Juan Bautista Plaza se convirtió en músico después de estudiar Derecho y
tratar de ser médico, aspiración que abandonó por no poder aguantar las
interminables clases de anatomía de José Izquierdo, Pepe. Su habilidad musical
fue descubierta tarde, a los 14 años, cuando fue puesto bajo la tutoría musical
de José María Suárez. Vivía en Caracas, donde la vida musical de la época estaba
reducida a los hogares, con pocas actividades públicas que no fueran las
ocasionales visitas de artistas extranjeros o los conciertos de música de
cámara ejecutados por aficionados.
Gracias a un miembro de la Embajada de Italia en Caracas, quien reconoció
su talento, Plaza obtuvo una beca para estudiar música sacra en Roma por tres
años, 1920-1923. Para un joven de los trópicos una estadía de tres años en
Europa representó una oportunidad significativa para crecer intelectual y
espiritualmente. Durante estos años Plaza desarrolló un Plan de Renovación
Musical para Venezuela, el cual consistió en “elevar el folclore venezolano a
la categoría de música seria de cámara, digna de aparecer al lado de la
herencia artística de la humanidad”, lo que llamó una significativa reforma
musical. También en esta etapa experimentó dudas religiosas, las cuales
resolvió remplazando una postura contemplativa con otra más proactiva y de
acción, la cual le serviría bien en sus
actividades posteriores.
Labonville describe en detalle la vida de Plaza como compositor de música
sagrada y secular, producción que venía por ráfagas más que de manera regular.
A pesar de que Plaza sintió la necesidad de promover lo que llamó “criollismo”,
música venezolana seria con raíces nativas y folclóricas, muchas de sus composiciones
no encajan dentro de este patrón. El trató de combinar ingredientes nativos con
una elaboración sofisticada, a la manera de De Falla y Stravinski, dos de sus compositores
más admirados. Dijo: “Lo que trato de hacer es componer obras de gran dimensión
en las cuales los elementos folclóricos aparezcan recreados, transformados y
elaborados de manera libre dentro de un estilo personal”. Labonville considera que sus composiciones más
típicamente nacionalistas son la Fuga Criolla, Siete Canciones Venezolanas y la
Sonatina Venezolana, todas escritas en la década de 1930. En especial mis preferidas
son la primera canción: “Yo me quedé triste y Mudo” con texto del poeta Luis
Barrios Cruz y la Fuga Criolla. Nunca he podido disfrutar de la Sonatina Venezolana.
Junto a los hermanos Calcaño, especialmente José Antonio, Vicente Emilio
Sojo y otros colaboradores, Plaza fundó el Orfeón Lamas y la Orquesta Sinfónica
Venezuela. Estas dos instituciones se convirtieron en los vehículos de un
fuerte movimiento musical venezolano de corte nacionalista. El Orfeón Lamas fue
creado en 1929 en la casa de José Antonio Calcaño y la Orquesta Sinfónica
Venezuela en 1930, en una reunión con miembros de la difunta Unión Filarmónica
de Caracas. Plaza compuso casi 70 obras para el Orfeón, organismo que generó
una verdadera reacción en cadena que llevó a la creación de numerosos grupos
corales en Venezuela y ayudó a promover una ola de nacionalismo musical en el
país durante las décadas de 1940 y 1950.
La Orquesta Sinfónica Venezuela fue colocada bajo la dirección de Sojo y de
Vicente Martucci y su concierto inaugural, en Junio 1930, incluyó obras de
Weber, Mozart, Beethoven, Martucci y Bach. Según Labonville “muchas sillas
quedaron vacías” pero quienes asistieron lo hicieron con entusiasmo. La
orquesta rehusó cobrar la entrada y esta decisión se mantuvo por muchos años.
Yo recuerdo haber asistido a muchos conciertos gratis, junto con mi querido
amigo Antonio Pasquali, quien llegaría a ser un gran filósofo y nuestro mas distinguido
comunicólogo, o con mi primo Leopoldo García Merea, disfrutando de las obras de Evencio Castellanos, Mendelssohn
and Wagner, entre otras, y viendo las bellas muchachas, ocasionalmente atreviéndonos
a decirle: “Eres mas bella que el segundo movimiento del segundo concierto para
piano de Shostakovich”, una exageración estratégica que frecuentemente daría
grandes dividendos.
La mayor contribución de Juan Bautista Plaza a estas organizaciones no fue
en el campo de la composición sino en su perseverante promoción. Para ello
Plaza creó en 1934 la Sociedad de Conciertos de Caracas, enviando cartas a
docenas de potenciales benefactores y escribiendo artículos en los periódicos
de Caracas con el propósito de entusiasmar a los lectores. En su cruzada Plaza
se convirtió en periodista musical escribiendo artículos en los cuales instruía,
criticaba o vendía a los lectores las bondades y bellezas de la música.
El capítulo 15 del libro está dedicado al trabajo de Plaza como musicólogo,
otra de las facetas de su caleidoscopio musical. En 1935 se descubrieron en un
depósito de la escuela de música manuscritos de los compositores de la Colonia,
hallazgo que llevó a la laboriosa tarea de catalogarlos y preservarlos, tarea
que llevó a cabo, ¿quien más? Plaza. Esta iniciativa llevó eventualmente a la creación
del museo de Arte Colonial, hoy ubicado en Quinta Anauco.
En adición a estas iniciativas heroicas, de valor cívico excepcional, Plaza
dio clases por más de 20 años sobre Historia de la Música, Estética Musical y Música Colonial y dirigió
la Escuela Preparatoria de Música.
Durante la noche de año nuevo, de 1964 a 1965, Plaza murió. El respetado
escritor Mariano Picón Salas fue a darle el pésame a su viuda, Nolita, regresó a su hogar y murió horas después, un
día trágico para la cultura venezolana. Esta coincidencia recuerda la muerte de
Adams y Jefferson, el mismo día, 4 de Julio de 1826 y la de Cervantes y
Shakespeare, el mismo día, 23 de Abril de 1616.
El libro de Labonville está dedicado a la memoria de Nolita Pietersz de
Plaza, ejemplo de una gran mujer apoyando a un gran hombre.
Me encantaría ver este libro traducido al español para el beneficio de ms
compatriotas, quienes necesitan celebrar a sus héroes ciudadanos, no solamente
a los de a caballo sino a quienes llevan en sus manos un libro o un instrumento
musical, las armas de la cultura.
JUAN BAUTISTA PLAZA AND MUSICAL NATIONALISM IN VENEZUELA
Marie Elizabeth Labonville
Indiana University Press, 2007
A BOOK REVIEW
For 800 years Russia
did not develop a clear sense of musical identity. It was in the 1850’s when
the so-called Group of Five, the “Mighty Five”, made up of Balakirev, Cui,
Mussorgsky, Rimsky Korsakov and Borodin jump started a very rich, typically
Russian musical movement. A similar situation developed in Venezuela, although
in a much shorter time frame. Music in Venezuela briefly flourished in Colonial
times but went into a dormant state for almost 200 years, until a Group of
Three brought it back to life, starting around 1919: Jose Antonio Calcaño, Vicente Emilio Sojo and
Juan Bautista Plaza. These three persons were the main motors of this
initiative but the group also included, among others, Miguel Ángel Calcaño,
Juan Vicente Lecuna, Moisés Moleiro, William Werner, Emilio Calcaño Calcaño,
Francisco Esteban Caballero, Ascanio Negretti and Manuel Leoncio Rodríguez. They
started to study and spread the works of European impressionist composers such
as Claude Debussy and Gabriel Fauré and went on to serve not only as musical
archaeologists who would re-discover, catalogue and promote the works of the
Colonial composers but also as the main catalysts of a Venezuelan musical
renaissance, an effort which resembled
the work of the Russian Group of Five in their emphasis for the search of a
national musical identity.
The story of this
effort, which essentially lasted about 45 years, well into the 1960’s, is beautifully
told in: “Juan Bautista Plaza and Musical Nationalism in Venezuela”, written by
the Professor of Music History of Illinois State University Marie Elizabeth Labonville,
published by the Indiana University Press, 2007.More than a biography of Plaza,
this book is a great canvas of Venezuelan life during the first half of the XX
century. Impeccably researched, it gives a picture of Venezuelan music life
during this period, 1920-1965, and a fascinating description of Venezuelan
society during the times in which Plaza and his colleagues made their
significant contribution to the development of Venezuelan music. For those of
us born in the 1930’s the book elicits bitter-sweet remembrances of a Venezuela
which was just starting to live in the twentieth century, after a long and brutal
dictatorship.
After reading the book
I find that its title: “Juan Bautista Plaza and Musical nationalism in
Venezuela”, accurate in many ways, does not convey the magnitude of Plaza’s
influence on Venezuelan musical life. It would have been more accurate to call
it: “Juan Bautista and his times: the life of a Venezuelan musical hero”.
Because Labonville’s book is about a life exclusively dedicated to the
advancement and ennoblement of Venezuelan music, with little concern about
other facets of normal life.
The book consists of 20
chapters and keeps a chronological order but is organized around the multiple types
of musical activities that Plaza undertook throughout his life. This approach
illustrates very well the dimensions of Plaza’s contributions to Venezuelan
musical life. He was a composer of sacred and secular music, a chapel master,
an organ player, a musical pioneer, an educator, a musical journalist, a
historian of music, a musicologist, an administrator of musical organizations
and always a musical visionary who kept ahead of his times. He lived in a
musical bubble, oblivious to practical problems of human life such as the
financial needs of the family, a task and worry he seemed to delegate entirely
on his wife Nolita.
Juan Bautista Plaza
became a musician by default. He started to study Law and tried his hand at
Medicine but confessed that he could not stomach the interminable lectures of
his anatomy professor, Jose Izquierdo, Pepe. His natural ability for music was discovered
by the family when he was around 14 years old and placed under the tutorship of
Jose Maria Suarez. He lived in a Caracas where musical life was confined to homes,
with little public musical activities other than occasional operas performed by
visiting foreign companies or chamber music
played by amateur ensembles.
Thanks to a member of
the Italian embassy in Caracas, who recognized his musical talent, Plaza
obtained a scholarship to study sacred music in Rome for three years, 1920-1923.
For a young man from the tropics a three year stay in Europe was a significant
opportunity for intellectual and spiritual growth. During these years Plaza developed a Plan for
musical renewal in Venezuela, which consisted in elevating Venezuelan folklore to
the “category of serious chamber or theatrical music, worthy to appear at the
side… of the artistic heritage of humanity”, what he defined as a sweeping
musical reform. He also experienced some religious doubts which he seemed to
resolve by distancing himself from contemplation and adopting a proactive
attitude, a posture that would serve him well in his life work.
Labonville describes in detail the life of
Plaza as a composer, both of sacred and secular music and how this production
came by waves, rather than in an even manner. Although Plaza felt the need to
promote what he called “criollismo”, serious Venezuelan music with native and folkloric
roots, many of his compositions did not closely conform to this musical
philosophy. He tried to blend native ingredients into compositions that sounded Venezuelan, elaborated in a
sophisticated manner, following the example of composers such as De Falla and
Stravinsky, both of whom he much admired. He said: “What I sought strongly was to
compose works of greater scope in which the elements of our folklore would
appear transmuted, recreated, and freely elaborated within a personal style”. According
to biographer Labonville his strongest nationalistic compositions included the
Fuga Criolla, Siete Canciones Venezuelans and Sonatina Venezolana, all written
in the 1930’s. In particular I love the Fuga Criolla and the first of the songs
“Yo me quedé triste y mudo”, with a text of the poet Luis Barrios Cruz but have
never been able to enjoy the Sonatina Venezolana.
Together with the
Calcaño brothers, especially Jose Antonio, Vicente Emilio Sojo and other
followers, Plaza was the main promoter of the creation of the Orfeon Lamas and
the Orquesta Sinfónica Venezuela. These two institutions were created thanks to
the enthusiasm of Plaza and his friends, becoming the vehicles for a strong
musical movement in the country. The Orfeon Lamas was created in 1929 at the
home of Jose Antonio Calcaño and the Orquesta Sinfonica Venezuela in 1930, in a
meeting of the musicians of the defunct Union Filarmonica de Caracas. Plaza composed almost 70 pieces for the new Orfeon,
which was placed under the direction of Vicente Emilio Sojo. The Orfeon Lamas started a chain reaction in
Venezuelan society that witnessed the emergence of many choral groups and helped
to trigger a wave of Venezuelan musical nationalism during the 1940’s and the
1950’s. The Orquesta Sinfonica Venezuela was under the direction of Sojo and
Vicente Martucci and had its first concert in June 1930, playing works by
Weber, Mozart, Beethoven, Martucci and Bach. Professor Labonville tells us that
many seats “remained vacant”, although the people who attended were
enthusiastic. The orchestra refused to charge an entrance fee for the concerts,
which remained free for many years. I remember attending these free concerts in
Caracas, in the Teatro Municipal, on Sunday mornings, with my dear friend
Antonio Pasquali, who would become a great philosopher and our greatest
Communicologist, or with my cousin Leopoldo Garcia Merea and having a great
time listening to works by Evencio Castellanos, Mendelssohn and Wagner, among
others, and watching the beautiful girls
, sometimes mustering the courage to tell them: “You are more beautiful than
the second movement of Shostakovich’s second Piano concerto”, a strategic exaggeration
that often paid great dividends.
The main contribution
of Juan Bautista Plaza to these two fundamental organizations was not in the realm
of composition so much as in their relentless promotion. To facilitate this
promotion Plaza created in 1934 the Sociedad de Conciertos de Caracas, sending
letters to dozens of potential benefactors and writing articles in the Caracas
newspapers to create enthusiasm among the people. In his crusade Plaza also became
a noted journalist, writing numerous articles about musical matters in the Caracas
newspapers. In these articles Plaza instructed many readers, criticized others and
sold Venezuelans on the merits and beauties of good music.
Chapter 15 of Professor
Labonville’s book is dedicated to Plaza’s work as a musicologist, another facet
of his huge musical kaleidoscope. A discovery
made in 1935 of manuscripts of colonial music in a storage area of the School
of Music led to the cataloging and preservation of this treasure by, who else
but Plaza?, an initiative that
eventually led to the creation of the Museum of Colonial Art, now located in Quinta Anauco.
In addition to all
these truly heroic initiatives of exceptional civic value Plaza lectured, day
after day, for more than 20 years on History of Music, Musical Aesthetics
and Colonial music, and managed the
Preparatory School of Music.
During the New Year’s
transition from night to day, 1964-1965, Plaza died. The respected writer
Mariano Picón Salas, another Venezuelan intellectual hero, went to pay his respects
to Plaza’s widow, Nolita, and returned home to die a few hours later, a truly
tragic day for Venezuelan culture. This
tragic coincidence reminds us of the day when Adams and Jefferson both died, on a 4th of July, 1826 and
of the day, April 23, 1616, when both Shakespeare and Cervantes said their goodbyes.
The book by Marie
Labonville is dedicated to the memory of Nolita Pietersz de Plaza, another wonderful
example of the great women who are so often behind great men.
I would love to see this book translated into
Spanish, for the benefit of my countrymen who need to celebrate civic heroes,
not only those in horseback but also the ones with books and musical
instruments in their hands, the weapons of culture.
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