domingo, 23 de febrero de 2020

1976-2020: El largo viaje de PDVSA hacia el abismo


*** DE RAFAEL ALFONZO RAVARD A TARECK EL AISSAMI, UNA HORROROSA INVOLUCIÓN
*** DE LÍDER EN LA OPEP A MENOSPRECIADA COMPARSA
*** DE GERENCIA PROFESIONAL DE RANGO MUNDIAL A PANDILLA DE LADRONES Y NARCOTRAFICANTES
*** DE MODERNOS COMPLEJOS REFINADORES A CHATARRA CERRADA
*** DE EMPRESA MUNDIALMENTE RESPETADA A HAZMERREIR DE LA COMUNIDAD PETROLERA INTERNACIONAL

A media mañana del 6 de Agosto de 1975 el recinto del Senado venezolano se encontraba lleno de gente deseosa de escuchar la intervención del ex-presidente y senador vitalicio Rómulo Betancourt en el debate sobre la nacionalización petrolera que proyectaba el gobierno de Carlos Andrés Pérez. La voz de Betancourt era escuchada y respetada por haber sido presidente de la república, por su condición de gran demócrata y por su calidad de estadista. Su discurso de dos horas fue importante puesto que apoyó el proyecto de Pérez, defendió el Artículo Quinto que tanta resistencia generó en las filas del izquierdismo y de la derecha copeyana y justificó el paso nacionalizador por tres razones fundamentales: Una razón patriótica; una razón económica y una razón geopolítica, es decir, que el tiempo había llegado para hacerlo. La primera razón la explicó al decir que “un país termina por adquirir una sumisa mentalidad cuando deja que otros exploten sus materias primas…”. La segunda razón,  porque la explotación directa daría mayores ingresos fiscales y de otro orden. Sobre la tercera razón explicó que vivíamos en un mundo interrelacionado, quizás refiriéndose a los eventos que ocurrían en el medio Oriente, los cuales le habían dado a los países productores mucho mayor poder frente a las empresas petroleras transnacionales.
Como gerente medio de la industria petrolera en aquellos años no estuve de acuerdo con su nacionalización. A diferencia de lo que pensaba el respetado y admirado ex-presidente, siempre pensé y continuo pensando hoy que un suficiente control de la industria petrolera por parte de la Nación podía y puede perfectamente obtenerse sin necesidad de transformar la operación de la industria en un monopolio estatal, estableciendo claras regulaciones administrativas y técnicas sobre la actividad. Para ser exactos, en esos años Venezuela había llegado a tener un control prácticamente total sobre las decisiones de la industria a través de regulaciones existentes, tales como el decreto 832, el cual obligaba a las empresas a someter sus presupuestos anuales a la aprobación del Estado. Este decreto y otras leyes y regulaciones existentes se combinaban para darle a la Nación un poder decisorio casi total sobre la actividad petrolera. Además, le proporcionaba a la Nación un porcentaje muy alto de los ingresos totales obtenidos sin necesidad de que la Nación tuviera que comprometer sus propios recursos para financiar la actividad Es por ello que se dijo que lo que se iba a nacionalizar realmente era el riesgo de la actividad. Era contra intuitivo pensar que los ingresos serían mayores ya que la nacionalización involucraba la necesidad de financiar la actividad con los dineros de la Nación. El sentimiento nacionalista fue exacerbado por los sucesos que habían ocurrido en Libia y en otros países productores y llamaban a la emoción y al entusiasmo, constituyéndose en un factor adicional que apoyó la decisión de nacionalizar.
Quienes adversábamos la decisión, una vez tomada, decidimos quedarnos a colaborar bajo el nuevo esquema, a fin de tratar de que se hiciera de la manera más racional y eficiente posible. Inicialmente ello se logró en gran parte, con la adopción de un modelo sin precedentes en el mundo petrolero, consistente de cuatro empresas operadoras integradas y una empresa matriz, coordinadora financiera y de planificación. Al frente de un grupo de venezolanos honestos se colocó a un gerente excepcional, Rafael Alfonzo Ravard, quien logró por algunos años mantener el respeto del mundo político por el manejo profesional de la industria nacionalizada. Durante estos primeros años parecía que PDVSA lograría ser uno de esos casos, raros en el mundo petrolero, de una empresa del estado profesional razonablemente eficiente y manejada al margen de la política. Ello comenzó a cambiar cuando se modificaron algunos reglamentos de PDVSA para acortar el período de los directores y a aparecer indicios de que los nombramientos se alejaban de consideraciones meritocráticas para dar mayor importancia a las relaciones políticas o personales, lo cual promovió el cabildeo dentro de la organización, deformación similar a la que ocurría en la Fuerza Armada, en la cual los militares buscaban promoción a través de su acercamiento al sector político. Quitarle a PDVSA el fondo de inversiones petroleras durante la presidencia de Herrera Campíns representó el final de su autonomía financiera, uno de los pilares que el General Alfonzo predicaba como esencial para el buen funcionamiento de PDVSA. El mundo político comenzó a entrar a la industria petrolera, a hacerla parte del forcejeo que se llevaba a cabo en otros sectores. Declaraciones como las de Gonzalo Barrios y líderes del COPEI sobre los excesivos salarios de los gerentes petroleros, las acusaciones sobre colitas en los aviones de PDVSA a familiares y amigos de los gerentes, la constante crítica ideológica de la extrema izquierda derrotada en el debate pre-nacionalización, todo ello fue configurando una verdadera invasión del mundo burocrático y político del estado venezolano a PDVSA. El sueño de ver a la administración pública imitando la actividad gerencial profesional y eficiente de PDVSA se fue convirtiendo en la captura progresiva de PDVSA por la mediocridad del mundo político venezolano. A pesar de que por muchos años PDVSA anduvo razonablemente bien gracias a  un grupo de gerentes valiosos y competentes, la tensión entre este grupo y el mundo político se fue intensificando. El general Alfonzo salió de la empresa y fue remplazado por una figura política. Más tarde habría conflictos serios entre presidentes de PDVSA como Brígido Natera o Andrés Sosa Pietri, con los ministros del sector. La luna de miel se terminó y aparecieron las rencillas conyugales. El mundo político nunca pudo aceptar, por ejemplo, que un gerente petrolero pudiese ganar más dinero que un ministro. Para ellos se trataba de que el gerente petrolero estaba sobre remunerado cuando la realidad siempre ha sido que los bajos sueldos de la administración pública han promovido la híper-corrupción endémica en el mundo político venezolano. Llegar a la presidencia de los Seguros Sociales, Aduanas  o el hipódromo, por ejemplo, era la  ocasión para robar, ya que el tiempo de permanencia en estos cargos  era corto en promedio y “había que aprovechar”. El mundo petrolero y el mundo político eran como el aceite y el vinagre, inmiscibles.
Demasiado bien lo hizo PDVSA por largos años, demasiada presión contaminante aguantó el núcleo original que la mantuvo a niveles profesionales. Pero ya para la década de 1990 PDVSA mostraba clara adiposidad burocrática y se había agotado el modelo de empresas filiales múltiples, por lo cual fue necesario ir a una integración de las filiales y a su conversión en Unidades de Negocios por función, es decir, a la figura de una empresa estatal única.
Este proceso de deterioro se pudo demorar por etapas, gracias a los esfuerzos de la gerencia petrolera pero la tendencia era imposible de revertir. PDVSA iba en camino de ser una empresa más del Estado, a lo PEMEX, YPF Argentinos, Pertamina o Petroperú. Y esto era inevitable por aquello que decía el líder sindical Manuel Peñalver: “No somos Suizos”. Ciertamente PDVSA hizo lo imposible para vencer ese fatalismo pero, al final, fue tragada por la marabunta.
La marabunta que había sido modesta hasta 1999 entró como rio crecido de la mano de Hugo Chávez. Desfilaron por la presidencia de PDVSA en la etapa chavista miembros de una antología de la ignorancia y/o de la corrupción: Ciavaldini, Parra, Rodríguez Araque, Ramírez Carreño, Del Pino, Quevedo, quienes mostraron una progresiva eficiencia en capacidad de destrucción. Ramírez y Quevedo han sido los peores, uno por la cantidad de años que tuvo poder para destruir la empresa en beneficio personal y el de su pandilla, el otro por su colosal ignorancia y negligencia criminal.  Hoy está al frente de PDVSA un narcotraficante y lavador de dinero buscado por la justicia internacional, asistido por un elenco de hampones. Ninguna pesadilla puede ser peor que esta horrorosa realidad
Se dirá que esta debacle que ya dura  20 años fue un producto de la fatalidad pero es necesario admitir que las fatalidades tienen que figurar en nuestros escenarios venezolanos con cierta probabilidad de concretarse, porque han sido demasiado frecuentes para considerarlas cisnes negros: Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez, Marcos Pérez Jiménez, Hugo Chávez y Nicolás Maduro, han tenido el poder en Venezuela durante el 65% de nuestra historia desde 1900 hasta hoy.   
Lo peor, si es que hay algo peor de lo  que ya ha sucedido, es que no se advierten en el joven liderazgo político venezolano, el cual tendrá a su cargo llevar las riendas de la Nación del futuro, indicios claros de que la lección ha sido aprendida. Se sigue hablando el mismo lenguaje estatizante y de adoración por los monopolios y empresas del estado, a pesar de que ninguna ha sido beneficiosa para el país (véase el desastre de la CVG como muestra)  
Se sigue hablando de que hay que recuperar a PDVSA, de que hay que ponerla en condiciones de explotar la Faja del Orinoco y llevarla a producir 5 millones de barriles por día, de que todo podrá regresar a ser lo que fue en los primeros años de la “nacionalización”, de que Venezuela podrá ser de nuevo una potencia energética, ya que tenemos las “reservas probadas más grandes del mundo”, mito que se han tragado de manera acrítica los analistas de la situación venezolana.
El deber de quienes hemos vivido íntimamente la experiencia de PDSVSA es utilizarla para advertir sobre el futuro, sobre los peligros de tratar de recorrer los mismos caminos y tomar los mismos atajos que llevan al abismo.
Hay nacionalismos sanos y nacionalismos enfermos, hay deseos de ser independientes que son respetables pero que deben armonizarse con las exigencias de la interdependencia, hay ideales de superación admirables pero que deben ser producto del esfuerzo propio y no de resentimientos xenofóbicos, hay aspiraciones genuinas de control que no deben ser confundidas con la necesidad de hacerlo todo, especialmente aquello que otros pueden hacer mejor y sin comprometer nuestros recursos.

Con la nacionalización petrolera quisimos ponernos los pantalones largos pero no fue así. Andamos de taparrabos guiados por una pandilla de narcotraficantes. 

6 comentarios:

  1. La quiebra chavista - ahora es del pueblo!

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  2. Gustavo es como tú dices, la faja está quedando como la reina que no terminaban de casar. El tiempo está pasando y ya no es secreto que al menos Guyana está lista para sacar crudo liviano de nuestras aguas. Hay que ponerse en eso rápido porque estamos demasiado en la zaga.

    Muchos se oponían al asunto de la nacionalización porque en el 83 todo eso regresaría igual al control del Estado. Sin pagar un céntimo.

    ¿Eso es estrictamente cierto?

    Otros grandes culpables son los militares. Como va a ser que un grupito de locos se pone a conspirar desde 1982, los detectan, los detienen e interrogan e igual no pasa nada.

    Aparecieron todos en el 92 al mando de unidades con poder de fuego.

    Me van a perdonar pero yo sí le creo a Carratú Molina cuando dice que el alto mando estaba metido en eso. La entrevista está aquí:
    https://m.youtube.com/watch?v=zRKlLtsyA6M

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  3. Gustavo, un excelente resumen de lo que fue y hoy es PDVSA. Creo que a largo plazo nacionalizar (en realidad fue estatizar) la IPN fue un error. Pensar que los políticos iban a respetar una estructura muy bien diseñada que mantenía a los operaciones separadas del control político con una Pdvsa de barrera, fue demasiado optimista.
    Pero hay que darle un gran aplauso a que durante casi 20 años se logró mantener ése espacio y luego que los excelentes profesionales que trabajaron en las filiales lograron mantener una meritocracia bastante objetiva a pesar de las presiones políticas fue un gran logro.
    Al final la política comenzó a colarse en las decisiones y con el nefasto Chávez acabó con todo lo que era profesional y serio. Hoy Pdvsa no vale nada; la que fue la más eficiente y profesionalmente gerenciada empresa petrolera Estatal es hoy un carapacho de basura tanto en la condición de sus equipos como en la gentuza que la explota. Un triste pero no sorprendente final.

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  4. Coincido con Gustavo Coronel, el anonimo y Baptista. El nivel de profesionalismo de la IPN era demasiado sólido para la cada vez peor administracion politica que se vino haciendo presente con los izquierdistas comunistófilos resentidos que entonces como hoy Pablo Iglesias en España no pueden vivir sin los lujos pero les encanta que haya más y más pobres porque solo asi tendran a las "masas mansas" con alguna esperanza de recibir migaja (La misma tesis de Jorge "Garibaldi" Giordani, por la que casi llega a las manos con Guaicaipuro Lameda otrora presidente de PDVSA de la época chavista).

    Miren cómo vive Maykel Moreno. A los 25 había matado dos personas. Qué destino le esperaba sino hubiese llegado Chávez en el 98. Hoy va a la CPI y es recibido con honores. Con la llegada de Chávez la Venezuela honesta se terminó de venir abajo. Hemos, los que no queremos vivir en el estiercolero chavista, que largarnos. No tenemos ejército, solo nuestras capacidades. Van 22 años.




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  6. Quizá los ingenieros tengamos una visión determinista de la vida y nos abrume el caos en que
    se encuentra nuestra patria. Me siento al igual que muchos colegas desilusionado de haber "arado en el mar". Desde 1930 hasta 2020, la etapa de la gran piñata petrolera, hemos estando dando saltos,construyendo atajos e improvisando métodologías para incorporarnos al mundo en desarrollo. Solo hemos logrado disfrazarnos. No hemos quemado las etapas del desarrollo social todavía. Algunos hemos pasado del taparrabos a la ropa de microfibras en menos de cien años, pero no todos. Juntos derrotareremos la maldad, la injusticia y la impericia.

    Ánimo Venezuela

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