Cada día el mundo se acaba para alguien

                      Pido excusas por esta reflexión un tanto pesimista

Con cada muerte el mundo termina para alguien y, con cada muerte se derrumba el mundo alrededor de alguien. Se termina para quien muere y se derrumba alrededor de quienes se resisten a comprender que  el mundo pueda seguir existiendo sin la persona fallecida. Sin embargo, de manera inexorable, todos los días sigue saliendo el sol, los amantes se siguen encontrando, la brisa sopla y se abre una flor.

  Hace dos meses se fue mi esposa de 62 años. Hace unos meses se ausentó mi amigo de toda la vida, Antonio Pasquali. Cuatro años antes ya había perdido a otro amigo entrañable, Alberto Quirós. Anoche murió mi querido compañero de universidad (Tulsa, Oklahoma), Manuel José Romero, quien vio transcurrir su infancia en Altagracia de Orituco, como la mía transcurrió en Los Teques, él y yo productos de la pequeña provincia venezolana, tan llena de cordialidad y de inocencias.   

 A nivel emocional no logro comprender como el sol puede seguir saliendo todos los días, sin los seres queridos a mi lado. A nivel racional sé que el mundo que conocemos seguirá existiendo por largo tiempo más, un tiempo geológico que se mide en miles de millones de años, magnitud que resulta casi imposible de imaginar.

¿Cuál es el sentido de todo esto? Es tan difícil nacer, se necesitan tantas coincidencias, que cada nacimiento es poco menos que un milagro.  Sin embargo, al otro lado de la ecuación estamos condenados a morir y a ver morir a los seres queridos, con el corazón lleno de dulces recuerdos, sí, pero también de  tristezas y nostalgias. Del milagro del nacimiento pasamos, bruscamente, a la certeza de la muerte.  

Para mí esto parece ser un error de diseño del creador que nos dio a los seres humanos la facultad de la imaginación. Quizás nuestro propio error es pensar que el Creador, de existir, deba tener una motivación basada en la justicia y en la bondad.

 ¿Por qué debe ser el Creador un ente moral?

Lo único que sé es que desearía tener a mi mundo de nuevo pero que ello es imposible. Las puertas se han cerrado, mi mundo se ha derrumbado a mí alrededor y debo seguir viviendo, día a día,  protegiendo en lo posible los restos que me quedan.

Me resulta imposible conjeturar.