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Mi investigación sobre la corrupción de Hugo Chávez, Asdrúbal Chávez y Ramírez
Carreño en Nicaragua encuentra eco en Managua
EL
MAL SUEÑO DE BOLÍVAR FUE UNA REFINERÍA
Octavio
Enríquez
En los primeros meses de Daniel Ortega en el
poder, su benefactor Hugo Chávez prometió realizar en Nicaragua el proyecto
petrolero más grande de la región con una inversión de 4.000 millones de
dólares. Dos contratistas, que participaron en aquella obra, aterrizada después
a poco más del diez por ciento del ofrecimiento original, fueron señalados de
pagar sobornos por otros contratos en Venezuela.
Con menos de cuarenta años,
el contratista Miguel Ángel Castillo Lara, propietario de la empresa Castillo
Max, Oil & Gas, alcanzó la cima de la industria petrolera de Venezuela en
2016, pero su triunfo fue efímero. Un año después el Servicio de Inteligencia
Bolivariano (Sebin) lo detuvo durante 90 días para investigarlo por el supuesto
pago de sobornos con los que obtuvo contratos en Petróleos de Venezuela
(Pdvsa).
Antes de ese episodio, a
Castillo Lara lo habían distinguido en la industria con un premio internacional
como “líder del futuro”, ofreció
charlas sobre innovación a hombres de negocios y a su empresa no le podía ir
mejor. Las operaciones financieras de la misma, que nacieron locales en 2013,
dieron un salto en enero de ese 2016 cuando vendió por primera vez fuera de su
país seis boyas de amarre al proyecto de la refinería el Supremo Sueño de
Bolívar en Nicaragua.
“El sistema fue construido
en 20 semanas por un grupo multidisciplinario de venezolanos: ingenieros,
electricistas, mecánicos y soldadores. Trabajar en este proyecto se convirtió
en una puerta que permitió la entrada de la organización al negocio
internacional. La exportación de las boyas demostró la calidad que tienen los
trabajos hechos en el país”, expresó la compañía de Castillo Lara en su página web.
El complejo había sido
dimensionado como la gema de las iniciativas de la cooperación venezolana en
Centroamérica y el Caribe si se tomaban por ciertas las promesas oficiales: el
fallecido presidente Hugo Chávez al asistir en 2007 a la puesta de la primera
piedra mencionó una inversión de aproximadamente 4.000 millones de dólares para
una obra que incluiría una planta de almacenamiento de combustible, una
refinería para cubrir la demanda interna y exportar a países vecinos y un
complejo petroquímico.
Todo debía desarrollarse en
un plazo de cuatro o cinco años, pero no se
hizo. La única idea que finalmente fue aterrizada fue la de la planta de
combustible, con sus facilidades marítimas. Originalmente, se había planteado
un presupuesto de 283 millones de dólares para la planta de almacenamiento,
pero se culminó en 2017 por 227,7 millones de dólares adicionales.
El negocio fue suficiente
para que se interesaran contratistas de Nicaragua, Venezuela, Francia, China y
Perú. Entre los que participaron hubo empresas con trayectorias limpias, pero
también otras que formaban parte de las contratistas favoritas de Pdvsa, las
cuales fueron señaladas de cometer prácticas corruptas en contrataciones con la
corporación estatal venezolana, según acusaciones que fueron conocidas tras su
participación en Nicaragua.
Una fue la compañía de
Castillo Lara, que jamás había realizado una exportación como la contratada y
se le investigó por un supuesto fraude en la instalación en Venezuela de
equipos semejantes a los vendidos en Nicaragua. La otra fue la gigantesca
constructora china CAMC Engineering Ltd. que, dos años después de entregado el
complejo nicaragüense, fue señalada en el principado de Andorra, por el pago
también de millonarios sobornos por contratos con Pdvsa. En 2016, en pleno
desarrollo de la obra en Nicaragua, esta misma empresa se vio involucrada en un
escándalo de supuesto tráfico de influencias, en el cual habría participado
una novia del expresidente Evo Morales.
El
presidente de la Empresa Portuaria Nacional, Virgilio Silva, saluda a Miguel
Castillo Lara (al centro, de blanco), propietario de Castillomax Oil & Gas
| Foto: página web de Castillomax Oil.
Clave en las contrataciones
para el complejo petrolero resultó el papel de Alba de Nicaragua, S.A.
(Albanisa), desarrolladora de la obra. La empresa, manejada por los gobiernos
de Chávez y Daniel Ortega, se volvió un símbolo de la corrupción por sus
intereses en los sectores petrolero, maderero, financiero y de generación de
energía, todos al amparo de la cooperación venezolana, administrada localmente
por la familia presidencial sin controles institucionales ni transparencia.
El caso es un ejemplo de
cómo se manejó la relación binacional con negocios millonarios, empresas amigas
y réditos políticos para los presidentes. En 2007, cuando Ortega subió al poder
en Nicaragua, firmó con Chávez el acuerdo internacional que sumó el país a la
Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA) que se tradujo en los
siguientes nueve años en un generoso crédito petrolero de 3.721 millones de
dólares. Este préstamo registrado en las estadísticas del Banco Central
nicaragüense abrió una etapa de gobierno caracterizada por la privatización de
la cooperación de Estado a Estado que se manejó en la práctica como un
presupuesto paralelo al estatal y que terminó beneficiando al círculo cercano
al gobernante nicaragüense, según sus críticos.
En enero de 2019, Albanisa
fue sancionada por Estados Unidos, luego del castigo que previamente impuso a
Pdvsa, socia mayoritaria de la empresa. Un año antes fue sancionado también
Francisco López Centeno, vicepresidente de la compañía registrada en suelo
nicaragüense y quien se desempeña desde hace décadas como tesorero de Ortega.
Se trata de un personaje criticado en la prensa local por su enriquecimiento,
el desvío de fondos de la ayuda a una empresa de sus familiares y
gustos inusuales como el de tener un tigre por mascota, el que sus
trabajadores solían pasear en los alrededores de su residencia en Managua.
Del lado de Venezuela, los
engranajes del negocio los manejaban desde la cúpula de Pdvsa, propietaria del
51 por ciento de las acciones de Albanisa. En un inicio del convenio, el
control directo era a través de un primo de Chávez, Asdrúbal, quien incluso
presidía Albanisa cuando comenzó el proyecto de la refinería. Hoy es presidente
de la petrolera estatal venezolana. Luego fue con Bernardo Álvarez, ya fallecido,
quien fue el gran operador venezolano en el Caribe y Centroamérica desde la
filial PDV Caribe y con Rafael Ramírez, que fue ministro de Energía y además
presidente de Pdvsa; señalado por supuestos actos de corrupción.
Todos forman parte de un
inventario de personas de interés identificadas en el proyecto Chavismo INC., que rastreó información
en 69 países, con los que se construyó una base de datos que muestra un cuadro
inédito sobre las relaciones de individuos y entidades vinculados con los
gobiernos de Chávez y su sucesor, Nicolás Maduro.
La iniciativa fue producto
de una alianza entre Transparencia Venezuela, capítulo local de Transparencia
Internacional, la plataforma de periodismo latinoamericano CONNECTAS y la
Alianza Rebelde Investiga (ARI). En ella participaron periodistas e
investigadores de Venezuela, Argentina, Panamá, España, Estados Unidos,
República Dominicana, El Salvador, Nicaragua, Uruguay y Bolivia. Así se reunió
información que da cuenta de la magnitud de los engranajes del capitalismo
bolivariano en el mundo.
En el
caso de la ayuda venezolana a Nicaragua, la gestión estuvo signada por
denuncias de abusos con los fondos. El exdirectivo de Pdvsa, Gustavo Coronel, quien trabajó durante 27
años en esa industria, destaca que el régimen venezolano repartió 90 mil
millones de dólares entre ‘amigos’, pero asegura que “en ningún país, con
excepción de Cuba, se alcanzó el nivel de derroche y corrupción que ha
caracterizado la relación con Nicaragua”.
Por eso,
Coronel considera que el acuerdo petrolero nunca estuvo destinado a combatir la
pobreza, sino que perseguía que Ortega se sostuviera en el poder y convertir a
Chávez en el líder regional de un movimiento antiestadounidense, que fue
conocido como el socialismo del siglo XXI y del cual Nicaragua fue uno de sus
más destacados protagonistas. “Fue realmente un club cleptocrático”, dice
Coronel.
Del sueño a los negocios
Entre los negocios más
grandes y poco transparentes figuró el “Supremo Sueño de Bolívar”. A 70
kilómetros de Managua, en el caluroso occidente de Nicaragua, en el poblado de
Puerto Sandino, se pueden ver durante junio de este año a cabras pastar cerca
de oleoductos. La pandemia ha terminado por vaciar el sitio de los trabajadores
que antes frecuentaron la planta de almacenamiento de hidrocarburos Miramar.
Este era el sitio donde se levantaría el proyecto de la refinería, del cual
Chávez y Ortega pusieron la primera piedra en julio de 2007.
Arruinaron un país con tantas posibilidades.
ResponderEliminarAhora tiene miles de millones. Rafael Ramírez
de dónde? si eras un mediocre dibujante. Igual
el guisero general de Brigada Pedro Alastre, ahora
en casa militar con Maduro. De dónde sacaron la
fortuna?
Humberto Acosta.
Valencia, Venezuela.
El error evidente de un pueblo con ojo de lupa en contra de lo poco malo de Carlos Andrés y demás. Exacerbar dineros mal habidos pero si eran buenas obras ejecutadas, es una base de la posibilidad de que llegara al poder algo peor. Fue una falsa y exagerada justicia. No produjo algo mejor.
ResponderEliminarOtra razón de el vacio y vaccum político fue la falta de seguridad social y habitacional.
Y pues después de la lupa, el pueblo agarra unos lentes fondo de botella y se vuelven cegatos a unos falsos Mesías.