Acabo de estar por nueve días en la Nueva Inglaterra,
visitando Connecticut, Rhode Island y Massachusetts.
Mis hijos unieron esfuerzos para hacerme pasar unos días muy felices en esa
maravillosa región de los Estados Unidos. A fin de ahorrarme los viajes en
avión mi yerno me recogió en Virginia y me llevó a Barrington, Rhode Island,
donde viven él y mi hija menor. Al final
de mi estadía con ellos mi yerno me llevó hasta Nueva York y allí me fue a
buscar mi hijo mayor, en eficaz trasbordo que me regresó felizmente a Virginia.
Tenía algún tiempo sin tomar carretera en USA, quizás dos
o tres años, ya que hace exactamente un
año viajé por barco, avión y por tren en el viaje que hice con Marianela a
Portugal, Canadá y Nueva Inglaterra, nuestro último viaje antes de su
inesperada partida.
Algunas cosas han cambiado significativamente por efectos
del Coronavirus. Ahora el volumen de autos en la carretera ha bajado un poco. Los
sitios de parada en las autopistas siguen abiertos pero muchos establecimientos
situados en carreteras secundarias han cerrado sus puertas. El dinero en
efectivo se ha reducido mucho como método de pago, ya que la mayoría de los
restaurantes y tiendas tienen sistemas virtuales que permiten hacer el pedido y
pagar minimizando el contacto físico. Las salas de baño de los sitios de
descanso en las autopistas son mantenidas de una manera impecable. El uso de
las máscaras y del distanciamiento de los dos metros es acatado por todos.
El tiempo de viaje entre Washington DC y Providence,
Rhode Island es de unas siete y media horas, las primeras cuatro horas desde
Washington DC hasta Nueva York. La vía a Nueva York se mantiene excelente y el
New Jersey Turnpike está en excelentes condiciones y tiene una vía exclusiva para camiones en buena
parte del recorrido, lo cual hace la vía más segura.
De Nueva York a
Providence se viaja por la carretera 95 Norte o se puede elegir una carretera
más escénica, la 84 Norte, la cual viaja hacia la parte norte de Nueva
Inglaterra pero tiene ramales que
conectan de nuevo con la 95 Norte, más allá de Stamford, ciudad de Connecticut
que siempre parece tener trozos de carretera en reparación. La carretera 95N
lleva a New London, ciudad donde se encuentra Connecticut College, en el cual estudió
mi hija menor, y bordea pueblos de una gran belleza, por ejemplo Mystic
seaport, el cual parece sacado de postales y el cual solía visitar cada vez que
iba a New London a ver a nuestra hija en la universidad.
Mystic Seaport (foto de archivo)
La pequeña ciudad de Barrington, donde viven mi hija y mi
yerno, es un suburbio de Providence, adosada al río del mismo nombre, y es parte
de un collar de bellos pueblos situados al sur y al sureste de Providence. Es
un collar que culmina al sur, sobre el Atlántico, en el aristocrático pueblo de
Newport, sitio de grandes atracciones turísticas, en particular las grandes
mansiones de los ricos del siglo XX al estilo de los Vanderbilt.
A diferencia de Virginia, ya en Barrington se respira un
aire otoñal. El cielo es de un azul muy puro y se ven algunos inicios de color
en los árboles. El pueblo tiene un extraordinario Town Hall y, al lado, una
buena biblioteca pública. Un poco más allá, al otro lado de la calle principal,
me llevan a comer el mejor helado de fresas de mi vida, en un pequeño sitio
llamado “The Daily Scoop”. Y no una vez, sino tres veces. Eso sí, hay que pagar al contado, pero mis hijos no me dejaron pagar, ni allí ni en
ninguna otra parte.
Heladería en Barrington
El centro del pueblo posee una vereda exclusiva para
caminantes y ciclistas sombreada por
inmensos árboles, la cual se prolonga por varias millas y comunica con zonas pobladas adyacentes.
La casa de mis hijos está a la orilla del río, un limpio
curso de unos 10 kilómetros de largo, frecuentado por remeros de las
universidades cercanas (Brown, Roger Williams, Univ. de Rhode Island) y por
pequeñas embarcaciones a motor y a vela.
Leyendo, frente al río
SITIOS QUE VISITÉ
1. Cena en
Providence
Al
segundo día de haber llegado fuimos a cenar a Providence, a un restaurant
italiano que resultó muy bueno, IL MASSIMO, situado en la calle Atwell. Cenamos
al aire libre, en una mesa situada en la acera, ya que la ocupación interior en
estos establecimientos se encuentra severamente restringida. Ya hacía frío, pero
la excelente comida y un buen vino chianti de la casa se encargaron de mantenernos
a un buen nivel de tibieza interior. A mi hija la atienden muy bien en los
sitios públicos de Providence porque guarda parecido físico con la gobernadora
del estado, quien ha hecho una excelente labor. Hasta le han pedido autógrafos.
2. Visita a
Brown University
Mi hija
me llevó a visitar el “campus” de Brown University, situado en una pequeña
colina cercana al centro de la ciudad. No estaba en actividad pero pudimos ver
sus edificios y jardines. Esta universidad es de mediano tamaño, unos 10.000
estudiantes y el “campus” original es muy pequeño pero se ha extendido hacia
las cuadras adyacentes. Los edificios originales datan de la década de 1860 y
bordean un pequeño parque con árboles
imponentes. Allí han dispuesto grandes sillones de madera donde los estudiantes pueden sentarse a leer
o descansar en la sombra.
Brown es una de las llamadas universidades
“Ivy League”, junto con Harvard, Yale, Cornell, etc. Una de sus ex-alumnas
famosas es Emma Watson, la noviecita de Harry Potter.
Brown University
3. Un
Fascinante tour del Cabo Bacalao (CAPE COD)
Hicimos
una excursión de unas 14 horas a Cape Cod, la zona turística de Massachusetts
hecha famosa por la familia Kennedy, la cual tuvo (o tiene) una casa de veraneo
en Hyannis Port, uno de sus varios pueblos.
Desde
Barrington al pueblo más lejano del cabo, Provincetown, hay solo unas 150 millas, unas dos horas y
media de viaje, ya que las carreteras de la zona tienen un límite de velocidad
de 50 millas por hora y la idea era ir visitando cada pueblo a lo largo del
camino. Saliendo de Barrington llegamos al primer pueblo, Sándwich donde nos detuvimos
a desayunar, no precisamente un sándwich sino un par de huevos fritos con
tocineta, papas, pan tostado, café, mermeladas, etc. Resistiendo la tentación
de dormir la siesta del desayuno visitamos el pueblo, muy pequeño y realmente
primoroso, con mucha clase. Entramos a
una posada-restaurant que opera en lo que era una pequeña y bella iglesia. La
calle principal estaba llena de pequeñas tiendas elegantes. Alguna gente, muy
bien vestida, andaba caminando sus perros, incluyendo un señor que llevaba (o
era llevado) por un par de inmensos galgos, de color gris batalla, casi tan
altos como él.
Sandwich y Hyannisport
Seguimos
nuestro camino, visitando Hyannis Port y el museo de John Kennedy, el cual
posee excelentes fotos pero es muy sesgado hacia Jackie.
Luego, en
sucesión, pasamos por Dennis Port, Chatham, Eastham, Wellfleet, Truro, para
llegar finalmente a Provincetown.
Monumento a los peregrinos del Mayflower
Ese
pueblo, el último del Cabo, vibraba lleno de gente. Tiene una torre altísima
que yo confundí con un minarete musulmán, para que el Muecín llame a oración,
pero que resultó ser un monumento a los peregrinos del “Mayflower” quienes arribaron allí antes de llegar a Plymouth.
Provincetown resultó ser un pueblo muy interesante, lleno de restaurantes
y galerías de arte, rodeado de playas.
La calle central, Commercial Street, estaba llena de gente, todas con su
máscara. Llegamos allí a la hora de almuerzo y nuestra selección de restaurant
fue excelente. Mi “fish and chips”,
pescado con papas fritas, fue de los mejores que he comido en mucho tiempo.
Con mi yerno, playa de Provincetown
Esa noche,
a nuestro regreso a Barrington, dormí 9 horas seguidas, sin mi acostumbrada
parada técnica de las 3 a.m.
4. Una joya:
Watch Hill, en el pueblo de Westerly, Rhode Island.
Después
de haber ido al norte y el este fuimos hacia el sur, hacia Westerly y Stonington
(ya en Connecticut). De Stonington tenía un vago recuerdo, como pueblo muy popof, con
casas de severo aspecto, cercadas por muros de piedra basáltica, de aspecto un
tanto sombrío, a lo “Cumbres Borrascosas”, la novela de Emily Bronté. Allí sufrí un poco porque tenía ganas de ir al
baño y entré al museo del Faro seguro que allí encontraría un WC, pero el único existente era “solo para los
empleados”. Después de una búsqueda angustiosa encontramos un Motel “La Quinta” a la salida del pueblo, el cual me permitió usar sus instalaciones, ganándose
mi eterno agradecimiento.
De
particular interés fue nuestra visita a Westerly, en la frontera de Rhode
Island con Connecticut, en cuya jurisdicción existe un lugar llamado Watch
Hill, la Colina del Observador, llamado así porque existe allí un Faro (todos
los pueblos de la costa atlántica en esa zona tienen su faro y cada faro su leyenda).
Lo que me
impresionó no fue el faro sino la colección de casas/mansiones que existe allí.
En unas colinas frente al mar hay unas 100 casas/mansiones de dimensiones gigantescas,
una al lado de la otra. Una de ellas, me dijeron, era de Taylor Swift, la jovencita
que canta, y tiene un precio de $18 millones. No todas están en ese rango pero
dudo que exista ninguna que baje de $3-4 millones.
El sitio
es muy concurrido ya que una de las grandes distracciones de los mortales
comunes y corrientes en esta era dominada por la frivolidad es ver cómo viven
los multimillonarios. La aparición de carne y hueso de un rapero o de un actor
de cine, aunque sea de segunda línea, causa sensación. Debo confesar que me
sentí decepcionado por no ver a ninguno de los “famosos por ser famosos”.
5. Regreso vía
Nueva York
"Selfie" en Nueva York
Regresé a
casa vía Nueva York, donde pernocté. La gran manzana se ve magullada, muestra
las huellas del virus. La gente camina lentamente, eso sí, todas con sus
máscaras. Pocos restaurantes permanecen abiertos, solo aquellos que tienen
espacio para colocar mesas al aire libre. La ciudad se nota cansada. Tomará algún
tiempo verla recuperar su dinámico
ritmo, su vigor que lo ha hecho famosa e irresistible para tanta gente. Las oficinas
están desiertas y muchos residentes de Manhattan hacia pueblos cercanos, desde
donde trabajan a control remoto. Nueva York surgirá de nuevo pero parece que
tomará algún tiempo.
Regreso
Al día
siguiente me recogió mi hijo y emprendimos el camino de regreso al pequeño
apartamento de Virginia donde vivo y donde pasé con Marianela 17 años de
inmensa felicidad.
En el
apartamento persiste la sensación de soledad. He hecho un cambio de sitios para
mi cama y mi pequeño escritorio, a fin de tratar de superar el avasallante
sentido de ausencia que ha dejado la partida de mi esposa. Ello me ha ayudado
mucho.
El maravilloso viaje de vacaciones que planificaron y ejecutaron mis hijos me recuerda que la vida es bella y que el amor, la ternura, la compasión y la gratitud son las principales fuerzas aliadas contra la soledad.
Adelante, siempre adelante.
Se puede decir Gustavo amigo geólogo que la vida
ResponderEliminarse compone de dos partes, la que vives en tu casa que no digo sea mala
y la que vives viajando, pero que la última siempre te llena
de cosas que recuerdas con tanto cariño porque cuando
viajas muchas veces el cuerpo se te "configura" en modo de disfrutar.
Acompañando a uno de mis hijos por el sur brasileiro ya casi en Argentina
ubicas la ciudad de Curitiba que fue mi último viaje hasta ahora, en un viaje de negocios
que hizo él.
Allí pude disfrutar Iguazú y me probé carnes gauchas y chorizos con todos
los sabores imaginables acompañados por licuados de aguacate que para ellos es
una fruta.
También vinos tintos. Esta Pandemia esperemos que pase y podamos
volver. Todos lo merecemos menos los chavistas ladrones.
Servidor y amigo,
Humberto Acosta.
ResponderEliminarGracias por tu siempre interesante relato de tus andanzas. Yo no estaba muy lejos, pero bastante fuera de tu ruta, yo vivo en Connecticut, al borde de Massachusets. Todo por aquí es muy lindo.
Me alegro disfrutaras con tus hijos.
Un abrazo,
MT
...como todo, en America/Canada todo es lindo en este mar y paraiso de la felicidad! las realidades de vidas enpobrecidas por el Covid19 y/o enfermedades.
ResponderEliminar...las realidades de vidas bajas y desposeidas, solo son iguales ahora a una mayoria en la Venezuela Madurista...! En USA y Canada hay mas sin techos/homeless que ni con Maduro! Es triste! Muchos mas arrendados y pasando hambre en los bancos de comida, financiados for Empresas y Ricos.
CON TODO ESTO MENCIONADO, tienes mucha mas suerte que yo Gustavo. Un bonito ventanal a tu Mundo de vivencias y familia.
1. Rhode Island Community Food Bank
ResponderEliminar200 Niantic Ave
Providence, RI 02907
2. North Kingstown Food Pantry
445 School St
North Kingstown, RI 02852
3. Ri Community Food Bank
261 Manton Ave
Providence, RI 02909
...plus food "STAMPS" is a growing minority!
Good luck USA, Canada, and World!