Hace unos días, en medio de mi forzado aislamiento post-quirúrgico/corona
virus, le pedí a mis hijos que me trajeran, cuando vinieran a verme, un pie de
manzana (Apple Pie). Sus intentos por satisfacer mi pedido fueron punto menos
que heroicos, pero ninguna de las dos versiones que me trajeron tuvo el éxito
deseado. Sin amilanarse mi hijo me dijo que él me traería otra versión… y otra,
hasta que encontrara la que yo quería.
Sin embargo, me he dado cuenta de que mi pedido es
imposible de cumplir. Cuando yo les pedí un Pie de Manzana estaba pensando en el
Pie de Manzana que yo solía comer durante mis años en la Universidad de Tulsa,
en Oklahoma, en la década de 1950, con grandes trozos de manzana envueltos en
una capa delgada y croquante de harina, seguramente hecho con CRISCO, hoy bajo
sospecha de ser muy perjudicial para la salud. Este postre era parte de mi banquete
mensual de celebración de la llegada de mi cheque de becario, el cual tenía
lugar en un pequeño establecimiento cercano a la universidad y consistía en un
bistec de hamburguesa (Hamburger Steak) con papas fritas y grandes anillos de cebolla
morada, todo ello seguido de un trozo generoso del pie. No solo que la comida y
su aroma eran excelentes sino que todo me sabía a gloria, después de varios
días de anticipación en mi mente, esa anticipación que me hacía pensar “cuando
llegue el cheque, me voy a comer….”.
Como se comprenderá este pie de Manzana que yo estaba pidiendo
a mis hijos en 2021 había dejado de existir hace muchos años. No solo porque ya
el pie no se hacía así, de esa manera, ni podía saber de aquella manera, sino
porque el Gustavo modelo 1953-1954, quien se lo comía con tanto gusto, también
había dejado de existir. No solo mis circunstancias eran ahora muy diferentes
sino yo también era otra persona.
Lo que me trajeron mis hijos fueron excelentes tartaletas
de manzana o pies de manzana en una versión moderna, con componentes ligeramente
diferentes, para el consumo de un Gustavo, modelo 2021, bastante diferente al
de la década de 1950. Yo les había pedido, de manera irrazonable, hacer un
viaje en el tiempo para buscarme aquel Pie de Manzana de mis años de
estudiante, el cual era consumido por un joven de 20 años que era dueño del
futuro y para quien aquel Pie de Manzana o aquel steak de hamburguesa
representaban el placer supremo. El Gustavo de hoy no es dueño del futuro sino
de su pasado.
Lo mismo me sucedió hace unos diez años, cuando le dije a
Marianela que fuésemos de nuevo a Holanda, a La Haya, donde habíamos vivido un
año que fue como una larga luna de miel, un par de enamorados jóvenes venezolanos
sueltos en Europa a principios de la década de 1960. “Vayamos a visitar todos
aquellos sitios donde fuimos tan felices”, le dije a mi querida esposa.
Y nos fuimos. Excepto que La Haya de 2008 no era La Haya
de 1960. El hotelito donde habíamos llegado como recién casados ya no existía. El
restaurant “Tempat Senang” donde descubrimos el “Rijstaffel jang Besar”, “el
Nasi Goreng” y el “Gado Gado” todavía estaba allí y lo disfrutamos, aun cuando
notamos su menor esplendor (¿o sería,
realmente, nuestro menor esplendor?) . Nuestro gran amigo el jefe de mesoneros
había fallecido. En general, la ciudad había crecido de tal manera que los
viejos sitios donde habíamos tenido momentos de especial felicidad ya no
existían. Todavía existía mi sitio favorito, el Maurithaus, el museo de pequeño
tamaño en el centro de la ciudad, el cual aloja a los gigantes de la pintura
flamenca, desde Rembrandt y Vermeer hasta Frans Hals y Fabritius.
Regresamos de Holanda, país que amamos con pasión, aprendiendo
que el pasado no se puede recapturar, que
al día siguiente ya no somos la misma persona del día anterior, que el paisaje
físico y humano cambia con gran celeridad y que la felicidad surge en el presente y ya no existe. Nuestros intentos de
reconstruirla son fútiles y no es posible reconstruirla, solo es posible crear
nuevas felicidades.
Por ello le he dicho a mis hijos, no más Pie de Manzana. Ahora
será mi objetivo buscar y encontrar lo que nos da felicidad en esta época, en
nuestro estado de ánimo, en nuestra circunstancia.
No es posible recapturar la magia de los momentos idos. Tratar
de crear el pasado es un ejercicio en melancolía.
Excelente, como siempre. Una muestra de talento y sutileza.
ResponderEliminarCAM
ResponderEliminarMuy de acuerdo con el comentario de CAM.
Me ha pasado muchas veces y he pensado que es mi paladar que ha cambiado.
Cada día mejor Gustavo, con esta canción de Paco de Lucía y Al Di Meola.
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=ADwfyxpriAM
No dejes de escribirnos,
Humberto Acosta.
Brasil.
Excelente pensamientos Don Gustavo. Mucho me es familiar y lo comparto.
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