Sentado a la sombra de un bosquecillo del complejo donde
vivo, pienso en el diálogo régimen-oposición que se cocina en Venezuela y en
como buena parte de la oposición (no necesariamente la parte buena) parece
haberlo adoptado como la mejor ruta para Venezuela.
Me digo:
Gustavo, creo que debes ser más cuidadoso con tu condena
tan categórica a los llamados de diálogo con el régimen de Nicolás Maduro que
hace una parte de la oposición venezolana. En especial, ten cuidado al llamar
colaboracionistas a quienes abogan por esta alternativa. Recuerda lo que te han
dicho buenos amigos, gente honesta y de probada condición democrática, que una cosa es ser colaborador y otra cosa es ser
colaboracionista. Te dicen que hay gente abogando por el diálogo de buena fe y
no para ayudar al régimen a mantenerse en el poder. Te dicen que la negociación
es la única alternativa razonable que nos queda en Venezuela, porque nadie está
dispuesto a invadirnos desde el exterior y nadie parece tener el ánimo de
rebelarse a nivel doméstico. Son varios los politólogos, en Venezuela, la Unión
Europea y Washington, que favorecen el diálogo y que recomiendan tener paciencia y aprender de los ejemplos
de otros países como África del Sur, Chile, España, etc., en los cuales hubo que
comer muchos sapos para facilitar una transición a la democracia. Desde
Washington nos lo dicen Smilde y Lowenthal, para no hablar de chavistas declarados
como Tinker Salas o Weisbrot. En Venezuela nos lo dicen encuestadores como
Schemel, Seguías, León, Gil Yépez, veteranos líderes políticos como Claudio Fermín,
Felipe Mujica, Enrique Ochoa Antich, viudas
del chavismo como Henri Falcón, íconos de la izquierda como Américo Martín o de
la derecha como Eduardo Fernández, líderes centristas como Henrique Capriles y Stalin
González, economistas destacados como
Francisco Rodríguez, en fin, toda una constelación de venezolanos y extranjeros
quienes abogan por un arreglo amistoso de esta tragedia venezolana, algunos animados
de la buena intención de parar el sufrimiento de los venezolanos y otros
animados del deseo de retornar a la primera fila de la escena pública.
A este mensaje cerebral mi zona límbica, responde:
Caramba,
una negociación que conduciría a meses largos de discusiones, de propuestas,
concesiones, negativas, paradas de mesa, regresos, presiones externas, toda esa
clase de fenómenos asociados inevitablemente con una negociación, extendería el
dominio político de la pandilla de Maduro en el tiempo. De manera que, al
involucrarse en esta demora, los colaboradores le hacen el juego al régimen y
ello los convierte, intencionalmente o no, en colaboracionistas. Ya tenemos 21
años golpeados y humillados por la gente ignorante y vestida de liquilique
marrón de Chávez y Maduro, bajo la bota
represiva del Alto Mando Militar. Durante esta macabra etapa de nuestra
historia han muerto centenares de miles de venezolanos de manera violenta, por
causas directamente atribuibles a la llamada “revolución bolivariana”. Esta tragedia
configura un verdadero genocidio. ¿Y nos vamos a sentar en una mesa con esos
criminales, quienes carecen de la moral más elemental y nos engañan y humillan
a diario, mientras nosotros contemplamos el diálogo con ellos?
Dejarse
engañar una vez, es perdonable. Pero ser engañados una y otra vez no lo es.
Negociar
lleva, casi inevitablemente, a hacer concesiones con el objetivo de recibir
concesiones. Negociar es un intercambio de concesiones, mediante el cual uno
obtendría parte de lo que desea al precio de darle al interlocutor una parte de
lo que desea. Una negociación de la oposición con el régimen estaría destinada o
al fracaso o al abandono de los principios, porque lo que desea la pandilla de Maduro es,
por definición, incompatible con lo que el país exige. Para Maduro y su
pandilla hay dos objetivos fundamentales: permanencia total o parcial en el poder
e inmunidad frente a sus crímenes. Lo que el país requiere es la salida de Maduro
y su pandilla chavista del poder y la aplicación
de la justicia a quienes han llevado a la nación venezolana a la ruina material
y espiritual. La aplicación de la justicia a los responsables por este horrendo
crimen de ese crimen no debe ser negociable por quienes posean dignidad y
honestidad.
Mi cerebro insiste: Pero, fíjate Gustavo, no negociar con ellos significaría alargar el
sufrimiento venezolano porque ya sabemos que no hay alternativas. Ni USA, ni el
Grupo de Lima, ni la OEA, ni la Unión Europea, ni Borrell, ni el departamento
de estado estadounidense, ni el mismo Almagro (tan consecuente) creen ya que el país Venezuela pueda quitarse este monstruo
de encima sin tener que negociar con él. Hasta Guaidó, quien tan frontal en
contra del régimen, ha tenido que plantear un Acuerdo de Salvación Nacional, lo
cual tendrá que pasar por una negociación.
Y responde: Existen
alternativas dignas como la rebelión civil, la organización de una masiva desobediencia civil, pero no
parecen existir líderes capaces de organizarlas e impulsarlas. No es tanto que
los líderes carecen de pueblo sino que el pueblo carece de líderes. El líder es
solo alguien del pueblo que da un paso adelante.
Una
negociación en las actuales circunstancias de Venezuela representa una capitulación
por parte de la oposición, un acto de rendición, orientado a salvar lo
salvable. Lo triste es que esa negociación va a sentar alrededor de la mesa a
dos actores casi igualmente débiles, especie de dos boxeadores exhaustos que se
abrazan en el ring. Uno, el chavista, quien se encuentra consumido por el miedo
a su futuro., Otro, el de la democracia, agotado por las privaciones que ha experimentado
en el pasado y sigue experimentando en el presente. El chavismo simula fortalezas
que ya no tiene, mientras la oposición se deja engañar por esa simulación. La negociación
abriría el camino de escape del chavismo/madurismo hacia Moscú, Beijing,
Andorra, Teherán, Abu Dabi, Lago Como, La Habana o Estambul, algunos de los sitios
donde los criminales esconden sus dineros mal habidos.
Me dice el cerebro: Es necesario ser realistas, Gustavo.
No vivimos en un mundo ideal sino en un mundo posible. Y, francamente, ese
mundo posible necesitará transacciones, negociaciones, acomodos y ajustes. Será
necesario hacernos de la vista gorda sobre lo que nos enseñaron en la escuela,
en el hogar, lo que aprendimos en nuestra infancia, los ejemplos de nuestros padres. El mundo real
es un mundo de sobrevivencia, no de ideales.
Y responde: Creo
que no lo voy a aceptar así. Ello posiblemente me llevará a ser visto como
alguien desconectado de la realidad. Allí va Gustavo, pensarán mis amigos, totalmente
iluso. O, allá va el loquito, pensarán, quienes – con “madurez y sentido de la
realidad” - abogan por un mundo
negociado.
Bueno,
así será. Estoy acercándome lentamente a los 90 años (voy por 88). No podré
alegar – en mi defensa ante el pelotón de fusilamiento intelectual - que
mi postura es un producto de la inmadurez. Es una postura fiel a los principios
y valores que he mantenido durante toda mi vida. En una época ya lejana esta
era la única postura digna pero hoy – en
el mallugado entorno moral de la revolución bolivariana - es tomada como “radical” y poco realista.
Salvando
las distancias con Martín Lutero, pero en el mismo espíritu de desafío basado
en la ética y la moral digo:
Hier stehe ich, ich kann nichts anderes tun,
also hilf mir, Gott
Aquí me planto, no hay nada más que pueda
hacer, que Dios me ayude
Su posición es para nada incoherente Don Gustavo. Lo que pasa es que, la situación es bien compleja, y una mesa de negociación donde no esté sentada Cuba es una pérdida de tiempo. Es como hablar con el payaso, sin que esté presente el dueño del circo. No está fácil.
ResponderEliminar" La libertad Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos: con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra y el mar encubre; con la libertad así como por la honra se puede y se debe aventurar la vida."
ResponderEliminar¡Pobre Venezuela! Los valientes están muertos o en prisión.
— Borges, ¿Las dictaduras oprimen las libertades humanas?
ResponderEliminar—Las dictaduras fomentan la opresión, las dictaduras fomentan el servilismo, las dictaduras fomentan la crueldad; más abominable es el hecho de que fomentan la IDIOTEZ. Botones que balbucean imperativos, efigies de caudillos, vivas y mueras prefijados, muros exornados de nombres, ceremonias unánimes, la mera disciplina usurpando el lugar de la lucidez. Combatir esas tristes monotonías es uno de los muchos deberes del escritor: eso es sinónimo de libertad (Entrevista sostenida para El País, entrevistador: Norberto Vásquez, Madrid, marzo de 1981).
Totalmente de acuerdo. Desde mi humilde perspectiva, considero que para proponer un proceso de negociación con estos tiranos se debe considerar la posición de fortaleza que se tenga en ese momento. Considero que la condición actual de la oposición es la de perdedor, al estar en desventaja frente al oponente, ya que esta sometido y sitiado por las fuerzas del tirano.
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